Un gol. Esa puede ser la clave. Si lo bendice a River, lo de Boca se convertirá en un espinoso camino hacia la hazaña porque debería ganar 4 a 1. Claro que si lo encamina a Boca, el 0-2 de la ida en Núñez quedará reducido y el empuje anímico podría dar vuelta todo.
También puede haber un largo 0 a 0 y una tensión extendida. Pero la gran pregunta es cómo hará Boca para ser otro equipo, sacudirse esa impronta económica y transformar su pragmatismo en un ataque ganador.
Del lado de Boca apuestan a que la Bombonera juegue, que lata más que nunca, que le mueva el piso a River y contagie a los de azul y amarillo. Ese ambiente en el que han sucumbido muchos durante años parece ser el principal argumento: una Bombonera que se asocie a Tevez y compañía.
Son especulaciones antes de otro Superclásico para la historia.
En la primera final de la Copa Libertadores del año pasado, en este mismo escenario, aunque de día (la noche potencia), Gallardo ganó el duelo táctico jugando con tres centrales y dos laterales ofensivos, pero Boca (con Guillermo Barros Schelotto de técnico) emparejó las cosas con su mano de nocaut. Pero ahora no está Benedetto, aquel puño de hierro. Esa vez igualaron 2-2.
Será otra historia, siempre lo es. Lo que sucedió en los más cercanos antecedentes, ambos en el Monumental, sirve para recordar que Boca está más cómodo en el orden, defendiendo más que atacando. Alfaro insiste en que ese aspecto también es clave: mantener el arco propio en cero al menos le daría vida hasta el final. Gallardo explicó su idea: defender con inteligencia, buscar otro gol y jugar con la desesperación rival.
Las señales no son buenas para Boca. Su escasez goleadora, esa fórmula de que con un gol me alcanza, sostenida en los números de Andrada, no sería suficiente. Su contracara, River, muestra que el gol le sale fácil. Eso evidenciaron, al menos, en el 0-1 ante Racing y el 3-3 contra Arsenal.
Todo indica que ante la falta de respuestas superadoras Alfaro se inclinará por Tevez y Wanchope Abila en el ataque. Aunque no estén en sus mejores versiones suena lógica la decisión. Necesita alguien que lidere dentro del campo, alguien curtido con miles de batallas. El Apache tiene el pasaporte lleno de sellos. Salvio también puede ser decisivo, por experiencia y por capacidad de desborde ante un lateral (Casco) que se luce atacando, pero mucho menos en la marca. El técnico apuesta también a Mac Allister, sin tanto roce aunque con atrevimiento.
Del otro lado, el Gallardo de memoria. Con un medio campo que lo diferencia del resto y una jerarquía individual que castiga. En el centro, una elección que define el estilo del DT: Enzo Pérez, un 5 de juego, inteligente, asociado a Nacho Fernández, Palacios y De La Cruz. No hay un especialista en la marca.
Está claro que Boca se juega más que River. Lo dijo Gallardo, con picardía: “El partido de mi vida ya lo jugué en Madrid”. Fue consecuencia de la frase dicha el viernes por Alfaro en contrario. El DT de Boca sabe (y dijo) que juzgarán su capacidad por lo que pase hoy, más allá del liderazgo en la Superliga.
Es cierto que la temperatura no alcanza el infierno de la final del año pasado, sobre todo para River, pero sigue lejos de estar tibia. En Boca son varios los apellidos importantes que arriesgan: Alfaro, Tevez, Angelici… Nada de esto sucede en el otro lado.
El Superclásico tiene también sus fantasmas. Los tristemente célebres partidos del gas pimienta y del micro agredido preocupan a los organismos de seguridad en una semana especial, sobre todo ante una eventual eliminación de Boca.
Por último, su majestad el VAR, que también puede ser clave.
Adrián Maladesky/Clarín