
La Feria del Libro fue en estos últimos 45 años -en 2020 se hubiera celebrado la edición 46- un punto de encuentro entre autores, editores y lectores, así como un espacio en el que, desde el mismo acto de apertura, se reavivaban las pasiones y los debates de la vida nacional. Esta es la primera vez en casi medio siglo en que, a causa de la cuarentena obligatoria, no abrirá sus puertas al público. Sus organizadores prefieren hablar de “aplazamiento”, aunque aún no hay fecha prevista para su realización. Antes de la crisis, el acto oficial de apertura había sido fijado para este jueves 30 de abril.
“Estoy con síndrome de abstinencia de la Feria, es algo que nos pasa a todos -admite su actual director, Oche Califa, a Clarín-. Hay editores que están enviando videos y fotos de cuando armaban los stands. Y recibimos cientos de mails llorones”.
Más allá de la pena que suscita el hecho de que este año no pueda concretarse el encuentro, el repaso de las ediciones pasadas trae a la memoria imágenes y palabras que demuestran hasta qué punto la historia y las tendencias resonaron en sus salas y pasillos. Más de un millón de visitantes participaron año a año.
“A esta altura, ya son parte de la historia los tres años seguidos inaugurados por mujeres: 2017, Luisa Valenzuela; 2018, Claudia Piñeiro; 2019, Rita Segato”, subraya Califa.
En apoyo al movimiento feminista y la campaña por el aborto legal, Piñeiro dio su discurso inaugural enfundada en una capa verde. Fue una apertura ruidosa, marcada por una protesta de manifestantes de profesorados porteños que frustró algunos de los discursos oficiales. El año pasado, fue Segato quien dio inicio al evento, en un acto tan accidentado como el del año anterior, desplante al secretario de Cultura Pablo Avelluto incluido, por parte de un grupo de jóvenes, de editores y de autoras.
La Feria abrió por primera vez al público en 1975, un año antes de la instauración de la dictadura militar, que al año siguiente -1976- envió a un censor a evaluar los libros en exhibición.
En 1984, el regreso democrático. Había muerto Julio Cortázar y fue el entonces presidente Raúl Alfonsín quien durante el acto de inauguración del encuentro editorial celebró al libro “como transmisor privilegiado de la palabra, que vive entre los hombres nutriéndolos y nutriéndonos, acompañándonos en la ardua peripecia de la historia”.
Un año más tarde, según consigna el archivo de la revista Todo es Historia (número 549), el Nunca más (informe de la CONADEP sobre la desaparición de personas) fue el título más buscado por los visitantes.
La edición de 1985 registra otro hito: reunió a dos de los escritores más relevantes del siglo XX, Jorge Luis Borges y Susan Sontag, quienes mantuvieron un diálogo que terminaría siendo inolvidable para ambos.
Fueron habitués de nuestra Feria a lo largo de las décadas escritores argentinos de la talla de Adolfo Bioy Casares, María Elena Walsh, Ernesto Sabato, Tomás Eloy Martínez, Roberto Fontanarrosa, Beatriz Guido, Manuel Mujica Láinez, Abelardo Castillo y Olga Orozco. También participaron asiduamente referentes como Quino, Vlady Kociancich, Liliana Heker y Sylvia Iparraguirre. Entre los extranjeros, la han visitado autores de la talla de José Saramago, Paul Auster, John M. Coetzee, Carlos Fuentes, José Mauro de Vasconcelos, Ítalo Calvino, Jorge Amado, Ray Bradbury y Elena Poniatowska, por nombrar solo algunos.
Califa recuerda especialmente la edición de 1999 como una de las más curiosas: había llegado al país el escritor peruano Jaime Bayly, que además conducía un programa de entrevistas por televisión -que se transmitía a su vez en la Argentina- y la cantidad de fans que acudieron a verlo fue de tal magnitud que “tuvimos que quitar una pared de durlock para retirarlo de la sala, porque el público no se retiraba tras su presentación”, cuenta.
En 1998, más de 800 personas se juntaron en la Feria a escuchar un recital de poesía -multitudinario, por cierto- de Mario Benedetti, otra postal inolvidable. El uruguayo fue, además, el autor sobre el que se hicieron más consultas ese mismo año, entre las más de 80 mil consultas sobre autores que los asistentes hicieron en las computadoras del predio.
Las tensiones políticas también tuvieron lugar. El ’98 fue un año en el que se registraron incidentes durante el acto de apertura. ¿Qué ocurrió? Durante el discurso inaugural, el entonces presidente Carlos Menem fue acusado por un integrante de la agrupación de hijos de desaparecidos (H.I.J.O.S.) de “traidor, cipayo”, hasta que el mandatario interrumpió sus palabras. Entonces, personal de seguridad se acercó al manifestante para sacarlo del lugar: cuando los periodistas empezaron a registrar el episodio, miembros de una barra menemista golpearon a dos camarógrafos de Telefe.
La crisis de 2001 resonó en la Feria e inicialmente puso en duda su realización: ocurrió que los fondos de la Fundación El Libro -entidad que organiza el evento y que entonces estaba presidida por Hugo Levín- quedaron atrapados en el corralito.
Inesperadamente, la invitación a Roberto Fontanarrosa ya Joan Manuel Serrat, que inauguraron esa edición -y la colaboración del gobierno de la Ciudad, que subsidió parte del costo de las entradas para subsanar el descalabro contable-, convirtió la apertura en un acto que el público celebró y ganó alta repercusión mediática. El orador principal fue nada menos que Juan José Saer , quien había viajado desde Francia. Como en otros momentos difíciles, ese año los lectores argentinos se mostraron entusiastas y compraron libros.
En la apertura de 2011 quedó bien representada la grieta política, al punto de que… hubo dos aperturas. Después de que Horacio González junto a un grupo de intelectuales kirchneristas de Carta Abierta manifestaran su desacuerdo con que Mario Vargas Llosa inaugurara el evento -y de que la propia expresidenta Cristina Kirchner interviniera para apaciguar los ánimos-, el ex ministro Alberto Sileoni cortó cinta, y se realizaron homenajes a María Elena Walsh y David Viñas. Aunque al otro día Vargas Llosa concretó su acto oficial, con pantallas al aire libre.
En 2019, el año electoral le sumó clima al encuentro, tanto en títulos como en presentaciones. El jueves 9 de mayo una multitud llegó a La Rural para la presentación de Sinceramente, el libro de Cristina Kirchner que fue fenómeno de ventas.
Entre todo lo que ocurrió en la edición 2016, hay una anécdota curiosa, asociada a la visita del youtuber chileno Germán Garmendia: después de que se agotaran las entradas pagas para participar del evento que lo tendría como figura principal en el predio, los organizadores advirtieron un mercado paralelo de reventa que llevó a que el día en cuestión rebasara la capacidad de la sala y de los pasillos adyacentes, ante la presencia de unos 10 mil adolescentes. Mientras que las originales costaban 70 pesos argentinos de entonces, quienes las revendían llegaron a ganar… 4 mil pesos por cada una.
El año pasado, también fueron en parte los youtubers -así como los títulos políticos-, quienes “salvaron” las ventas. Es que el de los jóvenes fue en estos últimos años el segmento más activo del mercado editorial y la variable que muchas veces “movió la aguja” de las ganancias editoriales, además de aportar un condimento festivo a los eventos en las salas.
Entre quienes batieron récords firmando ejemplares de sus libros a través de los años, se incluyen dos incansables: los estadounidenses James Dashner, autor de la saga Mace Runner (seis horas seguidas en la edición de 2014), y John Katzenbach, autor del super best seller El Psicoanalista, que en 2017 permaneció con el predio ya cerrado garabateando su nombre sobre las páginas para no abandonar a los fans.
La historia es larga, y por supuesto que el futuro también volverá a reunirnos en torno a los libros.
Verónica Abdala/Clarín