“Creo que nunca asumí un papel que implicara tanta presión”, declaró en estos días Gillian Anderson. Se refiere a la Margaret Thatcher que tuvo que crear para la cuarta temporada de The Crown, que acaba de estrenarse en Netflix. Palabras fuertes, porque la actriz de 52 años carga con un curriculum pesado.
Contrariamente a lo que muchos creen, Anderson es estadounidense. Nació en Chicago en 1968, pero enseguida su familia se mudó a Puerto Rico y después, cuando ella apenas tenía dos años, a Londres, porque su padre, de ascendencia inglesa, quería estudiar cine en la afamada London Film School.
La familia Anderson vivió allí durante nueve años hasta que su familia volvió a trasladarse a los Estados Unidos, más precisamente a Grand Rapids, Michigan, cuando ella tenía once. Allí cursó la secundaria en una escuela de alto rendimiento para estudiantes superdotados, con un programa de estudios con fuerte énfasis en Humanidades.
Ella misma dice que tuvo una adolescencia problemática y rebelde. Contra las órdenes de sus padres, se puso un piercing en la nariz y se dedicó a consumir abundante cantidad de alcohol y drogas. También participó de algunos hurtos en negocios, tuvo un novio mucho mayor y pasó una noche en la cárcel. “Me sentía como se sienten todos los chicos en los a os de crecimiento: incomprendida”.
Aunque en algún momento tuvo cierta atracción por la biología marina, pronto la actuación ganó su interés. Participó en varias producciones teatrales del colegio secundario y al egresar cursó la facultad de teatro de la Universidad DePaul en Chicago, donde en 1990 obtuvo la Licenciatura en Bellas Artes. Además, participó en un curso de verano en el Royal National Theatre de Reino Unido: Anderson mantuvo durante toda su vida esa doble pertenencia y mantuvo un pie en Estados Unidos y el otro en Gran Bretaña. De hecho, domina a la perfección tanto el inglés británico como el estadounidense, y adopta el acento adecuado según lo requiera el papel.
A los 22 años se mudó a Nueva York, donde trabajó como moza mientras se probaba para papeles teatrales. “Yo solía decir que no me interesaba la televisión, sólo hacer cine y teatro”, recordaría sobre aquella época. Pero pronto renunció a sus convicciones: en 1992 se mudó a Los Ángeles y apareció como invitada en la serie Class of ‘96, de Fox.
Su intervención gustó y entonces de Fox la convocaron para el casting del piloto de Los expedientes secretos X. Pero la década que definió su carrera estuvo a punto de no existir: los ejecutivos del canal no la querían como Dana Scully. Les parecía que no tenía un atractivo convencional y que era demasiado joven –tenía 24 años- para el personaje.
Pero el creador de la serie, Chris Carter, quiso que fuese la protagonista y logró imponer su criterio. Y así fue como Gillian Anderson se hizo famosa. Para millones de fans en el mundo ella todavía es la agente del FBI que formó una inolvidable pareja protagónica junto a Fox Mulder (David Duchovny).
La serie sobre el Departamento de Asuntos Paranormales del FBI, especialista en OVNIS y conspiraciones varias, debutó en 1993 y se despidió por primera vez después de la novena temporada en 2002. En 2016, los agentes Mulder y Scully regresaron para una décima temporada y en 2018 se vio la undécima y, hasta ahora, última. También hubo dos películas, en 1998 y 2008.
Pero toda esta historia casi termina abruptamente. Anderson quedó embarazada después de la primera temporada, y entonces se barajó la posibilidad de adjudicarle el papel a otra actriz para la segunda.
El padre de la criatura era uno de los directores artísticos de la serie, Clyde Klotz, con quien Gillian se casó el 1ro de enero de 1994, en una ceremonia oficiada por un sacerdote budista en Hawaii.
Para los guionistas, el embarazo era un problema: no concebían a una Scully a punto de ser mamá. Pero esta situación los llevó a aguzar el ingenio y a crear el arco argumental más importante de la serie: la abducción de Scully.
Diez días después de dar a luz a su hija Piper, Anderson estaba de vuelta trabajando. Un año más tarde se divorció de Klotz, En ese momento, los días de 18 horas y los fines de semana llenos de trabajo le resultaban normales.
La actriz fue una de las primeras en hacer historia por plantarse ante los productores y pedir el mismo salario que su coprotagonista masculino: le llevó tres temporadas conseguir que le paguen lo mismo que a Duchovny. “Estuve en una posición muy interesante donde fui capaz de decir páguenme lo mismo o no lo hago, y si no lo hacía ellos no tenían programa. Creo que hay que animarse a hablar cuando algo no es justo”.
En un momento, Anderson se cansó de Scully. Le hicieron una oferta que no pudo rechazar para grabar la undécima y última temporada. Pero después dijo basta: “Lo hice por mucho tiempo, ha sido un viaje extraordinario con un personaje extraordinario que he tenido la fortuna de poder interpretar. Hay mucho más que quiero hacer. Tengo tres hijos y quiero estar lo más presente que pueda en sus vidas y creo que ya es tiempo”.
Los otros dos hijos son fruto de su tercer matrimonio. Porque en 2004 se casó, en Kenia, con el periodista Julian Ozanne. En abril de 2006 se separaron y en julio de ese año anunció que estaba embarazada de su segundo hijo, Oscar. El padre era el empresario Mark Griffiths, con quien tuvo a Félix en 2008. Se separaron en 2012.
Clarín/Espectáculos