
El récord mundial de maratón que estableció el keniata Kelvin Kiptum en Chicago, desalojando de la tabla al “emperador” de la distancia, su compatriota Eliud Kipchoge, y más aún el asombroso récord femenino que había establecido dos semanas antes en Berlín la etíope Tigst Assefa colocan al atletismo de carreras de larga distancia en una etapa revolucionaria. En concreto, por el acelerado cambio que se produce en las marcas de los atletas, llevando su standard a una dimensión desconocida. Por ejemplo, en la frontera de las dos horas para un maratón masculino.
El primer factor que mencionan los especialistas es el tecnológico: la influencia decisiva del nuevo calzado, que produce a la vez una “batalla” entre los grandes fabricantes. Pero todo va acompañado por un cambio muy fuerte en los sistemas de entrenamiento y un crecimiento económico alrededor de las grandes carreras, las “Majors” del circuito mundial de maratones.
Invitado por la organización con motivo del Maratón de Buenos Aires, vino Frank Shorter, el más grande especialista estadounidense en la distancia, campeón olímpico en Munich 1972 y subcampeón en Montreal 1976, entre sus principales conquistas. “En mi época, el único premio era la medalla. Y en algunos casos los organizadores de las principales carreras nos invitaban a participar con los gastos pagos”, evocó. Kipchoge percibe hoy un millón de dólares solamente por presentarse, a lo que hay que sumar los premios de cada carrera, los bonus por las marcas y los contratos de sus auspiciantes.
Casi todos los récords mundiales en distancias de fondo en pista, como los 5.000 y los 10 mil metros, así como en las pruebas de calle y ruta, también fueron arrasados en las últimas temporadas. Y después de un largo período podrían caer las marcas de mediofondo. No solo interviene la legión africana, casi invencible en el último medio siglo, sino que se nota la evolución de atletas de distintos continentes, con una estrella como Jakob Ingebrigtsen, el excepcional noruego.
Los expertos afirman que las nuevas tecnologías de las zapatillas mejoran el rendimiento de los atletas en calle y en ruta en un 4%, y en un 2% en la pista, donde hay más restricciones para su uso. Esos porcentajes a primera vista pueden parecer ínfimos, pero llevados a centésimas de segundo se trata de márgenes amplios de superación.
El comienzo de este movimiento tecnológico se dio luego de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, cuando Kipchoge logró la primera de sus dos medallas doradas en maratón y se convirtió en el símbolo de Nike para lanzar sus modelos Vaporfly y Alphafly.
Desde entonces las “súper zapatillas” consisten en aplicaciones más rígidas en la suela, con entresuelas de espuma que facilitan el rebote. El diseño global de la zapatilla ayuda a impulsar al corredor hacia adelante. Todo esto genera una sensación de “vuelo” o la posibilidad de alcanzar una mayor velocidad con menor esfuerzo. Y se aplica en las carreras y en los entrenamientos: les permite recuperarse más rápido.
Son zapatillas que se desarrollaron desde la última década y llegaron poco después al mercado global, con precios que van desde los 160 hasta los 300 dólares.
Si cuando en la natación surgieron las mallas ultradinámicas intervino enseguida la Federación Internacional y las anuló de las competencias -además de borrar los récords logrados con ellas-, en el atletismo también debió legislar World Athletics, aunque hasta ahora con mayor cautela. Limitan las medidas de las zapatillas y establecen la obligación de que “estén disponibles a todos los corredores”.
Nike avanzó en la carrera tecnológica, pero Adidas no se quedó atrás y el récord de Assefa en Berlín fue su respuesta más reciente. Ambas compañías disponen de “ejércitos” de ingenieros, especialistas en biomecánica y técnicos deportivos en sus principales centros: el LeBron James de Oregon para Nike; el de Alemania para Adidas.
“Estamos en una era de innovación continua y el primer maratón oficial de menos de dos horas se ha vuelto inevitable. Esta nueva zapatilla de Adidas es una demostración, probablemente Nike vendrá con algo y luego serán otros”, dijo el doctor Thomas Allen, del Instituto de Deportes de la Universidad Metropolitana de Manchester.
Assefa logró su récord en Berlín con una Adizero Adios ProEvo 1, que pesa apenas 138 gramos: al día siguiente había sólo 500 pares a disposición del público, a un costo de 500 euros cada uno. A los pocos instantes de ese récord que demolió por más de dos minutos el anterior de la keniata Kosgei, Adidas difundió un comercial de apenas 14 segundos: unas zapatillas blancas gigantes con las tres tiras, utilizadas por Assefa, atadas a la famosa torre de televisión (la Berliner Fernsehturn) mientras un helicóptero estaba a su alrededor.
Javi Moro, jefe de material deportivo de “Corredor”, revista especializada en atletismo, comentó en el diario “El País” sobre cómo Adidas avanzó gracias a una espuma en la suela llamada Pebax. “Tiene una capacidad de expansión brutal, es muy resistente y muy ligera. Y han mantenido el secreto como si fuera la fórmula de la Coca Cola -explicóLas suelas se convertían en una catapulta desde la parte del talón hacia adelante para hacerte salir disparado. Y tienen un segundo beneficio: se acabó la típica imagen del maratonista cojeando al día siguiente. La espuma te protege más del impacto y hace que llegues más entero a los últimos kilómetros”.
Dos semanas más tarde, en Chicago, los vencedores Kiptum y la neerlandesa Sifan Hassan utilizaron las Nike Alphafly3.
Chicago es un maratón que el año pasado le generó un movimiento económico a la ciudad, durante esa semana, de 400 millones de dólares. Cifras iguales o aún mayores (500 millones en el caso de Nueva York) se manejan en los otros grandes maratones: Boston, Londres, Berlín y Tokio. Las cifras de participantes en cada uno oscila entre los 40 y 60 mil, de acuerdo a sus cupos, que hay que reservar con un año de antelación.
El poderío económico de esas carreras –Valencia también busca colocarse en esa escala- influye directamente sobre la elite del atletismo, que recibe un aliciente desconocido hasta hace muy poco tiempo en este deporte.
El otro factor apuntado para la nueva serie de récords, la renovación en los sistemas de preparación técnica y física de los atletas, por ahora está menos difundido. Pero pronto se extenderán, tanto por lo que desarrolló Patrick Sang con su escuadra de portentos keniatas (Kipchoge y la bicampeona mundial de mediofondo Faith Kipyegon) o en Europa por el desarrollo de los estudios como el llamado “doble umbral” de los noruegos: altos volúmenes de entrenamiento, pero con un control estricto de la intensidad. Algo que popularizaron el fenómeno Ingebrigtsen y Kristian Blummenfelt, el rey del triatlón.
Luis Vinker/Clarín-Deportes