Se levanta el Monumental minutos antes de que Sarmiento de Junín dé el golpe con la victoria 1-0 gracias al gol de Iván Morales. “Jugadores/la con… de su madre/a ver si ponen huevos/que no juegan con nadie”, gritan perdiendo la paciencia los hinchas. Pero la realidad indica que la canción debería hacer mención a la idea y no a los contrincantes. A qué juega el River de Marcelo Gallardo es una incógnita que se viene repitiendo a lo largo del año. El piso parece estar cada vez más abajo y la crisis de identidad es total. Los números en rojo se amontonan: tercera caída al hilo en Núñez (Palmeiras y Deportivo Riestra las otras) y cuarta derrota al hilo por el torneo local, cuestión que no sucedía desde 2010.
River juega mal al fútbol y a esta altura de la temporada cuesta encontrar la razón. Que Gallardo no haya logrado ni siquiera breves pasajes de juego lindo a lo largo del año es llamativo y problemático porque tuvo una abultada billetera para armar el plantel según sus gustos. Está más cerca del espanto que del amor este River y por eso cualquier equipo se le puede plantar de igual a igual. Lo hizo en la tarde lluviosa y ventosa de ayer Sarmiento de Junín como antes Deportivo Riestra, Libertad, San Lorenzo, Godoy Cruz y tantos otros.
Las ausencias no pueden servir como excusa. ¿Qué queda para los demás? Es verdad que no estuvieron los seleccionados Montiel, Acuña, Rivero (Argentina), Subiabre (Sub-20), Castaño, Quintero (Colombia) y Galarza (Paraguay), tampoco el expulsado Portillo, ni los lesionados Pérez, Pezzella, Pity Martínez, Costantini y Ruberto. Pero la confusión de identidad de River excede a los que faltan. La carencia de una idea visible es un mal que se arrastra desde hace meses y los de Gallardo llegan a fin de año con más dudas que certezas y con la sensación de que se le puede complicar el ingreso a la próxima Copa Libertadores. Al menos en la tabla Anual deberá dar bastante pelea.
Los nombres en River van y vienen, lo mismo que los esquema. Esta vez el conjunto de Núñez se plantó con un 4-4-2 que mutó en 4-2-2-2 cuando tenía la posesión porque tanto Lencina como Nacho Fernández se centraron para conducir. Se produjo el estreno desde el inicio del juvenil Thiago Acosta (20 años; había sumado algunos minutos contra Atlético Tucumán), que se movió como volante central, muy a pesar de que en la Reserva juega de mixto o de enganche. El chico que tiene como referentes a Enzo Fernández, Nicolás De la Cruz y Kevin De Bruyne tuvo una interesante actuación. Se nota que tiene buen manejo y lectura de juego. También lo acompaña con un buen físico (183 centímetros). En el primer tiempo recuperó un par de balones bien alto en campo rival y hasta estuvo cerca de festejar con un disparo que atajó Lucas Acosta.
La aceleración asociada con la falta de claridad es lo que protagoniza en River, por eso los errores en la toma de decisiones se acumulan. Luce como un equipo en permanente estado de alteración. También abusa de las bochas largas para los delanteros.
Y Sarmiento fue valiente en su postura. Facundo Sava buscó presionar arriba en los primeros segundos de las jugadas y recién después replegar. El gol de Iván Morales en el primer tiempo, tras una grosera falla de Franco Armani, tal vez fue demasiado premio porque Acosta tuvo que aparecer en varias.
Encima, Gallardo se multiplica en las fallas. Para el entretiempo sacó a Colidio, el único que intentaba. ¿Salas no sale nunca por el escándalo que se generó con Racing por la ejecución de la cláusula? El Muñeco jugó casi todo el segundo tiempo con Nacho Fernández de volante tapón e hizo debutar al chico Cristian Jaime, que en Reserva se destaca de delantero y que ante Sarmiento jugó de lateral izquierdo. Es verdad que River hizo figura a Acosta y que el travesaño le negó el empate a Paulo Díaz.
Cayó nuevamente River y cada vez complica más su final de año. Pero lo peor de todo es que no sabe a qué juega.
Maximiliano Uría/Clarín-Deportes
La pesadilla de Independiente continúa. En el primer partido de Gustavo Quinteros en Avellaneda, el tercero del ciclo, volvió a perder, esta vez 2 a 0 ante un Lanús que fue pura efectividad y se metió en zona de Copa Sudamericana. El Rojo suma 14 sin ganar y ya igualó la segunda peor racha de su historia. Está último en la Zona B. Los hinchas estallaron contra el plantel y la dirigencia. Y hubo lluvia de silbidos.
Estaba haciendo los mejores primeros 25 minutos de su paupérrimo semestre, este Diablo maltrecho. Había salido a comerse a Lanús con un hambre voraz, famélico por no haber degustado el manjar del triunfo en este campeonato mientras registró el peor arranque de su historia. Pero volvió a fallar en la zona de fuego, ahí donde más frío hay que estar. Tuvo chances claras en ese comienzo enérgico: un cabezazo desviado de Ignacio Pussetto, una mala definición de Santiago Montiel que la tiró afuera con el arco vacío, otra de Pablo Galdames y un tirito sin potencia de Luciano Cabral.
Mientras la lluvia caía en estocadas finas, Independiente le mojaba la oreja al Granate, aunque no lograba convertir. Y, a veces, esa máxima futbolera que dice que los goles que no se hacen en un arco se sufren en el otro, se cumple a rajatabla. Lanús apenas podía asomar la nariz del otro lado del campo. Decididamente apostado para salir disparado de contraataque aprovechó al máximo un grosero blooper entre Federico Vera y Rodrigo Rey.
Marcelino Moreno condujo por la derecha, levantó la cabeza y buscó con un pelotazo cruzado a Walter Bou. Le faltó potencia, pero la confusión defensiva del local le resolvió todo al visitante. Rey salió con poca determinación a cortar, pero Vera no lo vio y le punteó la pelota al arquero, que quedó pagando. El gol le quedó servido a Bou, como un regalo caído del cielo después de la lluvia.
Todo Independiente sintió el temblor de esa desatención. Los de fuera, la gente, cambió entusiasmo por impaciencia y el aliento mutó en un a ola de murmullos que bajaba como un tsunami de las tribunas. Y los de adentro, los jugadores, cambiaron seguridad por dudas y toques certeros por imprecisiones.
El nerviosismo se trasladó al banco y Quinteros se fue expulsado en una decisión exagerada de Fernando Echenique. Una vieja disputa entre el DT, de su época de Vélez, y el árbitro tuvo que ver. El que se salvó de la segunda amarilla fue Vera, por eso salió en el entretiempo por Leonardo Godoy.
Con Cabral lejos de su nivel de enganche distinguido, con Lautaro Millán recién llegado de Chile y con el pibe Enzo Taborda todavía algo verde según el técnico, al Rojo le faltaba un conductor. Así, con más vergüenza que fútbol, igual intentó buscar el empate. Un frentazo de Sebastián Valdez hizo volar a Nahuel Losada como si fuese Superman. En la siguiente, Ramiro Carrera casi se lo mete en contra, pero lo salvó el palo.
Taborda saltó al campo por un desconocido Cabral. El pibe de 20 años le inyectó la frescura que necesitaba y produjo un cambio de semblante con las primeras buenas arremetidas. Otra vez el palo se interpuso entre Independiente y la igualdad, ahora tras un tiro de Godoy. No le salía una al Diablo, que tampoco tenía la suerte de su lado. Y cuando no eran los postes, era Losada, como en el tiro libre de Montiel, que encima se fue expulsado por doble amarilla.
Rodrigo Castillo sentenció sobre el final y de cabeza otra noche de terror para Independiente.
Nahuel Lanzillotta/Clarín-Deportes
OTROS RESULTADOS
Independiente Rivadavia 0 – Godoy Cruz 0
Vélez 1 – Rosario Central 2
Belgrano 1 – Estudiantes 1
Aldosivi 2 – Huracán 0
Instituto 2 – Atlético Tucumán 0