Habíamos leído unas quinientas novelas cuando apareció Las primas. No era un manuscrito. Era una cosa”, cuenta Liliana Viola en Esta no soy yo, la biografía de Aurora Venturini. “Una criatura tipeada en una máquina eléctrica a la que le fallaba la e, que a veces se ausentaba pero otras aparecía en el renglón de abajo superponiéndose con el resto”. Se refiere al texto con el que su autora, Venturini, ganó el premio Nueva Novela en 2007. Una historia ambientada en los años 40, sobre una familia disfuncional de clase media baja de La Plata.
“Era evidente que quien estuviera detrás del seudónimo Beatriz Poltrinari había releído su obra antes de enviarla, y al encontrarle errores los había enmendado con Liquid Paper y tachaduras”, cuenta también Viola en su libro. Y confiesa que aquella particular presentación llevó a uno de los jurados a pensar que, más que una novela, el manuscrito podía haber sido creado como una obra de arte conceptual.
Detrás del seudónimo estaba Aurora Venturini, una escritora imparable, que se autodefinía como peronista y amiga de Eva Perón; fue esposa del historiador Fermín Chávez; se vinculó con intelectuales argentinos y, según contaba, europeos de gran renombre -Jean Paul Sartre y Simone De Beauvoir, entre otros-; se graduó en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional de La Plata como profesora de Filosofía y Ciencias de la Educación, y trabajó como asesora en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor, donde conoció a Evita.
Venturini, que participaba habitualmente de distintos concursos literarios, pensaba que el motivo por el que no resultaba premiada era que al ver su nombre quedaba atomáticamente eliminada de los certámenes a los que se presentaba. Para confirmar esta sospecha, cuenta Viola en su libro, ella intercalaba piedritas entre las páginas. Si seguían estando cuando retiraba el original, era evidente que no lo habían leído.
Como prejurado del libro, ella recomendó especialmente su lectura a los escritores encargados de dar el veredicto final: Juan Sasturain, Guillermo Saccommanno, Sandra Russo, Juan Forn, Rodrigo Fresán, Juan Ignacio Boido y Alan Pauls. “Un relato entre ingenuo, antiguo, crítico de una época, de relaciones familiares y sociales”, indicaba el informe. “Puede causar rechazo, pero es innegable que se destaca del resto”, decía también.
“Decidí empezar contando los entretelones del concurso donde Aurora resultó ganadora y salió a la luz, porque lo considero un segundo nacimiento”, cuenta Viola a Clarín. “Un nacimiento delirante, en el que intervienen los escritores miembros del jurado reunidos en un bar tradicional de Buenos Aires. Un parto bastante complicado donde termina naciendo esta autora de 85 años. Me parece un comienzo tan pedestre como épico y creo que es el momento mas chismoso de la biografía”, dice.
Y agrega sin embargo que, cuando estaba por entregar el manuscrito, consideró injusto comenzar el libro con la mirada de los demás: “Es una autora que jamás dejó de escribir y de intentar ser reconocida más allá de la mirada ajena. Me pareció que merecía una escena con más protagonismo, por eso busqué un detalle que la pintara más allá de lo que pensamos ‘los supuestos descubridores’”.
A último momento, entonces, decidió agregar un capítulo cero de apenas una página, en el que Venturini de joven monta a su caballo, al que decidió llamar Macondo en honor a García Márquez.
“Un escritor que, en ese momento, los años 60, encontraba el pico de fama que ella tanto deseaba”, dice su biógrafa. “Así que el libro, en realidad, empieza con el día en el que ella, luego de tener un diálogo con su caballo, con quien solía entablar largas charlas, por primera vez se sienta a escribir un cuento”.
-En esa primera página ya se destaca La Plata como escenario. ¿Qué lugar ocupa la ciudad en la vida de Venturini?
-En la discusión del jurado donde terminó ganado Las primas, Juan Forn, antes de saber la identidad de la ganadora, fue el único que detectó que la autora era platense. “Le vamos a dar el premio a una vieja loca de La Plata”, dijo con precisión. Yo no había advertido eso. Recién en una segunda lectura me di cuenta de la importancia que tenía La Plata en la historia y la cantidad de alusiones a negocios, calles y monumentos que incluía. Pero también aludía a un orgullo y una idiosincrasia platense. Más adelante, al encontrarme con sus mas de 40 libros, descubrí que todas sus historias, incluidos los libros de poemas, transcurren en esa ciudad. La Plata no es un escenario, no es un mero fondo: es un mar de fondo. Por eso, en la biografía intento demostrar que más que hija de una madre y un padre, es hija de esa ciudad.
-¿Cómo es leída su obra hoy?
-Su escritura, que es antigua y que está siempre fuera de eje, atraviesa el gusto de diversas generaciones. Interesa con el mismo fervor a muy jóvenes y a muy viejas. A gente que no se considera particularmente lectora y a gente que pertenece a la academia. Durante la investigación me encontré con muchísimos trabajos dedicados a puntos muy precisos de su obra y con muchísimas personas que solo habían leído Las primas y Harry Potter en toda su vida. Se la lee desde el psicoanálisis y desde el feminismo, sobre todo. Creo que lo mismo que la hizo insoportable es lo que hoy la hace fascinante. Un lenguaje retorcido, una mente retorcida. Una narrativa que pone en evidencia los prejuicios que nos formaron y los sostiene hasta que exploten en la lectura. No da cátedra moral, no dice “es por aquí”, o “sos todo lo que está bien”, esas frases con las que la crítica moralista suele adormecerse. Ella sigue su camino de estilo y literatura y no queda otra que seguirla.
-¿Qué aprendiste de Aurora?
-No sé si aprendí algo de Aurora que yo misma pueda ser capaz de practicar. Libertad, coraje, tesón. Pero para mí ella es la comprobación de que la vida puede dar un vuelco extraordinario en cualquier momento, de que la convicción en lo que te gusta y lo que valés te da fuerzas para vivir y tambien mucho resentimiento, y de que en la literatura hay caminos que no se han recorrido aún.
Cuenta Viola en el libro que su biografiada un día le preguntó si podía ir a visitarla. Le entregó un sobre que contenía un testamento firmado ante escribana, donde constaba que legaba a ella, Liliana Viola, su obra literaria como heredera y albacea.
“Tomá, guardalo. Hacelo valer cuando haga falta”, le dijo Venturini según cuenta ella en el libro. “Las dos sabíamos que me estaba dejando un tesoro y una obligación”, reflexiona allí, y agrega la explicación que le brindó la escritora: “Porque ese llamado que hiciste aquella tarde me dio la felicidad que había estado buscando toda mi vida. Te estoy agradeciendo porque leíste el manuscrito de Las primas y, pudiendo haberlo tirado no lo tiraste ni lo traspapelaste”.
Cinco años después ella hizo los trámites necesarios en distintos juzgados de La Plata, reeditó libros en castellano y en otros idiomas, y editó otros que no habían sido publicados. La biografía no estaba en los planes. “Nunca me pidió que la escribiera. Nunca le pedí permiso para hacerla. Toda biografía es un atrevimiento. Y buscando ser buena y justa, una traición”, escribió Viola.
-¿Y qué diría Aurora sobre este libro?
-Yo hago un gran esfuerzo por no pensar en lo que ella habría querido y mucho menos en lo que no… Es muy difícil encarar una biografía teniendo en cuenta el deseo del personaje biografiado. No creo que nadie puede estar de acuerdo con la versión de su vida que escribe otro. Yo no lo estaría si alguien osara meterse con la mía. Ella, muchísimo menos. Pensemos que disfrutaba dando versiones equívocas en las que se contradecía con ella misma. Creo que si pudiera leer lo que escribí me diría lo que dice el título del libro: Esta no soy yo. Evidentemente elegí ese título porque no pude desentenderme del todo de su fantasma, pero también como una coartada para hacer con su historia y con sus verdades lo que se me diera la gana sin temer la venganza desde el mas allá.
Dalia Ber/Clarín-Espectáculos