«Yo soy una persona, señora.» La frase se la dijo «un preso» a Claudia Cesaroni y aparece en su libro Masacre en el Pabellón Séptimo (2013), debajo de una de Eugenio Zaffaroni, a modo de cita. Años después llegó, sin el cierre de «señora», a la primera obra de teatro que se animó a abordar la masacre más grande ocurrida en la historia carcelaria argentina. Y un poco más tarde logró atravesar un muro: el del penal de Devoto. Lo que debía ser el cierre de una función se convirtió, inesperadamente, en un «clamor colectivo», en palabras de los artistas.
Lo sucedido con la función de Nogoyá en el gimnasio del Club General Lamadrid «trasciende el hecho artístico»: «Es una prueba de cómo el teatro puede abrir grietas en los muros, tender puentes y poner en palabras la dignidad de quienes son sistemáticamente invisibilizados». Sólo 20 metros separan al gimnasio del límite de la prisión. Al final de la obra hay una escena en la que los personajes comienzan a repetir la frase «yo soy una persona» y que remite, claro, a la deshumanización que se vive tras las rejas. Desde las ventanas de los pabellones, los detenidos la escucharon, se apropiaron de ella y comenzaron a gritarla durante 30 minutos.
Sebastián Moreno es el autor y director de este espectáculo de teatro independiente estrenado en mayo del año pasado en el Teatro Carnero, pequeña sala ubicada a dos cuadras del penal, en la que caben 30 espectadores. Sebastián vive hace más de una década en la misma dirección donde hace teatro. Desde que se mudó a la que fuera la casa donde nació su abuela -literalmente, nació allí, y del apellido de la mujer, Dora, viene el nombre del lugar-, estaba buscando hacer una obra vinculada a la prisión, una presencia tan representativa y abrumadora en su barrio. Le llevó tiempo. La pieza está basada en el libro de Cesaroni -impulsora de la causa judicial de la masacre- e inspirada en la célebre canción del Indio Solari. Aborda la represión en la cárcel de Villa Devoto que en plena dictadura militar (1978) dejó un saldo de 65 muertos.
Cuando Moreno estrenó este trabajo no sabía, por supuesto, que a los dos días se anunciaría el inicio de un juicio tan demorado, cuya sentencia llegaría el 10 de diciembre próximo. Por eso habla de «magia» cuando piensa en todo lo que ocurre alrededor del espectáculo. «Ese hecho modificó todo, porque no solo empezamos a hacer una obra sino que empezamos a acompañar el juicio. Fuimos a todas las audiencias y tenemos una relación muy fuerte con los familiares y los sobrevivientes», cuenta.
La del sábado a las 21 era la segunda función de Nogoyá en el club. La anterior había sido para la misma fecha del año pasado, aunque en otro gimnasio, más lejano al muro. «Nosotros tenemos una previa a la función y la función propiamente dicha. Ya en la previa, a partir de las 20, se empezaron a dar situaciones que obviamente me esperaba por la cercanía y por la cantidad de gente que iba a ir -más de 100 personas-. Se empezó a generar un diálogo entre los actores que hacen de penitenciarios con los penitenciarios de la cárcel, en buena onda. El penitenciario nuestro, que es correntino, les preguntaba si les habían aumentado el sueldo y le respondían que no. Había como 50 personas viendo la situación. Todo era muy divertido e impactante», narra Sebastián.
La última escena de la obra fue la primera que se le vino a la mente cuando empezó a idear Nogoyá. Es un momento en que los presos de la ficción interactúan directamente con el público. «La idea general es mostrar que antes de la masacre, en la masacre y después, en la actualidad, siguen sucediendo estas cosas. Que los presos siguen en las mismas condiciones y que la posibilidad de que haya otras masacres sigue vigente», explica el artista. En ese momento de cercanía con el público, los actores repiten la frase «yo soy una persona» hasta el final. Dan la mano a los espectadores, los miran a los ojos, se arrodillan. Sebastián dice que hay quienes, en la platea, se emocionan hasta las lágrimas.
Y ahora se emociona él, cuando dice: «En este caso se dio esta situación de cara a las personas privadas de su libertad». Cuando en la ficción arrancó esa escena, los detenidos escucharon la frase repetida. Además, los cuatro actores que interpretan a presos habían ido a hablarles directamente a ellos, desde un área abierta del gimnasio, que está en refacción. Dentro del club, se escuchaba «muchísimo» el mensaje que llegaba de la cárcel. Las voces de actores y detenidos se mezclaban. «Era extremadamente impactante, una especie de caos, pero muy fuerte», describe el autor.
Terminada la obra, la historia continuó. El director invitó a los espectadores a salir del gimnasio y dirigirse a la esquina, a quedarse «un ratito sin hacer nada, solamente escuchando». «Fue en continuado, los presos seguían gritando ‘somos personas, somos personas’, y el público también. No eran ya los 100 pero había 60, 70 personas y los empezaron a aplaudir desde la calle. En un momento corté la situación para evitar que se generara algún problema.» Los penitenciarios se mostraban «sorprendidos». Se habían encendido los reflectores que apuntan a los pabellones.
«Me comentaron que el servicio se acercó a los pabellones a ver qué pasaba. Entiendo que dijeron que era un hecho artístico y listo, no pasó nada, no hubo ningún tipo de corte a lo que estaba pasando. Que los presos griten por la ventana es algo relativamente común. O sea yo, que vivo cerca escucho, no te digo todas las noches, pero bastante. No pasó nada malo; todo lo contrario», dice Sebastián. Dentro de la cárcel se conoce la existencia de Nogoyá porque él fue varias veces para armarla, entre otras razones.
El domingo, el video de lo ocurrido subido con un relato a las redes de Teatro Carnero se hizo viral y suscitó reacciones de todo tipo. «Hay comentarios esperables, por el odio de la sociedad. Más allá del contenido de esos comentarios se puso en debate esta cosa que parece tan simple, pero que es tremenda: la de no considerar a las personas privadas de su libertad como personas, o considerarlas basura o mierda. Aunque no sea un debate sano en redes, sí está visible y me parece interesante discutirlo en este contexto en que prima la idea de la bukelización de las cárceles, de reprimir cada vez más, y de deshumanizar totalmente a las personas privadas de su libertad», analiza Sebastián. De entre la catarata de comentarios sobresale el de un usuario que estuvo preso justamente en Devoto y al que le devolvieron un par de ataques virtuales en respuesta. Sebastián le escribió y lo invitó a ver Nogoyá, que sigue su camino con una gira por Rosario.
Página 12/Espectáculos