a máquina está muy aceitada. Independiente vive un presente que sus hinchas disfrutan como pocas veces pudieron hacerlo en los últimos tiempos. Ante San Martín de San Juan, el equipo de Vaccari volvió a arrojar una certeza: es un conjunto con una identidad definida y muy marcada, que tiene claro qué y cómo lo quiere. Su gente asiste al estadio sabiendo con qué se va a encontrar. El Rojo tiene afán de protagonismo y sabe imponer condiciones. Y le va muy bien con esa impronta. Porque con el inobjetable triunfo ante el Verdinegro quedó como único líder de la Zona B del Torneo Apertura, despegándose de San Lorenzo y también de Rosario Central, que el martes visitará a Platense. Porque llegó a los 21 encuentros sin perder de local, con 14 victorias y siete empates, contemplando duelos de campeonato y Copa Sudamericana.
El trámite no fue sencillo. El partido se presentó con un importante nivel de dificultad. El Rojo tuvo un 73% de posesión en la primera etapa. Un registro muy alto, pero con la salvedad de que la tenencia, en general, fue inocua. Al equipo de Vaccari le costó fabricar el espacio ante un adversario al que no le importó ceder el manejo de la pelota. El Verdinegro fue un conjunto disciplinado, que hizo del orden su bandera, que se cerró muy bien con un 4-4-2 con poca distancia entre líneas para cubrir los espacios.
El local, sin profundidad, no encontró resquicios para quebrar a los sanjuaninos: un centro picante de Millán que no logró controlar Cabral y un envío de Loyola que no logró conectar Tarzia fueron las dos situaciones más claras del dueño de casa en los opacos 45 minutos iniciales. El planteo de Romagnoli fue inteligente porque detectó que Independiente suele encontrar en la proyección de sus laterales una vía para atacar. El Pipi tuvo una lectura acertada del partido y mandó a los volantes externos. Portillo y Iacobellis, a tomar a Angulo y Loyola para que el Rojo no pudiese hacer ancha la cancha.
Independiente logró el quiebre por persistencia. Nunca abandonó su idea. Martilló la pared con paciencia hasta que logró debilitar la sólida estructura edificada por Romagnoli. Y con su insistencia logró demoler el muro. Ávalos rompió el cero con un cabezazo letal tras un córner. Y a partir de ese gol el partido cambió.
Las grietas comenzaron a aparecer en un San Martín que, ya en desventaja, se quedó sin plan y no tuvo herramientas para generar peligro e ir por el empate. Los sanjuaninos tuvieron muy pocas llegadas y prácticamente no lograron inquietar a un Rey que tuvo escaso trabajo durante toda la tarde. Con la víctima herida, el Rojo olió sangre y no tuvo piedad: fue directo a la yugular. Lomónaco, Hidalgo y Montiel tuvieron ocasiones claras para convertir. Pero Ávalos estuvo iluminado y fue el encargado de bajar el telón con un latigazo infernal. Los delanteros no la venían metiendo en el Rojo y el paraguayo se encargó de cortar esa sequía.
San Martín profundizó su crisis: perdió ocho de los últimos nueve partidos. Independiente, que de local arrasa, acumuló además nueve partidos sin caer por el Apertura, con cinco victorias y cuatro empates. Una racha que entusiasma a sus hinchas de cara a los playoffs. El equipo de Vaccari está endiablado…
Favio Verona/ole.com.ar
Los rostros de los hinchas, desdibujados en el segundo minuto adicional, son todo un testimonio de la frustración de Gimnasia. Se aferraron a su arquero, que lo sostuvo cuanto pudo. Estudiantes, que regaló un tiempo y mereció largamente el empate, se encontró con un gol en el último contragolpe. Y el clásico, vibrante en estas diagonales, terminó con un resultado que nadie podrá discutir.
A fin de cuentas, Insfrán se corporizó en la gran muralla con siete tapadas, dos en la etapa inicial. Los cambios que hizo Eduardo Domínguez fueron más efectivos que aquellos que introdujo Flores. No obstante, cabe las preguntas. ¿El técnico de Estudiantes lo planteó bien de entrada? ¿El entrenador de Gimnasia arruinó su propio plan? La respuesta no admite segundas lecturas. Uno leyó mal el partido, pero corrigió a tiempo. El otro, no confió en su estrategia preliminar.
El primera parte tuvo un rato de Estudiantes y momentos muy lúcidos de Gimnasia. Domínguez llegó al Bosque con un esquema poco habitual, una línea de cinco que buscó galvanizar la defensa. Y en ese arranque, cuando pudo manejar la pelota, tuvo dos muy claras: un mano a mano de Medina que tapó Insfrán y un tiro de Azmendia – de frente al arco- apenas desviado.
Entonces, comenzó a equilibrar Gimnasia a través de Castro y, especialmente, de Silva Torrejón, profundo por la izquierda aprovechando las facilidades de Estudiantes a bordo del 5-3-2. El Pata cabeceó como “9” y la pelota pasó a centímetros del arco de Mansilla, quien luego se lució ante un martillazo de Suso en una pelota parada.
Estudiantes estaba encerrado y Gimnasia dominaba. Y el gol llegó por decantación. Fue clave Piedrahíta, avanzando con la pelota al pie de derecha a izquierda. El colombiano asistió a Castro, el Pata la pinchó ante la salida de Mansilla, Núñez salvó en la línea y el capitán capturó el rebote para romper la red y lograr la explosión popular.
Los visitantes reaccionaron en el desenlace de la primera etapa, pero sin éxito. Combinaron Piovi y Ascacibar, Carrillo mató el envío del Ruso con el muslo y sacudió abajo. Otra vez, Insfrán respondió.
Domínguez desarmó el fondo y volvió a la línea de cuatro con los ingresos de Neves y Cetré. Fue más agresivo Estudiantes. Sobre todo, con el picante colombiano, que se perdió la igualdad debajo del arco con un remate en el travesaño.
Gimnasia estaba arrinconado y Flores hizo dos variantes. Llamó la atención la salida de Piedrahíta. Entró Di Blasis. También, Sosa. Y llegó el show de Insfrán, claro. El número uno de Gimnasia le tapó un cabezazo a Carrillo, otro mano a mano a Medina y un cabezazo a Cetré en el área chica.
Flores volvió a cambiar. Salieron Castro y Hurtado, de buenas prestaciones, y refrescó con Panaro y Briasco, dos extremos que podían ayudar en el retroceso y darle velocidad al equipo en las réplicas. Y cuando entró Giménez, sumó a Giampaoli, un tercer zaguero central, en lugar de Rodrigo Castillo.
Insfrán volvió a aparecer ante dos remates de media distancia, uno de Meza y otro de Ascacibar. Parecía imbatible. Y Estudiantes, pinchado porque no salía el gol. Mansilla también dijo presente para ahogar el grito de Silva Torrejón.
Hasta que Sosa regaló un contragolpe y lo que parecía terminar en un rechazo de Giampaoli encontró a Ascacibar, que jugó para Meza. Llegó el centro cruzado y de zurda del lateral, Carrillo la bajó y Giménez arremetió. Todo ante el estatismo de la última línea de Gimnasia.
Los triperos no lo podían creer. El clásico se les escapó en el epílogo, cuando el Lobo afilaba los dientes para sonreír. Estudiantes detuvo la hemorragia de derrotas, pero sembró más dudas.
Daniel Avellaneda/Clarín-Deportes