
Y Newell’s no puede. Ya son nueve partidos sin poder ganarle a Rosario Central en su cancha y con la nueva derrota en la lluviosa tardenoche rosarina, hilvanó tres caídas consecutivas, además, sin meter goles. El Canalla llegó al Coloso para mostrar el título de campeón de la última Copa de la Liga y se llevó los tres puntos. Redondito.
Se sabe, pero en algunas canchas los hinchas se tientan y lo hacen. Si se grita el gol antes de que entre, no entra. Y en 8 de cada 10 ocasiones en las que los locales encienden fuegos de artificio antes de que finalice el partido, facilitan el gol de la visita. Eso último hicieron en la tribuna de Newell’s.
Cuando todavía el humo molesrios taba en el área de Ramiro Macagno, Ignacio Malcorra se despachó con un zurdazo hermoso que colocó la pelota en el segundo palo para destrabar un clásico que tenía más fricción que situaciones.
En el primer tiempo el único tanto, no valió. No hizo falta recurrir al VAR para determinar la posición adelantada de Panchito González que tardó en darse cuenta que el asistente tenía el banderín en alto, igual que Hernán Mastrángelo con el brazo derecho. Es que Newell’s había sumado más situaciones que el Canalla.
Por eso el que más trabajo tuvo fue Fatura Broun: sufrió con cabezazo del Colo Ramírez que pasó cerca del travesaño y al que no llegaba pese a la tremenda “volada”, le sacó una muy complicada a Aguirre y le tapó muy bien un tiro a colocar, otra vez, a Panchito González.
Se pegó más de lo que se jugó. A Malcorra le pegaron todos: los rivales y también los hinchas que descargaron encendedores o lo que pudieron cada vez que el 10 Canalla fue a patear un tiro de esquina. Al parecer hay que tirar una botella con dos litros de agua, como en Chacarita – Tigre por Copa Argentina, para identificar a un agresor: la de medio litro con la que le pegaron a Quintana en la cabeza en el festejo del gol de Malcorra, no fue suficiente.
Es que a falta de fútbol, buenas fueron las emociones fuertes. El final de la primera parte tuvo varios minutos adicionales por varemolinos entre jugadores. El partido no tenía amonestados hasta los minutos finales, cuando en los cinco adicionales se convirtieron en ocho por tumultos, Mastrángelo mostró las primera cuatro amarillas.
Pero la más llamativa de las que mostró llegó después de gol: Malcorra se llevó una por festejar mirando al cielo. Sí, porque cuando se levantó de la montonera que lo sepultó por unos segundos, se tomó unos segundos para un ritual personal. Al fin y al cabo había metido un gol en un clásico ¿no? Sin embargo para Mastrángelo fue demasiado y le mostró la tarjeta amarilla. Llamativo, porque pese que en cada vez que lo tuvieron a tiro, los hinchas de Newell’s le apuntaron con encendedores o botellas y Mastrángelo no estuvo cerca de una acción ejemplar para que se terminaran las agresiones.
Lo jugadores sí bajaron los decibeles para el segundo tiempo. Los hinchas, decididamente no. Los policías pasaron a ser parte fundamental del juego, con una barrera de tres o cuatro uniformados con escudo en alto para que pudiera fluir el juego.
Acaso por eso, tras el pitazo final, cuando los jugadores se reunieron en el círculo central, Claudio Úbeda, el ayudante de Miguel Ángel Russo, les pidió a los futbolistas que se retiraran del campo de juego en silencio. Y así, en una caravana muda, el último campeón dejó la cancha disimulando lo más lindo de los clásicos: ganarlo.
Clarín/Deportes
EMPATE EN EL BOSQUE
Gimnasia y Estudiantes jugaron un clásico vibrante con un empate sin goles que dejó con una sensación amarga a ambos, ya que tuvieron situaciones para romper el cero.
A contramano de la crítica que suele recibir el fútbol argentino por el bajo tiempo neto de sus partidos, el Lobo y el Pincha jugaron un dinámico, intenso y frenético encuentro, de pierna fuerte por momentos. Lo jugaron verdaderamente como un clásico. De lo que no pudo escapar la noche de La Plata, para la mala fortuna de los fanáticos triperos, fue de una nueva intervención del VAR.
Iban 16 minutos del primer tiempo cuando el uruguayo Matías Abaldo, contra el lateral derecho y a la altura del círculo central, dejó mano a mano a Ivo Mammini, quien ingresó al área y ponía el 1-0. Sin embargo, el tanto fue anulado por un offside milimétrico.
Lo llamativo es que la imagen que mostró la transmisión oficial, con el trazado de líneas, se detiene cuando la pelota ya había salido del pie de Abaldo. Entonces, ¿había fuera de juego realmente? Silvio Trucco dijo que si.
El gol que finalmente no fue era un premio para Gimnasia por la intención ofensiva con la que salió a jugar el clásico y por las buenas asociaciones que mostró en la mitad de la cancha para encontrarlo a Mammini dentro del área con ventajas para definir.
La primera ocasión llegó en el segundo minuto de juego con un tiro libre de De Blasis que dio en uno de los parantes del arco de Matias Mansilla. Después el equipo de Leonardo Madelón se acercó con una acción gestada por la derecha entre Gustavo Canto, Pablo De Blasis y Benja Domínguez y que Mammini no logró definir. El delantero intentó fabricarse su lugar dentro del área, pero Santiago Ascacibar llegó a tiempo para salvar a los de Eduardo Domínguez.
Estudiantes también tuvo las suyas, principalmente a través de Javier Correa, quien a base de potencia física tuvo a maltraer a los centrales de Gimnasia y llevó peligro. Sin embargo, grandes intervenciones del arquero Nelson
Insfrán, mantuvieron el cero. En el complemento siguió ese ritmo frenético, pero bajaron la cantidad de situaciones de peligro. Por momentos, Estudiantes estuvo mejor, aprovechando a un José Sosa que levantó su nivel y condujo al Pincha, que se volvió a encontrar con Insfrán. Gimnasia también se acercó con peligro, pero falló en los metros finales. De esta manera, el clásico platense terminó en un empate que ambos lamentan el resultado.
Juan Nicolás Branz/Clarín-Deportes