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Llegó Real Self a la Argentina y Javier Drucaroff, su director, explica su espíritu

Los espectadores se colocan máscaras y mamelucos para ver y participar en la obra.

Un dispositivo para sentir. Así define el director Javier Drucaroff a Real Self, el espectáculo inmersivo que se presenta en el Centro de Convenciones de la Ciudad. Máscaras, mamelucos y guantes; mapping, animaciones y música envolvente forman parte de una experiencia en la que cada participante del público está camuflado en el anonimato total.

-¿Cuánto de juego, cuánto de espectáculo y cuánto de práctica terapéutica tiene Real Self?

-Es la suma de muchas experiencias a lo largo de mi vida. Viajo mucho y suelo hacerlo solo, tipo mochilero, y así he tenido la mejor de las sensaciones, la de la libertad total, sin estar preocupado por la mirada ajena. A eso le sumé otras áreas de mi vida como las proyecciones, el mapping, la música. Me apasiona mezclar arte y tecnología, y también lo ceremonial. Todo está unido en este show.

-¿Porqué la idea de la máscara?

-Es como ir a un lugar donde nadie te conoce y desde ese anonimato permitirse ser real, jugar un rato a ser alguien distinto a quien uno es todos los días. Dice Oscar Wilde: “Dale una máscara a un hombre y te dirá la verdad”. Esta experiencia la pone en práctica. Y ahí radica la potencia del anonimato, al menos durante los 75 minutos que dura el espectáculo.

Drucaroff ha trabajado en este tipo de experiencias en Estados Unidos, Sudáfrica, India, Inglaterra y distintos países de Latinoamérica, además de diseñar instalaciones para experiencias de realidad virtual. También ha ganado distintos premios en Sundance, la Bienal de Venecia y en el National Art Festival de Sudáfrica.

Lleva tres años trabajando en este espectáculo, que se demoró por la pandemia. El parate, dice, le sirvió para profundizar conceptos: “Con el encierro resurgió la necesidad de la gente de reencontrarse de manera real y no virtual, y reforzó la idea de juego colectivo que tiene la propuesta”.

-¿La máscara funciona como protección o como algo lúdico?

-Todo junto. A cada espectador se le entrega un kit hermético de mameluco, máscara, guantes, botitas; todo descartable. El hecho de ponernos una máscara nos puede ayudar a sacarnos otras, más sutiles, con las que vivimos a diario.

-La máscara y el mameluco unifican.

-Durante la experiencia no hay distinción de género ni de edad, somos todos iguales. Tampoco se usa la voz, porque sería otra posibilidad de reconocimiento. Y te vas pensando en cosas que sólo creías que te pasaban a vos, y comprobás todo lo que tenés en común con los demás. Somos mucho más parecidos de lo que pensamos, y esta experiencia lo evidencia.

En un espacio de casi 500 metros cuadrados y 14 metros de altura, los participantes se ven envueltos por las animaciones visuales y sonoras y por voces que los guían durante la experiencia. “Todo se proyecta en las paredes, en el piso y en los cuerpos en movimiento. Es muy minimalista y a la vez muy desarrollado. Está pensado para que acompañe las distintas situaciones y emociones que van surgiendo”.

-¿En esta experiencia los participantes son actores y público a la vez?

– Sí, entre los participantes hay interacción. Todo el tiempo se los invita a preguntarse si quieren hacer la propuesta, o continuar con la dinámica. Los roles están desdibujados: el espectador como tal no existe sino que es partícipe; hay un texto, el de la voz en off, pero se completa con la acción de cada participante, que es individual y colectiva al mismo tiempo.

-¿Qué pasa si uno se arrepiente o se siente intimidado?

-No es para nada compulsivo. Te podés quedar simplemente observando y es muy lindo y se disfruta también desde ese rol. Depende de las ganas de cada uno en cada momento. El principal objetivo radica en descubrirse uno mismo a través de lo que va sintiendo y queriendo hacer durante el tiempo que está allí.

En este juego entre lo individual y colectivo de la propuesta, Drucaroff explica: “Lo que cambia mucho también es si alguien decide venir solo o con su pareja o con un amigo. Más allá de que no te reconozcas por la máscara, el hecho de saber que hay alguien conocido en el grupo te cambia la experiencia”.

En cada función de Real Self participan 150 personas. “Hicimos varias pruebas, con 35, 45 y 65 participantes, y ahora llegamos a 150. Yo hice unas doce funciones como prueba. Lo hice con mi hermana, con mi pareja, con mi madre, y no reconocí a ninguna de ellas. Nadie sabe que sos vos quien está detrás de esa máscara y vos tampoco podés identificar a nadie más allí adentro”.

-Esta experiencia parece apelar especialmente a lo emocional.

-Es lo que se busca, generar emociones y sensaciones. No intenta que sientas algo en particular, pero sí que la experiencia te mueva algo. Es un dispositivo para sentir. Se une lo primitivo del encuentro con desconocidos para compartir una experiencia con algo más moderno, atravesado por la tecnología.

-En las funciones de prueba, ¿cómo fue la reacción de los participantes?

-La gente sale eufórica. Eso es otra cosa que yo quería demostrar, que no hace falta consumir nada para entrar en estado de éxtasis. Si ves algún momento de la experiencia, decís “estos consumieron algo” y lo que consumieron es “sentir mucho”.

-¿Es aconsejable para tímidos?

– Para eso están los asistentes terapeutas: por si alguien necesita charlar un momento. Lo mismo si alguien intenta pasarse. Pero no sucedió, hay algo de respeto una vez que te ponés el mameluco, porque estamos todos en la misma situación. La mayoría de los que participaron, salieron agradecidos por la posibilidad, es muy terapéutico y catártico.

-¿Se busca ese efecto?

-No, pero sucede desde lo lúdico. Insisto en que acá nadie te obliga a nada, es simplemente dejar que se muevan otras energías participando o simplemente observando.

Luego de las funciones en Buenos Aires, Drucaroff y su equipo piensan llevar la experiencia inmersiva a otras ciudades del mundo: “Con Madrid, Nueva York y Miami hay conversaciones avanzadas. Es algo universal y, a la vez, va a ser interesante ver cómo funciona en otras culturas”.

-Están de moda las “experiencias inmersivas”.

-Sin dudas, es una expresión que está de moda aunque no sea un género en sí. Creo que para que realmente cumpla con esa condición es necesario que a uno lo tome completamente, no solamente a través de la vista o del sonido. Que uno sea interpelado a través de todos los sentidos y que eso mueva cosas en tu interior.

Real Self tiene funciones los miércoles, jueves y viernes, a las 20.30 y 22.30; sábados y domingo, a las 18.30, 20.30 y 22.30 en el CEC (Centro de Convenciones Buenos Aires), Av. Figueroa Alcorta 2099. Entradas: $ 3.900. Sólo para mayores de 16 años.

Sandra Commisso/Clarín-Espectáculos

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