Hubo un tiempo en el que Racing lo tuvo para comérselo vivo, pero no lo liquidó porque el Rey del Rey de Copas, su arquero Rodrigo, se hizo gigante. Y hubo otro tiempo en el que los cambios de Julio Vaccari revivieron a Independiente y los de Gustavo Costas apichonaron a La Academia. Hubo tumultos, hubo riñas, hubo clima de clásico de Avellaneda caliente que terminó 1 a 1 porque fue un tiempo para cada uno.
El Rojo salvó el pellejo en su cancha, lleva 18 partidos invicto y es líder de la Zona B junto a Rosario Central. Y Racing se quedó con las ganas de dar el golpe en la casa del vecino y sigue sin acercarse a los puestos de playoffs en la Zona A.
Cuando Racing va, hace doler. Va, decidido, incisivo, sin avisar, sin anestesia. Cuando Racing ataca, lastima. Huele los nervios en Independiente y se aprovecha. No lo deja acomodarse abajo y ya lo está abordando, con Salas por la izquierda, con Maravilla Martínez (jugó con una fisura) por el medio o con la subida siempre punzante de Martirena por derecha.
Justamente el primer gol llegó de una pelota que viajó desde la izquierda hacia el otro lado. Eso sí, más allá de la virtud de los visitantes en saber manejarla, la jugada nació de un error no forzado del local. Valdez rechazó corto, a Millán se lo comió Nardoni, un pacman en el medio, Maravilla abrió para Salas y el centro cruzado -otra vez falló Valdez al querer rechazar- para la entrada libre de Martirena.
No era que la tarde estaba dominada por Racing, pero la diferencia estuvo en la calidad de los ataques de un lado y del otro. Independiente tuvo las suyas, aunque era menos claro y no portaba la misma determinación ni terminación en sus avances. Un zurdazo de Tarzia que Arias sacó del ángulo cuando todo estaba igualado hizo entusiasmar a los más de 44 mil hinchas rojos que armaron una fiesta infernal para recibir al equipo, con humo rojo, fuegos de artificio y banderas, algunas con dedicatorias a Costas.
Racing jugó con los nervios de Independiente. Lo maniató emocionalmente. El gol lo usó a su favor. Ocupó bien el ancho del campo. No había sector en que no apareciera alguna camiseta celeste y blanca. El Diablo empezó a sentir los murmullos y el “movete,Rojo, movete”, que bajó demasiado temprano de los cuatro costados. Todo ese clima espectacular de la previa, de pronto se volvía en contra por la impaciencia de la gente.
Y si la diferencia en el resultado no fue mayor antes del descanso es porque el culpable se llamó Rey. El arquerazo y capitán que tiene Independiente -ayer cumplió 100 partidos- le sacó dos pelotas de gol a Sosa. Dos salvadas que dejaron a algún que otro hincha al borde del desmayo. La pasaba mal el local, que por obligación trataba de ir con mucho desorden y pocas ideas. Con Millán diluido, todo quedaba supeditado a algún desequilibrio de Montiel. De hecho tuvo un tiro que pasó cerquita del palo.
Hasta los defensores centrales rojos, Lomónaco y Valdez, siempre seguros, se mostraron dubitativos. Les costó controlar a los delanteros rivales, que no se quedaban quietos nunca. Algo debía hacer Vaccari que, preocupado, masticaba pasto en cuclillas. Para la reanudación mancó a Cabral por Millán y a Hidalgo por Tarzia (amonestado y fastidioso). Así, Montiel se cruzó para jugar por el sector zurdo.
Cabral no tardó mucho en demostrar que tiene que ser titular. Una volea suya de zurda se fue al lado del palo derecho de Arias y el “¡Uhhhhhh!” retumbó como un trueno de esos que asustan en plena medianoche. El ‘10’ recuperó el semblante del Diablo, que pasó a dominar el medio. Armó una linda conexión con Angulo por la izquierda. En uno de esos diálogos, Cabral tocó para el espacio para el colombiano que mandó el centro atrás y Montiel la mandó a la Luna que iba apareciendo tímida en el cielo todavía celeste de Avellaneda. Después llegó otra: Angulo habilitó a Montiel y las manos de Arias salvaron el empate.
Independiente lo puso contra su arco. Racing quedó recluido y con la única opción de sacarla a los ponchazos para ver si alguno de los de arriba lo liquidaba de contra. Pero Maravilla quedó demasiado aislado. Y Cabral dio el toque de distinción para la Pantera Angulo, que anticipó de cabeza la salida tardía de Arias y rugió en la red.
El final fue una maraña de peleas, agarrones, guapeadas y poco fútbol, producto de un árbitro demasiado permisivo. La igualdad terminó siendo justa.
Nahuel Lanzillotta/Clarín-Deportes
OTROS RESULTADOS
Belgrano 1 – Barracas Central 1
Lanús 4 – Instituto 1