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La italiana Emma Dante estrena su Le Sorelle Macaluso en el San Martín

La obra de Dante subirá a escena desde hoy hasta el sábado y tendrá elenco italiano.

Emma Dante, nacida en Sicilia hace 52 años, es una de las novelistas, dramaturgas y directoras más destacadas del momento, no sólo en Italia, donde por su prestigio y dimensión artística es una especie de Norma Aleandro local, sino en toda Europa; y también ha trabajado en cine y en ópera.

Antes de llegar a la Argentina con Le sorelle Macaluso, la artista adelanta algo de su obra, un espectáculo que se verá en el Teatro San Martín en el marco del ciclo Italia in scena y de la temporada internacional del CTBA dedicada a Italia, entre el miércoles 21 y el sábado 24 de agosto, con un elenco italiano.

Le sorelle Macaluso es la historia de siete hermanas que se reencuentran en el funeral de una de ellas. Y allí emerge una memoria de la infancia: en un día de playa, la hermana menor, Antonella, muere ahogada, Katia es considerada responsable del accidente y, separada de la familia, crece sola en una institución de monjas. El recuerdo de esta pérdida desata entre las hermanas acusaciones mutuas en una danza macabra entre vivos y muertos.

-¿Cómo surgió la idea de traer “Le sorelle Macaluso” en la Argentina?

-Ya había estado en la Argentina años atrás, con el espectáculo Mishelle di Sant’Oliva. Ahora llegarán mis amadas Sorelle Macaluso, de donde saqué la historia para la película que acabo de filmar. Espero que el público argentino, para mí no muy diferente del siciliano, encuentre una correspondencia sentimental con las hermanas Macaluso. Estoy segura de que la compañía se sentirá como en casa.

-¿Cómo es ese vínculo que persiste entre vivos y muertos en la obra? ¿Cómo es la cuestión familiar en la cultura italiana?

-Las familias sicilianas son principalmente matriarcales. La mujer maneja la casa, pero también el alma de sus habitantes. La madre de las hermanas Macaluso muere antes que su padre, muere joven y todavía atractiva; la madre es para todos un ejemplo de pureza, belleza y armonía. La consideran un ángel. No hay emancipación de las hijas, sino un rito perpetuo que se hereda de padres a hijos, y que no es masculino ni femenino. Por otra parte, mi madre murió a los 59 años. Aún recuerdo la respuesta a mi pregunta durante la última fase de su enfermedad: “¿Tienes miedo de morir?” Ella me respondió: “Sí, tengo miedo, pero luego pienso que tarde o temprano debe suceder y me resigno. Soy fuerte, más fuerte que un hombre”. Amaba muchísimo a mi madre, pensé en ella constantemente en estos años, la sentí cercana, siempre, y todo lo que hice se lo dediqué a ella, a su fortaleza como ama de casa capaz de realizar increíbles hazañas dentro de la casa.

-Esta obra encaja en una temática recurrente en tus trabajos: la familia y la exclusión ¿Por qué te interesa eso en tus puestas?

-Me interesa el origen, donde comienza a formarse un individuo. La familia es el origen. El lugar donde naciste. Todavía hoy, la familia en Sicilia es un lugar controvertido, antiguo y feroz… Hay hijos que no logran separarse de sus padres y permanecen en casa incluso después de los 40 años, y madres que mantienen a sus hijos en el entorno familiar en el que crecieron. Madres posesivas y celosas que aplastan a sus hijos con su abrazo afectuoso. Las hermanas Macaluso son hijas de la miseria, se ven obligadas a vivir juntas por pobreza. Durante su vida, el padre hizo trabajos humildes para mantener a toda la familia, y las hermanas, cuando fueron creciendo, permanecieron juntas un poco por amor y un poco por conveniencia. Vivir en una sola casa significa pagar un solo alquiler y ahorrar en tantas cosas. Incluso ni siquiera después de la muerte se separan, también por amor y por conveniencia. Continuar juntos después de la muerte también es una forma de no ser olvidado.

-Es interesante, porque mostrás el lado menos visible y agradable de lo que significa la familia.

-Lo que mueve mi necesidad de contar la historia proviene del deseo de centrar la atención en la enfermedad que la familia contagia a sus propios miembros. Los lazos morbosos, la prevaricación sobre los más débiles, la resignación, el sentimiento de culpa que a veces desgarra a una persona dentro del hogar, son los aspectos que me interesa tratar en mi escritura escénica. Me interesa dar espacio a las víctimas, no a los verdugos.

-¿Cómo combinás todas esas facetas en tu rol de dramaturga, directora y también puestita de óperas?

-La cosa a la que nunca renuncio, por ninguna razón, es el rigor, la seriedad y la necesidad con las que hago mis elecciones artísticas. Soy siciliana y me ocupo de teatro. No sé si las dos cosas están realmente ligadas pero seguramente lo que hago en la escritura de mis obras tiene que ver con el origen: Palermo. Todo lo que hago, desde el comienzo, mantiene una línea, un rigor, una obsesión, a pesar de que ya no soy una joven directora emergente, sino una persona de 50 años, desilusionada, que cada vez más seguido se esconde, abandonando la lucha.

-¿Qué es lo que hará que hoy, donde todo parece estar dominado por la virtualidad, el teatro sobreviva?

-Mientras exista el hombre, existirá el teatro. El teatro es el espejo gigantesco que pone al hombre frente a sí mismo y del cual nunca podrá prescindir.

                        Sandra Commisso/Clarín

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