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Con La Vida Mentirosa de los Adultos vuelve la enigmática Elena Ferrante

Anita Raja es sindicada por muchos como la escritora que publica bajo el seudónimo de Elena Ferrante.

“¿Por qué cuando se habla de sexo un adjetivo nunca será suficiente?”. Eso se pregunta un personaje de la nueva novela de Elena Ferrante, La vida mentirosa de los adultos. “¿Por qué hacen falta muchos -incómodos, insulsos, trágicos, felices, agradables, repulsivosy nunca de a uno por vez sino todos juntos?” El nombre Ferrante -seudónimo de la novelista italianaevoca todas las paradojas de la vida íntima. Resume la madeja de impulsos que mueven a sus heroínas.

La literatura de Ferrante se ha convertido en un fenómeno mundial. Su cuarteto de novelas de la saga Dos amigas, que sigue a una pareja de amigas competitivas en la Italia de posguerra, ha vendido más de 11 millones de ejemplares en todo el mundo y se adaptó para una serie de HBO. La vida mentirosa de los adultos será adaptada por Netflix.

La historia comienza cuando una mujer está sentada ante su escritorio recordando un momento de dolorosa desilusión de su juventud. Giovanna parece combinar las personalidades de las dos amigas de las novelas anteriores: el fuego y la reflexión. Pero ha crecido en la clase media y en el presente; el mundo ha sido más benévolo con ella. Sin embargo, el idilio de su infancia se hizo añicos a los 12 años, cuando oyó casualmente a su padre decir que era fea.

El comentario de su padre desató en la niña una ola de vergüenza y autodesprecio casi demasiado grande para su cuerpo. El padre dijo que ella se estaba pareciendo a su odiada hermana Vittoria, distanciada desde hacía mucho. “Me fui sigilosamente”, dice Giovanna, “todavía me estoy yendo sigilosamente”. Algo en ella quedó desanudado para siempre. Ese momento recrea una famosa escena de Madame Bovary: Emma mirando a su pequeña hija, lanzando una exclamación ante su fealdad.

Es una escena que desde hace mucho obsesiona a Ferrante. En ensayos y entrevistas, se pregunta si su propia madre alguna vez expresó un sentimiento como ese. Envidia a Gustave Flaubert su franqueza estremecedora. Una vez escribió: “He creído, con enojo, con amargura, que los hombres que son maestros de la escritura pueden hacer que sus personajes femeninos digan lo que las mujeres verdaderamente piensan y dicen y viven pero no se atreven a escribir”.

Es cierto que las mujeres de Ferrante nunca pronuncian una frase como esa. En cambio, huyen o se destruyen. Pero en esta novela, Ferrante eleva la frase y la retuerce, poniéndola en boca de un hombre. En la novela de Ferrante hay una sensación de que, si Giovanna hubiese oído semejante comentario en boca de su madre, habría un enfrentamiento inmediato y quizá no habría libro. ¿Pero qué hay en ser declarada tosca e imperfecta por el padre, por la voz de “deslumbrante autoridad” de la familia, como escribe Ferrante?

Giovanna pierde su anclaje. Le cree. Empieza a buscar su desaprobación y, más tarde, la desaprobación del mundo. La consume el afán de hacerse amiga de la tía Vittoria. Su rebelión se transforma en un tipo extraño de libertad. Espía a sus padres para Vittoria e informa a sus padres sobre su tía, “embelleciendo” sus relatos. En el curso de sus operaciones como doble agente, descubre la profunda mendacidad de los adultos.

En un sentido, la literatura de Ferrante desde hace mucho se preocupa por la idea de “ser fea a los ojos del padre”: escribir a contrapelo, contra la autoridad y las convenciones. En el centro de su obra no sólo está la vida de las mujeres sino también la femineidad misma. Las reseñas sobre la obra de Ferrante destacan la liberalidad con que su obra toma elementos prestados de las novelas románticas y comerciales: el melodrama sin complejos, el suspenso. Les presta enorme atención al embarazo y a las niñas pequeñas y las mujeres ancianas, rara vez tema de la literatura seria.

Ferrante creció creyendo que, si no lograba la aprobación masculina, “eso equivalía a no existir en absoluto”, ha escrito. Fue más tarde que descubriría la literatura feminista que reorientó su pensamiento. “Me di cuenta de que tenía que hacer exactamente lo contrario: tenía que empezar conmigo misma y con mis relaciones con otras mujeres”, contó.

El padre es destronado; ¿quién ocupará su lugar? Durante un tiempo, la chica encuentra un sustituto en el caótico atractivo de su tía. Después, en otro hombre, el carismático Roberto. Pero en Giovanna reina una veta de obcecada independencia.

Vuelve a sus amigos de la infancia y, crucialmente, halla libertad y privacidad en el engaño, en ser autora de su propia libertad -un viejo tema en Ferrante-. De joven, la escritora llevaba un diario y se esforzaba por registrar su vida con absoluta sinceridad. Cuando la aterró la idea de que alguien lo descubriera, sembró sus “verdades más impronunciables” en la literatura. Es una decisión que parecía presagiar la adopción de su seudónimo y la libertad del anonimato.

Las mujeres de Ferrante se desmoronan de manera tan espectacular que es fácil olvidar que la gran mayoría de sus novelas tienen, si no finales felices, al menos notas de reconciliación. Sus mujeres salen airosas de la tormenta porque son escritoras; el acto de narrar se convierte en un acto de enmendar. El melancólico párrafo inicial -una advertencia de que este relato quizá sólo sea “una confusión enmarañada de sufrimiento, sin redención”- no cuadra con la historia que tenemos en las manos, sobre la evolución de una joven mujer, tan atrevida y sensatamente reservada, proclive a inventar pero sincera consigo misma sobre sus deseos. Ferrante deja muchos hilos sin anudar; nos deja preguntándonos por el pronóstico del principio y la enigmática y extrañamente heroica conclusión de la novela: ¿qué es este progreso que parece contener las semillas de la regresión? ¿Cuándo una rebelión es indistinguible de una retirada?

Parul Sehgal/New York Times/Clarín

Traducción: Elisa Carnelli

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