
Se llama Daniel Guebel (1956) y tiene dos libros nuevos sobre la mesa: El caos, que es la desgrabación de un curso jugosísimo de lecturas que dio junto a Luis Chitarroni en el Malba en 2021, y la novela Paranoia (Interzona). Parecen textos muy distintos en la superficie, pero en el fondo tiene algo que los une: la deriva totalmente imprevisible que ya es una marca de fábrica en su pulso. Es conocida y reconocida la imaginación febril y licenciosa de Guebel. Para demostrarlo vale la pena mencionar sus últimas publicaciones que ponen en evidencia la amplitud de su rango fabulador: La mujer del malón, El rey y el filósofo, El sacrificio, Un crimen japonés, Enana blanca.
Y la lista seguiría porque Guebel no ve los límites y se arroja siempre a una nueva aventura sobre aquello que desconoce.
El caos tiene una bajada que dice así: “un programa desorbitado de lecturas”. Y adentrar en estas páginas es encontrar el saber desbordante del inolvidable escritor y editor Chitarroni (falleció en 2023) junto a los aportes valiosos de Guebel. Este fue un curso dado en pandemia, en el 2021, de forma virtual para el programa de Malba Literatura. Escribe Guebel en el prólogo: “¡Conversar con Luis a día y hora fija! El paraíso a mano, y sin mosquito en sus jardines”. La propuesta es una guía caprichosa por el canon occidental y que la conversación e improvisación lo domine todo. En la lectura de este libro se perciben dos cosas: erudición sin soberbia y diversión extrema. Hablar de literatura, cuando hay amor de por medio, es una de las formas de la felicidad.
Por su parte, Paranoia es una novela que avanza desde una voz femenina con muchos vacíos en su relato (primera parte), un viaje hacia la China comunista (segunda parte) y que luego regresa hacia un experimento entre humanos y botánica (tercera parte). ¿Es todo esto posible? Estamos frente a una novela de Guebel así que todo se vuelve posible. Novela de hechos y discursos que deja del lado cualquier subrayado psicológico, Paranoia construye su relación con el lector desde el componente adictivo simple y asentado en la pregunta: ¿y esto cómo sigue? Dice la voz narradora en la página 109: “Jamás le digo a una mujer que la amo porque tarde o temprano esa afirmación se vuelve mentira”.
-¿Qué ideas te acompañaban cuando comenzaste a escribir la novela?
-Hay una frase que dice: “Un paranoico nunca se equivoca”. Otra: “Todo tiene que ver con todo”. Leí por ahí que la paranoia era la más inteligente de las patologías mentales porque trabaja para construir sentido. Cuando alguien dice “todo tiene que ver con todo”, sin duda piensa en términos conspiranoicos, pero también podríamos concederle que apuesta a establecer relaciones entre asuntos heterogéneos, busca sus redes secretas. Y ese es el modo en que funciona la inteligencia, y entre muchas de sus manifestaciones, la literatura. Y también el universo cuando se lo describe como una red de elementos conectados entre sí. Quizá el universo es la gran paranoia, una araña tejiendo tramas sin descanso.
-La paranoia, como idea, es un concepto que parece abarcarlo todo en la actualidad.
-Escribí Paranoia antes de que Milei asumiera la presidencia. Además, la paranoia es instrumental al funcionamiento de cualquier gobierno. La producción de sentidos absolutos y la ubicación del enemigo facilita todo. No es un fenómeno local. El mundo se está volviendo paranoico y toda bestia al mando de un gobierno piensa la realidad en términos de conspiración y de lucha sagrada, de combate final entre el bien y el mal, eligiendo para sí el lugar del Cruzado, en una mezcla de literatura infantil del pasado y Hollywood para mentes poco ilustradas. Yendo a mi libro, el título no precede la escritura sino que la cierra.
-¿Sos paranoico en tu vida?
-Me acuerdo de haber experimentado momentos de paranoia módica que tienen que ver con el descubrimiento de los recursos de la investigación policial aplicados a la propia vida. Inferencias y deducciones a veces equivocadas. Esos momentos son un tormento y es también un privilegio experimentarlos, cuando duran poco tiempo y uno puede salir de ahí, porque son agotadores. ¿Quién no fue infiel? ¿A quién no le han sido infiel alguien, alguna vez? ¿Quién no vivió esas intensidades? No importan los ejemplos. En esa situación, tanto el cornudo como el corneador producen siempre señales que en el momento del “descubrimiento de la traición” se organizan y parecen develar lo que pretendimos ocultar o alguien pretendió ocultarnos. La víctima de esa mínima conspiración o traición (el cornudo), en algún momento hace un trabajo de reconstrucción retrospectiva que pretende iluminar lo ocurrido, descubre señales no contemplados en el momento en que ocurrieron (demoras, distracciones, perfumes, nuevas palabras, sonrisas extrañas, movimientos nuevos, etc) y las organiza hasta arribar a la construcción completa de un relato: la traición sentimental. Es una tarea afanosa y tiene algo de operación, tanto intelectual como estética. Si es alucinatoria y se vuelve intolerable, concluye en escándalo o en crimen. En el mejor de los casos, termina en aceptación o resignación, en un tango, en un rap, en un bolero, un poema o una novela. O en una canción de Pimpinela.
–¿Sentís que esta novela dialoga con la época?
–Creo que la anticipa un poco. Por supuesto, el libro no está escrito en un instante, sufrió su proceso de edición y entre todo el proceso hasta llegar a librerías pasaron uno o dos años. Entonces, anticipa algo de lo que ocurre y que se intensifica ahora mismo.
–¿Qué representa para vos seguir publicando libros?
–A mí lo que me gusta es escribir. Después, es un placer publicar un libro, presentarlo, recibir comentarios, etc. Pero yo no escribo para eso. Me encanta viajar en la literatura, descubrir cosas a medida que escribo. En general, mis libros tienen que ver con temas sobre los que lo ignoro todo antes de sentarme a escribir. Es como si me estuviera educando a mí mismo. Cuando de chico decidí ser escritor ya no me interesó ninguna otra cosa, solo quería leer. Así que a partir de ese momento me lancé a escribir sobre lo desconocido por mí. Por otra parte, ¿qué sentido tendría escribir sobre lo que uno sabe, si es que sabe algo? Es como hacer turismo guiado. “Aquì a la derecha, el Louvre. Si ahora giran la cabeza hacia la izquierda verán…”. Así que me siento a escribir una novela sobre un manuscrito escrito en una lengua desconocida, otra que transcurre en el Japón del Siglo XIV, después una sobre el encuentro entre Luis XIV y Leibniz, otra sobre la Argentina del Siglo XIX… ¡Y a leer para escribir!
–Se publicó hace poco el curso que diste en el Malba con Luis Chitarroni: El caos. ¿Qué recordás de ese curso?
–Fue la última de las felicidades que tuve, junto con la salida de Accidente y milagro, el primer libro de poemas de Ana Guebel, mi hija. Cuando surgió la posibilidad de hacer el curso, Luis lo podía haber hecho solo. Yo nunca di clases. Luis me dijo: “Dejá que de la lista de autores me ocupe yo”. Empezamos el curso y me sentí muy cómodo, expansivo. En mi cabeza yo era la segunda guitarra de Gardel. Lo que quedó es un libro dichoso y entrañable para mí. También melancólico. El libro se editó después de su muerte, y yo tuve que revisarlo y acortarlo. Estuve dos o tres meses escuchando su voz, en un ritual fantasmal de despedida.
Walter Lezcano/Clarín-Espectáculos
MG Radio 24 Villa Pueyrredón