Wim Wenders no lo puede creer, pero sí, está contento con la nominación al Oscar a la mejor película internacional de Días perfectos, la película que envió Japón a competir en el rubro donde el año pasado lo hizo Argentina, 1985. El filme se estrena el jueves 8 en la Argentina, tras tener su première mundial en el Festival de Cannes el año pasado. Allí, su actor protagónico, Kôji Yakusho, obtuvo el premio al mejor intérprete masculino.
Lo hizo por interpretar a un hombre de mediana edad, introvertido, que se dedica a limpiar los baños públicos en Tokio. El filme lo sigue a él, y gran parte de la película muestra a Hirayama realizando su trabajo meticulosamente, a veces acompañado por su joven asistente Takashi (Tokio Emoto) y escuchando casetes de música pop mientras conduce su camioneta. Lo que sigue son fragmentos de la extensa entrevista que mantuvimos con el director de París, Texas y Las alas del deseo.
-¿Cómo comenzó tu fascinación por «la cultura del baño» en Japón? ¿Y por qué lo consideraste un gran telón de fondo para una película? Porque es muy inusual…
-Es inusual. Y comenzó como una encantadora invitación para viajar a Japón, y mirar. Nunca pensé en mi vida que viajaría a algún lugar para mirar un baño. Pero estos baños eran especiales, porque fueron construidos por 15 grandes arquitectos. Incluso era amigo de dos de ellos, y además construyeron bancos y estadios, y ahora construyeron la unidad más pequeña, un baño público. Y me gustaba la idea. Entonces, dije, “voy a venir tan rápido como se abra la cuarentena”. Y me dijeron “si te inspira, podríamos pensar en hacerlo. Una serie de pequeños reportajes sobre el arquitecto y su baño y cómo son recibidos en Japón”.
Entonces me gustó la idea. Fui allí. Me encantan los baños, pensé que eran tremendos. Pero a la hora de hacer reportajes a los arquitectos por sus creaciones, me di cuenta de que realmente podría hacer algo más urgente. Como me habían invitado a inspirarme, mi inspiración sería contar una historia, en la que estos baños son el fondo, y la figura clave es alguien que se ocupa de estos baños. Y de esta manera se podrían ver los baños, pero sería una historia real. Como quedarse atrapado en un contexto, en un contexto emocional.
Si decidís hacer un documental sobre los arquitectos y sus creaciones, no hay, no habrá ninguna gran emoción. Pero dejame contarte una historia y será mucho mejor. Y aunque pensé que me estaba disuadiendo de un buen trabajo, les gustó mi idea. Y antes de que nos diéramos cuenta, dijeron: “Bueno, hagámoslo. ¿Pero qué necesitamos?”. Dije “Necesitamos un buen guion y un gran actor”. Y ése fue el comienzo de la producción.
-Esto puede parecer una locura, pero al ver «Días perfectos», no pude evitar pensar sobre la espiritualidad y sobre tu filme “Las alas del deseo”. ¿Creés que hay convergencias entre estas dos películas? Como un ángel invisible que hace el bien a los demás…
-Bueno, no se me pasó por la cabeza cuando estábamos haciendo la película, pero cuanto más nos adentrábamos en el rodaje, más me daba cuenta. Kôji Yakusho era realmente un hombre extraordinario. Y como no hablaba tanto, me di cuenta de lo importantes que eran sus ojos. De eso se trata: que él nos lleve a su mundo y que empecemos a ver lo que él está viendo. Y empezamos a pensar y escuchar música con él. Poco a poco vamos entrando en la visión de distintas áreas de su vida.
Y eso, por supuesto, es muy parecido al arca y los dos ángeles de Las alas del deseo. Y es que veíamos el mundo a través de la mirada amorosa de los ángeles, y en este caso vemos Tokio a través de la mirada amorosa de este hombre. No habla mucho, pero ve mucho. Entonces, ésa es mi comparación. Y tal vez en lugar de los ángeles, se parezca un poco más a Peter Falk, porque a Peter también le encantaban las cosas sencillas y le encantaba la tomar una taza de café.
-¿Estás de acuerdo conmigo en que te inspiraste en el espíritu de Yasujiro Ozu para contar la historia de este limpiador de baños en particular en Tokio?
-Sí, nos basamos en Ozu y no tanto en la forma en que hacía sus películas, sino en la dimensión espiritual de sus películas. Y, francamente, se llama Hirayama porque en Historias de Tokio (la película que Ozu rodó en 1953, diez años de antes de su muerte) el personaje se llama Hirayama, lo mismo que en su última película, Una tarde de otoño, que hizo con el mismo actor. Ozu hizo que su actor favorito llevara ese nombre dos veces. Así que fuimos a Japón en honor a Ozu.
Y por supuesto, esto es sesenta años después de su muerte. Y fue esta búsqueda continua sobre el cambio de Japón, y 80 años después de Historias de Tokio nuevamente emprendimos una búsqueda sobre qué ha cambiado en la ciudad. Y es que esta película la hicimos justo después de la pandemia, que tuvo un impacto que en ningún otro lugar se registró más que en Tokio, porque tuvo el bloqueo más largo de cualquier ciudad importante del mundo.
Y la forma en que la gente regresó después del cierre en Tokio fue realmente muy entrañable para mí, porque vi que en Europa sucedía lo contrario, especialmente en mi ciudad de Berlín. Vi que el confinamiento tuvo una gran víctima, que fue el sentido del bien común, y en Tokio fue todo lo contrario. Era casi como si la gente regresara para tomar posesión de la ciudad. Pero incluso con un mayor sentido de cuidado por lo que era común: los parques, los baños y la vida pública. Fue hermoso ver el respeto que tenían entre ellos y con su ciudad. Esa fue la razón por la que rechacé la idea inicial de hacer varios cortometrajes sobre los baños y los arquitectos, y sugerí que había algo más grande que hacer y una historia más grande que contar.
Wenders fue tres veces candidato al Oscar (por tres documentales, el primero, Buena Vista Social Club), ganó la Palma de Oro en Cannes con París, Texas y presidió Festivales de cine internacionales, hasta que, en la Mostra de Venecia de 2008, por discrepancias con las reglas de los premios, decidió nunca más participar de un Jurado.
-Dijiste que «Días perfectos» es probablemente lo más cerca que has estado de transmitir paz a través de una película, junto a «Las alas del deseo». ¿Seguís pensando que el cine puede cambiar la opinión de la gente sobre las guerras y la violencia?
-Creo que el cine tiene el poder de cambiar nuestra percepción. No para cambiar el mundo, sino nuestra percepción del mundo. Aquí tenemos un hombre y su percepción de su trabajo. Y hay una sensación de autoestima, porque está haciendo un buen trabajo. No porque sea rico, o porque tenga mucho en lo material. Es un hombre muy libre con un gran sentido de autoestima. Y creo que las películas, si pueden cambiar algo, es la forma en que la gente ve el mundo.
No sé cuánto se puede hacer con respecto a las guerras actuales y nunca he creído en películas explícitamente políticas, pero creo que la misión es empezar a ver el mundo con más tranquilidad y con más amor. Esa sería una gran misión para el cine y la forma en que Hiroyama y Días perfectos son recibidos. Me da esperanza que la gente sepa que el cine todavía tiene ese poder de cambiar la percepción.
Nació en Düseldorff como Ernst Wilhelm Wenders, un 14 de agosto de 1945, el mismo día y el mismo año que Steve Martin. Se casó cinco veces, con una particularidad: con cada una de sus parejas trabajó, al menos en un filme que dirigió. Alto, mide 1,91 m., algo que se disimula en la pantalla del Zoom que mantuvo en exclusiva con Clarín.
-¿Qué hace que un día sea perfecto para vos? ¿El cine está involucrado de manera perfecta en lo que considerás un día perfecto?
-En realidad, no. Hacer cine es un estado de felicidad, y siempre es un período corto en el que tenés una especie de conciencia muy elevada, porque desde la mañana hasta la noche estás en la película. Filmamos Días perfectos en un tiempo increíblemente corto de 17 días, y esos 17 días, en mi opinión, fueron solo un día y fueron una mayor conciencia de Tokio y del personaje general de Hiroyama. Hacer no es tan importante en mi vida diaria. Aprendí mucho, y traté de distraerme menos de otras cosas. Y trato de estar más definido por lo que realmente necesito y me gusta y lo que quiero hacer, y no por lo que las cosas me dan para hacer y lo que me dice mi teléfono móvil.
Y veo cada vez más cuánto eso está relacionado con la felicidad o la satisfacción. Y hay toda una generación, que he visto primero en Nueva York, pero ahora también en Berlín y en otras ciudades, de jóvenes que compiten casi entre sí, que pueden llevarse bien con menos. ¿Podés meter todo lo que tenés en una maleta? Sólo entonces sos bueno. Y todas estas personas tienen una cosa en común. Son muy tranquilas y serenas, y tienen un buen sentido de autoestima. Y veo una enorme correlación entre las posiciones y las cosas que hacer y las cosas en tu mente y tu salud mental.
-¿Qué sentís por representar a Japón en los Oscar con tu película? Y qué importancia tienen para vos los Oscar.
-He estado allí un par de veces, de hecho tres veces con documentales. Y, por supuesto, entonces representé a Alemania. Siendo enviado por el comité japonés, sabiendo que en 2023 hubo bastantes películas japonesas realmente buenas, que eligieran Días perfectos con un director alemán, y que esto nunca hubiera sucedido antes, fue un shock para mí.
Pero luego me di cuenta, de que lo hicieron porque realmente se reconocen en este personaje. Y Koji Yakusho es realmente muy, muy querido en Japón. Entonces acepté que yo era Koji. Y como hicimos la película en el espíritu de Ozu pensé, bueno, es un honor representar a Japón. Y estaba muy orgulloso. Y si no lo ganamos tampoco es lo peor, porque el cine no se basa sólo en los Oscar.
-Esta es una película hecha de silencios. ¿Qué tan desafiante es mantener la atención del público durante dos horas con todo este silencio en el momento en que vemos películas cada vez más ruidosas y llenas de efectos y espectáculo?
-Es muy difícil. Y cuando empezamos a editar, me preocupé mucho de eso, de que no pasara nada. Ni siquiera el protagonista habla durante los primeros 20 minutos. Simplemente existe su rutina y vamos a vivir en ella. Y luego mostré la película por primera vez a algunos amigos míos. Era un montaje preliminar y me sorprendí. Bueno, es una identidad muy convincente. Y son sus ojos los que te obligan a quedarte con él. Y cómo hace todo como si fuera la primera vez.
Pablo O. Scholz/Clarín-Espectáculos