Grandes y chicos pegados al alambrado detrás del banco local. Las manitos se Diego Maradona le rogaban al cuarto árbitro: “Ya está, por favor”.
Y el silbato final desató la euforia de los hinchas y la emoción del entrenador. “Yo me prendí un habano porque estaba tranquilo, sabía que estos pibes trabajan de verdad. Nosotros no vinimos de vacaciones a conocer La Plata, vinimos a trabajar”, dijo el 10 llorando. Y siguió, gritando:
“¡Rompimos el maléfico de esta hija de puta cancha! Ahora hay que empezar la pretemporada. Gimnasia
tiene que ser grande”, se descargó el entrenador, que se arrodilló en el césped y le agradeció al cielo por la primera victoria de su Gimnasia en su cancha en el campeonato. El 2-1 con Central Córdoba rompió con una racha de siete derrotas de local, cinco con Maradona, que dijo que seguirá
”si Pellegrino gana las elecciones, yo no traiciono”. Antes del partido recibió la visita de Mauricio Pochettino. Dio vuelta el resultado y el clima en Gimnasia, que pasó de la reprobación masiva en el descanso al festejo final. Es que de movida ni la arenga de Diego parecía causar efecto en este Gimnasia enterrado en lo más profundo de la tabla del promedio. El equipo no salió decidido a demostrar imposición desde el vestuario. A falta de un circuito de juego productivo, al menos debería exhibir carácter, ganas, ímpetu cualquier equipo. Y con Maradona como principal motivador, mucho más. Pero el Tripero no solo no lo pudo demostrar en el inicio del duelo contra los santiagueños; sino que presentó todos los síntomas de un equipo condenado, absorbido por todo lo malo de la situación en la que está: los nervios, los temores, la impaciencia, la desconcentración, la parálisis.
La practicidad de los santiagueños bastó para recoger el guante de los errores del local. Con un par de toques, entre Joao Rodríguez y Juan Galeano desactivaron la defensa rival y cualquier furor maradoneano con el 1-0 antes del cuarto de hora de partido. Y ahí es cuando la “diegomanía” queda en un segundo plano. Ahí es cuando el efecto del 10, petrificado en el banco de suplentes, no tiene alcance. Ahí es cuando los aplausos de la previa, el emotivo ingreso de Maradona de la mano de su nieto Benjamín y los cantos de aliento parecen haber sucedido en otra tarde remota y no en la de este caluroso domingo. El malestar de las tribunas repletas (la dirigencia las puso a mitad de precio) se hizo sentir. No contra Diego; contra los futbolistas que no pudieron genera peligro en todo el primer tiempo, más allá de un cabezazo de Eric Ramírez tras centro de Horacio Tijanovich.
Los silbidos que cerraron la primera parte invitaban a pensar que la tarde no tendría arreglo para el Lobo. Sin embargo, Gimnasia al fin se soltó después del descanso. Dejó en el camarín los miedos y, perdido por perdido, se paró con otra postura, más agresiva, más valiente. Otra vez un centro filoso de Tijanovich desde la izquierda cayó cortante en el área de Central Córdoba. La frente de Nicolás Contín mandó la pelota adentro y lo hizo saltar a Maradona de la silla. El empate a esa altura era merecido. Porque, más allá de la falta de juego, Gimnasia empezó a llevarse puesto a los de Coleoni, que mermaron su intensidad y se posaron para buscar el contraataque.
Con el Diego ya de pie, cerca del Gallego Méndez, los platenses dominaron desde los pies de Tijanovich, de Paradela (entró por el lesionado Matías García) y de Franco Mussi (por Alemán). Manuel Guanini tuvo el grito del triunfo, pero Maximiliano Cavallotti se lo hizo atragantar. El Gordo Mussis se comió el suyo y la tiró afuera. Gimnasia lo tenía contra las cuerdas a un Central Córdoba ya sin resto. Le faltaba la mano del nocaut.
Lo que no se entendió es por qué Maradona tenía al pibe Paradela en el banco. Fue el mejor del Lobo desde que entró. Y cuando parecía que nunca iba a llegar ese triunfo anhelado, fue Paradela, con su corrida milagrosa, el que mandó el pase atrás para que Contín la empujara al lado de la línea. Y en ese instante, los chiflidos del entretiempo parecieron haberse escuchado otro día y no en esta tarde de felicidad tripera, la tarde en la que el equipo de Maradona se rehizo y apagó lo que era un nuevo incendio en el Bosque.
Lo envalentonado que terminó Gimnasia que pudo y debió haber ganado por mayor diferencia fue como una fiesta. Pero poco les importa a sus jugadores, hinchas y al propio Diego. La primera victoria en casa del torneo se vivió como un campeonato aparte.
2 GIMNASIA: Insfrán; Caire, Guanini, Coronel, Melluso; Ayala; Ramírez, Alemán, M. García, Tijanovich; Contín. DT: Diego Maradona.
1 CENTRAL CÓRDOBA (SE): Cavallotti; C. Díaz, Salomón, Manenti, M. Sánchez; Alzugaray, Gallucci Otero, Galeano, Melivilo; J. Rodríguez, Valencia. DT: Gustavo Coleoni.
Estadio: Gimnasia. Árbitro: Ariel Penel.
Goles: 12m Rodriguez (CC), 51m y 76m Contín (G).
Cambios: 13m Paradela por Garcia (G), 53m Cristaldo por Valencia (CC), 57m Mussis por Aleman (G), 61m Villalba por Alzugaray (CC), 64m Nani por Salomón (CC) y 84m Comba por Ramirez (G).
Nahuel Lanzillotta/Clarín
Defensa y Justicia venció este domingo a Godoy Cruz de Mendoza, que se aseguró terminar en la última posición de la Superliga durante la etapa 2019 del torneo. David Martínez, a los 44 minutos, y Neri Cardozo, a los 66, marcaron los goles del Halcón, que cerró el año en alza, con un invicto de tres juegos y dos triunfos consecutivos como local.
El conjunto de Florencio Varela pegó justo antes del entretiempo con una jugada rápida que se inició en un tiro de esquina desde la izquierda y terminó con un buen remate de Martínez desde afuera del área: el futbolista que pertenece a River Plate marcó su primer gol en Primera División.
En el segundo tiempo, Godoy Cruz tuvo un intento de reacción pero el partido se liquidó con un buen contraataque que terminó con un fuerte disparo de Neri Cardozo, desde adentro del área. Luego de seis partidos sin ganar en Florencio Varela, el equipo local pudo cerrar la primera parte del torneo con dos triunfos que, con 21 puntos, lo dejaron en la decimoquinta posición, a dos de la zona de clasificación a la Copa Sudamericana.
Godoy Cruz, por su parte, culminó el año en la última posición con apenas nueve puntos y espera por la asunción de Mario Sciacqua en lugar del interino Daniel Oldrá para revertir este presente en el 2020: el Tomba sufrió su decimotercera derrota en 16 fechas y con 36 goles en contra es el equipo más goleado de la Superliga.