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El Valle de Punilla vibró con el Cosquín Rock 2025

El Valle de Punilla vibró con el Cosquín Rock 2025

Faltaban quince minutos para que Santi Celli diera el puntapié inicial en el escenario Norte, y el cielo se encargó de voltear toda esperanza con una descarga cerrada de agua. Si la lluvia ha sido habitual coprotagonista de la larga historia de Cosquín Rock, la edición 25º aniversario no iba a ser inmune. Pero poco le importó a la primera andanada de asistentes recibidos por el mismo José Palazzo en el acceso, premiándolos con camisetas por su condición de pájaros tempraneros. Poco después, esa misma gente ejecutaba sus primeras danzas bajo la lluvia. Y así el gran encuentro en el Aerodrómo Santa María de Punilla ofreció de entrada la cuota épica de todo festival que se precie. Sobre todo en una edición especial, la vigésimo cuarta que por cuestiones pandémicas marca los 25 años de vida.

En el extremo opuesto del predio se encontraba el escenario Sur, otro de los seis erigidos en esta versión de la cita musical cordobesa. Ahí el grupo Ryan, en su debut en la grilla, confirmó su chapa de sensación del nuevo under argentino con un show volátil que tuvo como corolario a Javier Milei y Donald Trump besándose en las pantallas (emulando el beso comunista entre Leonid Brezhnev y Erick Honecker inmortalizado en el Muro de Berlín), mientras tocaba su tema “El beso más famoso del mundo». “Lo hicimos porque estamos muy molestos con lo que viene diciendo el presidente en las últimas semanas”, les dijeron los músicos a este diario apenas bajaron de escena. Convirtiendo al evento, al igual que el año pasado, en tribuna política.

Acto seguido, se produjo el retorno de Jóvenes Pordioseros al festival, y lo hicieron con un set que incluyó una gran revisita a “Ñam fri frufi fali fru», himno ricotero en el que el frontman Toti Iglesias llevaba ataviada la bandera argentina tal cual superhéroe. La fecha del sábado también significó el reencuentro con el Valle de Punilla de Cruzando el Charco, grupo que desenvainó en el escenario Montaña un caleidoscopio de hits entre los que destacaron el reggae “Lo nuestro tiene magia” y la intimista “Volver a nacer”. Previamente, por ese tablado pasó el dúo El Zar, que aprovechó la vuelta del sol para despachar su pop veraniego.

El auténtico pop para las masas asomó en el Norte: cuando Hilda Lizarazu ganó las tablas, los brazos que se elevaban en el estribillo de “Necesito tu amor” saludaban a ese sol que ya rajaba las piedras y levantaba un calor húmedo que desafiaba hasta a los más audaces. Pero claro, lo de Hilda era una oferta que no podía fallar: obras maestras de Charly García en una voz que las conoce a fondo, y mantiene su aura magnetizadora de almas. La arenga general de “Nos siguen pegando abajo” (con reclamo de «Aguante Milo J!» incluido), el groove de «Fanky», el delicioso dueto de Hilda y su hija Mia en «Buscando un símbolo de paz» y las emocionantes versiones de «Seminare» y «Rasguña las piedras» -coreadas hasta la afonía por la multitud- colorearon uno de los puntos más altos de la primera jornada.

A unos cuantos metros, en el escenario Boomerang, ya habían desfilado la canción de Florián, el groove de Vinocio y el indie de Siddharta. El músico mexicano fue uno de los actos internacionales de la primera jornada, al que le secundó La Vela Puerca, uruguayos con ciudadanía honoraria en este lado del Río de la Plata que históricamente tocaban en el escenario Norte: en esta ocasión se presentaron por primera vez en el escenario Montaña, relativamente nuevo y confeccionado para artistas más del palo indie o alternativo. Y el ensayo funcionó bien, al punto de que su público logró cohabitar con otro diametralmente opuesto, pero que, por ese corte popular de la banda, la conocía. Arrancaron con “El viejo”, siguieron con “Sé a dónde quiere ir” y “Colabore”.

Desde hace varios días que se corría el rumor de que La Vela Puerca y No Te Va Gustar, que compartían programación en el mismo escenario, harían algo juntos. Y sucedió en el show de la banda de los Sebastián. Emiliano Brancciari, autor del hit rioplatense “Tan lejos”, se subió viola en mano para hacer “Zafar”, lo que se tornó en uno de los hitos del Cosquín Rock. Amén de las banderas uruguayas que ondearon durante esa performance, hubo otras tribus que dijeron presente. Varias de ellas se fueron mudando desde el recital en el escenario Sur de Guasones, quienes propinaron un show contundente. De hecho, en ese horario, justo en la caída de la tarde, el Aeródromo ya empezaba a disfrutar de su mayor pico de convocatoria. De las dos fechas, la primera fue la que anunció el sold out (60 mil personas, según cifras oficiales). Los platenses, que se despidieron con su hit “Me sentí un tarado”, se midieron con sus paisanos de El Mató a un Policía Motorizado, agendados en el Norte. Y, a vuelo de pájaro, quedaron parejos. Aunque los públicos que asistieron a ambos recitales era idiosincráticamente diferentes. Conocedores de la dinámica festivalera, El Mató fueron al hueso con un set que puso en trance bailable a la multitud, desde la apertura con «Sábado» al cierre con el clásico «Chica de oro», y que tuvo como invitada a Javiera Mena en «Terrorismo en la copa del mundo».

El ingreso a la noche por el lado Norte, en tanto, tuvo un encadenamiento perfecto: en La Casita del Blues, Los Espíritus coronaron un show festejadísimo con “Lo echaron del bar”, “Vamos a la luna” y la aparición de Semilla Bucciarelli para cerrar en shock eléctrico. Y enseguida en el escenario principal de ese lado del predio, Divididos salió con la solvencia de veteranos coscoínos… y esa performance que sacude multitudes. Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella hilaron un show bien festivalero, que tuvo la intensidad de “Haciendo cosas raras” y “Crua Chan”, y supo cerrar a todo gas con “Paraguay”, “Rasputín» y el combo «Qué tal / La rubia tarada»; pero también dio espacio a momentos de alta delicadeza como ese “Spaghetti del rock” con decenas de miles de personas cantando. Y un urgente llamado de Mollo sobre los incendios en toda la Argentina.

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En la otra punta, Wos revalidó sus credenciales en vivo. “Ya que estamos improvisando, entremos en una secuencia. ¿Estamos para improvisar”, espetó, previo a hacer un mano a mano con el baterista Tomás Sainz, en la que el rapero le respondía en el rol de beatboxer. Regresó tan sólo por unos pocos minutos a su encarnación freestylera, la que lo dio a conocer. Y la mantiene impecable. Como antesala cantó “Arrancármelo”, y a continuación apareció Dillom en el rock colaborativo “Cabezas cromadas” y luego el Indio Solari (desde las pantallas) en “Quemarás”. El rapero, junto a su banda, arrancó el show con “Descartable” y lo terminó “La cochería”, y en el medio mechó “Canguro”, “Culpa” y “Púrpura”.

En La Casita del Blues, en tanto, la figura de Norberto Pappo Napolitano -de cuyo fallecimiento se cumplirán 20 años en apenas unos días- dio pie a un homenaje en el que saltaron chispas: Don Vilanova Botafogo y Celeste Carballo comandaron una afiebrada y disfrutable cabalgata por clásicos del Carpo (con grandes versiones de «Llegará la paz» y «El hombre suburbano») que incluyó una aparición especial de Juanse para «Ruta 66», preludio de lo que sería el gran cierre de la jornada con Los Ratones Paranoicos en el Sur. Mientras tanto, el Norte estallaba con la potencia y los fuegos de Airbag, que pudieron salir a los palos con «Jinetes cromados» y a la vez meter en la lista el himno y una visita al gardelianísimo «Por una cabeza».

A esa altura, el predio era un cúmulo de invitaciones imposible de cumplir al completo. Porque quien se concentraba en el inicio de la arrasadora lista de Dillom inevitablemente se perdía lo que estaba sucediendo en el Montaña: en su quinta participación consecutiva, Conociendo Rusia llenó el lugar y premió a los asistentes con la aparición de Wos para encadenar palabras como ametralladora en una versión de su propio «Luz Delito» que el Ruso Sujatovich disfrutó como un fan más: el emocionado abrazo entre ellos lo dejó bien claro.

Del medio centenar de grupos y solistas que albergó la primera jornada del Cosquín Rock 2025, Babasónicos brindó el recital más exquisito, variopinto y sexy. Aupado con una puesta en escena donde las visuales de última generación dialogaban con un juego de luces que a veces tomaban forma de celdas. Y en el medio. torpedearon hits del temperamento de “Tajada”, “Sin mi diablo” e “Irresponsables”, a los que alternaron con “La lanza”, “Deléctrico”, “La pregunta” e “¿Y qué?”. “Gracias y un montón de gracias más”, fue lo máximo que consiguió articular el cantante Adrián Dárgelos, tan chamánico performáticamente como notablemente emocionado, durante su actuación nocturna en el escenario Sur.

En la vereda de enfrente estaba Dillom, quien en la antesala de su consagración en la movida musical argentina el año pasado actuó en el festival, donde protagonizó en el escenario Norte uno de los recitales más políticos y controvertidos del año pasado. Justo por eso mismo advirtió de entrada que no iba a decir nada más allá de lo estrictamente musical. A eso se dedicó, justo en el mismo tablón, pero en esta ocasión bien a la noche. El rapero alternó los temas de su más reciente disco, Por cesárea, con los de Post mortem, e invitó a Santiago Motorizado a encarnar la colaboración que hicieron juntos: “Cirugía”, con solo de viola incluido de “Sweet Child o’ Mine”, de Guns N’ Roses.

El artista del colectivo Rip Gang volvió a aparecer en el mismo escenario un rato más tarde, a partir de la invitación de Los Auténticos Decadentes a cantar “Los piratas”, en la que el álter ego de Dylan León Masa irrumpió con el torso desnudo y un parche ocular propio de un pirata. En ese mismo instante, Los Ratones Paranoicos bajaban la persiana del escenario Sur con “Vicio”, a la que sucedieron “Rock del gato”, “Para siempre” y “Sigue girando”. Hora de recuperar algo de descanso para encarar el domingo, que promete alta intensidad con Skay y los Fakires, Las Pelotas, Massacre, La Delio Valdez, Luck Ra y el gran cierre con los regresados Los Piojos.

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“Lo único que quiero e’bailar”, cantan Ca7riel y Paco Amoroso en su tema “Cosas ricas”, y eso fue lo que generaron en su performance en el cierre del Cosquín Rock. El show del tándem, consumado en el ocaso de la tarde cordobesa en el escenario Norte, significó no sólo su consagración como artista referencial de la actual escena musical local, sino que también dejó testimonio de su capacidad para expandir la paleta argentina de estilos hacia confines impensados. Y es que básicamente se convirtieron en una aplanadora del groove, probando sus diferentes matices, alquimia de lo más misteriosa y compleja. Al tiempo que le dio sentido al legado de Illya Kuryaki and the Valderramas, ante medio Aeródromo de Santa María de Punilla.

El domingo se celebró la segunda y última jornada del festival, que contrastó casi diametralmente con respecto al primer día. No sólo en la grilla, sino también en el clima. Si el sábado la lluvia y el barro formaron parte del folklore, durante el desenlace primaron el sol y el calor. Algo similar sucedió con la programación de ambas fechas. Hasta la madrugada anterior, el escenario Norte fue bastión de propuestas de intención rockera, incluyendo lo que hizo Dillom en su performance. Sin embargo, horas más tarde ese tablado recibió a un segmento de la música urbana nacional. De todas formas, el telón lo levantó la impronta gótica de K4, músico que rápidamente hizo del desenfreno y la oscuridad su marca registrada.

El escenario Paraguay, que en la primera jornada llevó el nombre de Boomerang, y por él deambularon propuestas como la de Turf Emmanuel Horvilleur, ahora se había convertido en vitrina de la música indie. De hecho, el grupo Fonso y Las Paritarias se encargó de inaugurarlo, y su show fue tan efectivo que uno de los sonidistas del evento se sumó a la actuación para tocar la armónica. La secundó la rapera Lara91K, casi al mismo tiempo que la rockera alternativa Blair, revelación de la escena musical local, la rompía en el escenario Montaña, ilustrado en el fondo por las sierras del Valle de Punilla. Tamaño paisaje fue asimismo el telón de fondo de la banda Sylvestre y La Naranja y de las nuevas bestias del pop nacional: Bandalos Chinos.

Wayra Iglesias, hija de Tete Iglesias, bajista de La Renga, le inyectó blues a su debut en el escenario Norte, tras curtirse dos años en el escenario La Casita del Blues. Todo esto frente a la mirada de su padre, quien disfrutó de su hija respaldada por algunos de los músicos de Ella es tan cargosa. Justo en frente de ella, en el escenario Norte, los raperos Agustfortnite2008 y Stiffy (conocidos como los Swaggerboyz) ofrecieron el acto punk de la fecha. Tanto así que, pese a que se mueven por los terrenos de la música urbana radical y experimental, les terminaron cortando el show previo a terminar. Antípoda de lo que hizo el trapero Bhavi, quien apostó por una puesta más próxima a la de los cuentos encantados. Con castillos, príncipes y princesas y él de elfo.

El trío Vapors of Morphine, en el escenario Paraguay, tuvo el mejor horario para derrochar su minimalismo crepuscular (del que darán cuenta este viernes 22 de febrero en Niceto Club), a las 19. En tanto que Las Pelotas -distinguidos esa misma tarde por su asistencia perfecta al festival- le dedicó en el escenario Norte su show a Jorge Crespo (cultor de la subsistencia de la banda y de Sumo, al lado de Timmy McKern), tras su reciente fallecimiento. Simultáneamente, aunque no fue del todo explícito, la música urbana Nicki Nicole tomó fuerzas, luego de la muerte de su padre el lunes pasado, y dio un show en el que su cover de “Seminare” se descifró como un tributo a él. Más allá de eso, a la rosarina se le vio entera y dio uno de sus mejores recitales, que incluyeron una toma de posición frente a la persecución y hostigamiento del régimen de Javier Milei hacia los artistas cuando, antes de «Dispara» -el tema grabado junto a Milo J-, advirtió: «Con la música no».

La rama femenina también tuvo una gran representante en La Casita del Blues, donde durante la tarde la guitarrista y cantante Sol Bassa dio un show vibrante, encendido, que desató ovaciones en un par de inspirados solos de guitarra. Y al rato se la pudo ver pero como público en el arranque de la noche en el Sur, donde aparecía uno de los platos fuertes del menú rockero. Skay Beilinson y Los Fakires abrieron con «La luna en Fez» lo que pintaba para noche perfecta, una cabalgata sobre lava eléctrico que pasó por «Gengis Khan», «Oda a la sin nombre» y «¡Corre, corre, corre!» encendiendo a la multitud.

Así la fiesta fluía con toda naturalidad, pero se torció en el momento menos pensado. «Todo un palo» generó la acostumbrada explosión, y la recarga de sentido con esos brazos en alto en «Cómo no sentirse así…» Y «Ji Ji Ji», por supuesto, provocó una feliz debacle, un bailongo general que fue a truncarse nada menos que… en el solo de guitarra. Ahí, justo ahí se plantó el sonido de la viola, que se resistió a volver, tuvo una breve reaparición pero volvió a flaquear, provocando una despedida temprana por problemas técnicos que fue un baldazo de agua fría. Las cabezas que se meneaban decepcionadas a la salida dejaban un mensaje claro: «¿¿Cómo se va a cortar la viola en el solo de Ji Ji Ji??»

La revancha para el pueblo rockero, claro, iba a llegar más tarde. Hubo quienes se animaron a una nueva caminata de Sur a Norte para paladear un aperitivo de La Delio Valdez -y más que eso, se llevaron un suculento plato, caliente y bailable-, pero hubo una mayoría que llegó a Skay pensándolo también como acampe en la espera del gran cierre de ese escenario, el retorno de Los Piojos. Y los muchachos de El Palomar, veteranos de mil batallas rockeras, supieron aquilatar la experiencia reciente de siete noches en el Diego Armando Maradona de La Plata, reconcentrándola en un show de tres horas que colmó las expectativas de todos.

Desde el ganador arranque vintage con la tripleta enganchada de «Arco / Te diría / Yira Yira», un combo que llevó directamente a los dos primeros discos, la banda soltó una tropilla de canciones infalibles. Andrés Ciro hizo «votar» a la gente entre «Fantasma» y «Ruleta», con un obvio ganador certificado en el rugido de la gente en «Sobre mi calle estás y yo ya te coroné». El segmento con Daniel Buira en la batería no solo dejó picos de intensidad con «Ay Ay Ay» y «Shup-Shup», con un estallido general en el combo de «Tan solo» y «Sympathy for the Devil» con Ca7riel de invitado puliendo la guitarra. También dio pie a otro pronunciamiento de los muchos que hubo en el valle este fin de semana, cuando Ciro modificó la letra de «Llévatelo» para decir «Tienen tantas mentiras, tanta criptomoneda, tanta libertad…»

De a poco, como si el tiempo fuera una anécdota, Los Piojos le fueron dando forma a un grand finale para la edición aniversario del clásico coscoíno. Sí, aún faltaban las invitaciones al baile de Luck Ra en el Norte, pero las tempestades desatadas en la otra punta con cosas «Como Alí», «El farolito», «Maradó» y el lúdico «Verano del 92» conformaron una especie de broche de oro a otro fin de semana inolvidable en el Aeródromo. En la madrugada del domingo, la multitud se desperdigaba por la sierra cordobesa buscando la manera de llegar adonde descansar las piernas demolidas. Pero el antídoto estaba a la vista: los pies se arrastraban, pero no parecía haber nadie dispuesto a despegarse la sonrisa satisfecha del rostro.

Yumber Vera Rojas/Eduardo Fabregat-Página 12 Espectáculos

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