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Hoy y mañana: Leo Genovese y el Trío Sin Tiempo en el Bebop Club

Hoy y mañana: Leo Genovese y el Trío Sin Tiempo en el Bebop Club

Si no fuese porque “anfibio” es un término militar y él representa lo más alejado de cualquier forma de verticalismo, se le podría aplicar a su capacidad para moverse a través de los estilos. Aunque tal vez por su talento le quede mejor el industrial “fuera de serie” o en todo caso el más lejano “rara avis” con el que en la Roma de fines del siglo I Juvenal se refería en sus Sátiras de un “cisne negro”. Como sea que fuere, por capacidad de transformación, creatividad y presencia, Leo Genovese es un músico extraordinario. Desde hace varios años el pianista –también saxofonista si pinta la ocasión– nacido en 1979 en Venado Tuerto y radicado desde hace años en Estados Unidos, Genovese es una referencia del jazz en New York y su carrera se despliega en múltiples direcciones. En la actualidad, es el director musical de la banda del rapero Residente, toca rock progresivo con The Mars Volta, contribuye a las distintas miradas del jazz de los grupos del saxofonista Joe Lovano, el trompetista Tim Hagans, la flautista Jamie Bound, el baterista Ziv Ravitz, entre otros, y sostiene distintos proyectos propios. Uno de ellos es el Trío sin tiempo, la conexión argentina de su música.

Genovese, junto a Mariano Otero en bajo y Sergio Verdinelli en batería, sostienen el Trío sin tiempo, con el que elaboran música propia, un hard bop que profundiza sus búsquedas abierto a estímulos de los más variados y una dinámica ejecutiva en la que el virtuosismo individual confluye hacia un horizonte de juego colectivo. El viernes 26 y el sábado 27 de diciembre estarán en Bebop Club –en doble función, a las 20 y 22.30– para presentar lo que grabaron recientemente en New York, en el legendario estudio de Rudy Van Gelder, en New Jersey. De esa casa salieron en su momento discos como Outward Bound(1960) de Eric Dolphy, A Love Supreme(1964) de John Coltrane, Speak No Evil​ (1965) de Wayne Shorter, entre otras producciones para los sellos Verve, Prestige y Blue Note.

“Ahí está toda la historia”, dice Genovese al comenzar la comunicación en video con Página/12. “Además nos grabó Maureen Sickler, que fue la única asistente que Rudy Van Gelder tuvo en su carrera, que trabajó codo a codo con él. La única persona que podía tocar la consola mientras Rudy estaba ahí era ella, que ahora es la capitana de ese estudio”, continua Genovese. “Grabamos composiciones de nosotros tres, música nueva. Tuvimos la posibilidad de hacer unos siete conciertos en Nueva York justo antes de entrar a grabar, como para tener la música calentita después de darle las vueltas de tuerca necesarias, de investigarla un poco más en profundidad para que todo fluya de la mejor manera en el estudio. Y así fue. La grabación pasó volando, en cuatro horas ya estábamos afuera”, recuerda el pianista.

Desde Groningen, en Países bajos, donde llegó hace unos días para dar una serie de clases en el conservatorio, Genovese aparece en la pantalla abrigado hasta las orejas. “Hace mucho frío acá, pero me puse el pullover de alpaca que me regaló Mariana Carrrizo”, se jacta el pianista y sigue hablando de New York Sessions II, el disco que pronto navegará en el océano de las plataformas digitales. Sobre la huella de New York Sessions I, el álbum de canciones instrumentales para piano y bajo que Genovese y Otero presentaron a principios de este año, este nuevo trabajo del trío –formalmente el tercero–se nutre en la idea de lo colectivo. “En la tradición el trío es un formato de pianistas, es cierto, pero en este caso buscamos otra dinámica, un juego más abierto entre las partes. No hay liderazgo, o más bien el liderazgo cambia continuamente, pasa de un instrumento a otro y nada es definitivo. Buscamos la paridad tanto desde lo instrumental como desde lo compositivo, tres miradas diferentes construyendo un sonido grupal”, sostiene Genovese. “Así que eso, en un contexto óptimo nos celebramos a los tres como intérpretes de nuestra propia música, con la alegría de que junto a la música, crece la amistad para que el trío logre continuidad, que no sea una cosa que se enfría y se va, que no sea una música de temporada, como si fuese Mar del Plata”, continua Genovese.

Marcas en el camino

En febrero de 2023 Genovese recibió un premio Grammy al “Mejor solo improvisado de jazz” por lo que hizo en “Endangered Species”de Esperana Spalding, para el álbum Live At The Detroit Jazz Festival(2022), del legendario saxofonista Wayne Shorter. “Los premios no son un punto de llegada ni mucho menos, apenas una marca en el camino. Son como mojones, te permiten darte cuenta dónde estas parado. Y nada más”, dice.

Entre las últimas grabaciones de Genovese, en distintas formaciones, se destacan los dos volúmenes de Estrellero(2023 y 2024), con el contrabajista argentino radicado en Portugal Demián Cabaud y el suizo Marcos Cavaleiro en batería; Eyes to The Sun(2024), con Camila Nebbia, la saxofonista argentina que vive en Berlin, y el baterista austríaco Alfred Voge; Full Cream(2024), con el baterista israelí Ziv Ravitz; No somos dos(2024), con el baterista chileno Gabriel Puentes; además de los personales Instinct(2023) y Piano Solo en Rosario(2023) y Ritual(2022), con el baterista estadounidense Jeff Williams y Demian Cabaud con la participación de la catamarqueña Nadia Larcher y los dos discos del Trío sin tiempo: Ritmos de agua(2021) y Sin tiempo(2020). Discos notables en su individualidad, con músicas abiertas en las que de distintas maneras suenan formas de alguna diáspora.

“El Trío sin tiempo es para mí, un caso especial, porque más allá de la música hay una amistad entre los tres que nos mantiene en comunicación todo el tiempo y también muy informados sobre lo que cada uno está haciendo”, asegura Genovese. “Me acuerdo antes de irme a Boston para estudiar en la Breklee,Sergio y Mariano eran próceres para mí. Y lo siguen siendo. Yo los iba a escuchar con sus grupos y me grababa con casetes los conciertos para volver a Venado (Tuerto) y poder descular qué estaban haciendo. Es decir, los estudié antes de conocerlos personalmente. Quiero decir, esto nació desde el respeto y la admiración”, enfatiza Genovese.

“Hoy en día Mariano y Sergio tocan todo el tiempo en Buenos Aires, tienen un trío con Ernesto Jodos y son dos de los músicos más requeridos de la escena de allá. Por su parte Mariano es un gran productor y tiene ese estudio divino y lo llama mucho a Sergio también para grabar con las bandas que produce. En alguna de esas grabaciones Mariano me invitó a participar también a mí, así que terminamos grabando la producción y las ideas de Mariano. En fin, tratamos de mantener esa llama calentita. Ellos están muy afirmados en Buenos Aires y yo yendo de acá para allá todo el tiempo, con mil cosas”, agrega el pianista.

¿Cómo es la vida y la música del que anda “en mil cosas”?

–Es andar cuidando de que esas mil cosas no se lleven un pedazo tuyo y que quedes hecho un rompecabezas. Entonces primero está el cuidado de la salud, y desde ahí buscar de mantener una especie de paz interior. Y sobre eso está la organización, lo que me permite presentarme preparado a las cosas a las cuales me sumo. La mayoría del trabajo se hace con tiempo. Es decir, me llaman para tocar de acá un par de meses, me mandan una música, que puede ser súper difícil, y entonces se trata de programar mi tiempo para poder estudiarla y llegar preparado. Y como me llevo bien con ser un tipo organizado, lo disfruto. Disfruto de los viajes, de los cambios y de la música de cada proyecto y el hecho de estar muy activo y muy pendiente de tantas músicas distintas es parte de mi universidad.

¿Cómo elaborás y recortás de eso tu estilo personal?

–Eso, de alguna manera, viene pasando por los conciertos y los discos de solo piano, que es algo más fácil que coordinar un grupo. En el solo piano, más allá de eso, hay siempre una gran dosis de improvisación, es decir, de elecciones personales que no tengo que explicarle a otros y ahí también aflora un poco la variedad de mi universo musical, que está hecho de toda la música que toco. Siempre se cuela algo de ahí. Inevitablemente lo que aprendo con una banda se filtra un poquito con otra banda y la inspiración que me trae una banda o de repente alguna idea que me implantan en algún campamento, lo traigo para otro campamento. Soy como una especie de abeja polinizadora que anda de flor en flor.

¿Entre tantos movimientos tu gusto musical cambia continuamente?

–No tanto, porque hay elementos generales que son los que me interesan en una música. Me gusta la música que me desafía, me incomoda porque eso me inspira. Me gustan las texturas complejas, los ritmos que no se congelan en la repetición, que cargan historia y que, a su vez, te invitan a movilizarte. Y me gusta que siempre todo venga envuelto en un velo de misterio. En definitiva, me gusta la música que me mantiene la escucha despierta.

El ritmo del mundo

– En la variedad de tu universo musical hay mucho de folklore ¿De dónde te viene?

–Nací en Venado Tuerto y fui a una escuela de campo donde todos mis compañeros escuchaban folklore. Yo era el más rockero, un poco punk y muy ricotero, hasta que me fui lejos de casa en 2001. Por las cosas que pasaron ese año en la Argentina y en Estados Unidos, me llevó un tiempo poder regresar a casa. En ese corte de cordón se dieron las primeras nevadas, los 30 grados bajo cero de Boston, los amigos con los que nos juntábamos a comer alguna lenteja. En esas reuniones de pronto se escuchaba un Eduardo Falú, una Liliana Herrero, un Guillermo Klein, Atahualpa, el Cuchi Leguizamón. Música de raíz y de gente que hacía su música influenciada por el folklore. Eso me pegó. Yo sólo me había llevado la partitura de “La equívoca”, una chacarera de Ariel Ramírez que estaba en casa, en el piano de mi vieja. De ahí empecé a investigar y esa fue mi puerta de entrada al folklore, hace 25 años.

¿Cómo siguió eso?

–Poco después, el folklore se transformó en el centro de mis estudios, sobre todo desde los ritmos. Por ahí me iba a tocar a Macedonia y escuchaba otros compases, otros “piques” de bombo, digamos, folklore de ellos que para mí era una marcianada y no entendía nada. Entonces empecé a adaptar los “piques” nuestros, los patrones rítmicos nuestros a la música de ellos. Para poder entenderlos. Así, desde nuestro folklore, pude abordar otras músicas muy distantes.

– El folklore como un gran maestro…

–¡Claro! Desde nuestra música abordo cualquier música de África, de los Balcanes, de Norteamérica, del Caribe, de donde sea. Porque siempre aparece un elemento común que las acerca. Lo hago desde la Zamba, la chacarera y la música del Río de la Plata, el candombe. Esos ritmos son mis tres reyes magos.

Santiago Giordano/Página 12-Espectáculos

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