
El punto, esta vez, genera contrapuntos. Es cierto que se jugó en el Morumbí, pero Racing se quedó con la sensación de que podía haber cerrado la serie en tierra paulista. Porque fue más que San Pablo, claro. Así y todo, el regreso a Buenos Aires tendrá un balance positivo. Por el gol de visitante y, fundamentalmente, por el rendimiento que ilusiona en la revancha que se jugará el martes en Avellaneda.
La última pelota del primer tiempo fue un acto de Justicia. A fin de cuentas, Racing no merecía viajar al entretiempo entre los escombros de una derrota. Si construyó su juego en el campo de San Pablo. Pero bastó que fallara Gabriel Arias, habitualmente sólido, para que se derrumbara en un instante. Entonces, el gol de Enzo Copetti fue reivindicatorio para el equipo.
Es que, al menos en la primera etapa, Racing se mostró con una imagen muy distinta a la que dejó en el desenlace de la Copa de la Liga Profesional, cuando decidió refugiarse cerca de su arquero, cortar circuitos y salir de contra. Juan Antonio Pizzi plantó un equipo más ofensivo, con tres marcadores centrales, los laterales lanzados, elaboración en el medio a partir de Ignacio Piatti y Leonel Miranda y Copetti adelante para aguantar de espalda y permitir la llegada de los mediocampistas o terminar la jugada. Y se adueñó de la pelota (62% de posesión al cabo de los cuarenta y cinco minutos iniciales).
Así y todo, más allá del dominio y la postura ofensiva, le costó penetrar en el área de San Pablo. Buscó por afuera, con algún pelotazo para saltar líneas, pero trianguló poco. La mejor jugada en media hora fue una guapeada de Martínez, que salió jugando desde el fondo, con la pelota dominada, encaró hasta 3/4 y sacó un bombazo que se perdió apenas arriba del travesaño.
Dejaba buenas señales Racing, más allá de aquel tiro cruzado de Igor Vinicius que tapó Arias abajo. Hasta que se soltó Wellington, le ganó el cuerpo a cuerpo a Juan José Cáceres y metió el centro a media altura. Arias quiso embolsar la pelota, le rebotó hacia adentro y Vitor Bueno, que había ingresado por el lesionado Eder, la empujó al gol.
A partir de la desventaja, Racing vivió sus peores momentos. Y de un córner propio casi termina otra vez buscando la pelota adentro de su arco. Falló Aníbal Moreno, llegó la réplica, condujo Wellington y dejó a Vitor Bueno de frente al gol. Sin embargo, esta vez, Arias mostró una notable reacción para tapar el mano a mano a mano.
Racing pasó de dominar el juego a una derrota que pudo ser más holgada en ese instante de zozobras. Pero lo empató en el epílogo del primer tiempo gracias al incansable Copetti, quien recibió de espaldas un pase de Nery Domínguez, giró, enganchó hacia adentro, le ganó la posición a Diego Costa y clavó un derechazo inalcanzable para Volpi.
En el complemento, San Pablo pareció más decidido a asumir el protagonismo, pero se fue diluyendo lentamente y Racing volvió a tomar el control de la pelota.Mena volvió a proyectarse con enorme fluidez.
Mauricio Martínez tuvo una gran oportunidad, nuevamente de media distancia, pero su remate rasante halló una gran reacción de Volpi.
Hernán Crespo metió otro delantero, Gabriel Sara, y apostó a un viejo conocido de los clásicos de Avellaneda, Martín Benítez. Tuvo algo más de movilidad, aunque siempre fue Racing el que desequilibró. Pizzi también movió el banco. Y casi lo gana con los cambios. Entraron Maxi Lovera y Fabricio Domínguez. Los dos se encontraron después de un gran quite de Miranda y el centro pinchado del uruguayo no fue gol de Mena porque el chileno, abajo del arco, se perdió apenas alto.
Fue empate y aunque el final está abierto, Racing tiene argumentos para soñar con el pase a cuartos.
Daniel Avellaneda/Clarín

Boca no hizo nada para perder y, como intentó poquito para ganarlo, empató sin goles contra Atlético Mineiro por la ida de los octavos de final de la Copa Libertadores. No le convirtieron e irá a Brasil a buscar la clasificación, como tantas veces en su historia. No brilló ni mucho menos el equipo de Miguel Russo, pero minimizó al Galo, que se presentaba en la previa como un gran cuco, y fue perjudicado por un error del árbitro al anular un gol que había sido válido. Pero todo está por suceder en la serie.
A qué iba a jugar este nuevo Boca era una de las cuestiones más interesantes del duelo copero. Encima le tocaba medirse contra el mejor equipo de la fase de grupos. Y hay que decir que el local pudo hacer un juego de igual a igual: no se notaron diferencias, a pesar de que los de Belo Horizonte llegaron al choque con más rodaje. Pero atención: esto no quiere decir que Boca jugó bien. Jugó a estar ordenado Boca, a que no lo agarren mal parado, a no sufrir goles en contra y a ser efectivo en las pocas situaciones que podría generar. No está tan mal para un primer juego de semestre. Aunque se le va a ser difícil conseguir grandes cosas jugando con esa poca ambición.
Regaló campo y pelota Boca. No fue el equipo intenso con el que se especuló ni tampoco fue un vertical 4-33. Se plantó con un 4-1-4-1, con Pavón y Villa pasando siempre la línea de la pelota y plantados sobre la mitad del campo. Desde ahí lo dejó hacer al elenco de Brasil, que manejó mucho pelota pero careció de ideas. No inquietó a Rossi, más allá de un remate lejano de Hulk. Fue un equipo sin picante: el “3” siempre custodiando su sector, los centrales medidos, el “5” bien metido entre ellos, los extremos fijados y así con todos los futbolistas.
En Boca solo el Pulpo González se salió un poquito del libreto y con eso le bastó para ser el más destacado. Arrancó como interior por derecha el ex Lanús, pero se movió por distintos sectores según se lo dictó su intuición. Marcó el gol que fue pero no fue llegando al área como “9” y contó con otra clara, pero su cabezazo fue desviado por el arquero Everson.
Hubo polémica en la noche de la Bombonera. Casi que fue un papelón, hay que decirlo. Después de una buena jugada colectiva por la derecha, Norberto Briasco peleó una pelota aérea con Nathan y el rebote le quedó a González, que definió de cabeza ante una apresurada salida de Everson. Los locales salieron a festejar y los brasileños, a reclamarle al colombiano Andrés Rojas que fuera al VAR a observar la acción. Pedían empujón de Briasco a Nathan.
Sucedió que al árbitro no le andaba el auricular y estuvo 5 minutos sin saber qué hacer, mientras los jugadores se peleaban entre ellos. Nacho Fernández, de regular actuación, volvió loco al colombiano con los reclamos. Recién cuando recuperó el so-
nido, fue al VAR y cambió su fallo. Es cierto que el empujón existió, pero fue menos que mínimo. La sensación es que son acciones en las que se debe respetar el primer fallo del juez.
Salió con otra actitud Boca a jugar el complemento y algo mejoró. Pavón y Villa se invirtieron y el extremo que jugó el Mundial de Rusia con Argentina levantó mucho su nivel. Fue el más peligroso del equipo. De los pies suyos nacieron las más claras del local: primero habilitó al Pulpo González, pero no pudo conectar la pelota a centímetros del arco; y luego mandó un centro pasado desde la izquierda, que casi se mete en el ángulo izquierdo de Everson.
Lo de Mineiro fue flojísimo. Nacho Fernández pesó poco: se notó con no llegó óptimo desde lo físico. Los cambios de Cuca tampoco le cambiaron la cara al conjunto brasileño. Acaso esa sea la mejor sensación con la que se queda Boca tras el primer chico: Atlético, señalado como uno de los grandes candidatos al título, no lo superó en ningún momento.
En el primer partido del semestre, Boca empató sin goles. Con un equipo ultra ordenado y no tan ambicioso, logró no perder de local y ahora irá a Brasil con ilusión y un poco más de rodaje (se medirá el viernes contra Unión en el arranque del torneo local). Eso sí: deberá mejorar un poco para vencer a Mineiro.
Maximiliano Uría/Clarín