Siempre estaba con una sonrisa. Siempre. Hasta en los momentos más complejos, por los abandonos, o algún golpe. Agradecía contar con la posibilidad de poder volver a intentarlo. Por eso, el campamento Dakar se sacudió profundamente con la noticia. El portugués Paulo Gonçalves murió tras accidentarse en la 7ª etapa del Dakar que por primera vez se desarrolla en Arabia Saudita.
Vaya si conocía esto de acelerar y desafiar al peligro más extremo. Es uno de los pocos pilotos que compitió en el Dakar en los tres continentes (África, América del Sur y ahora Asia). A los 40 años, iba por más. Sabía que “se había pasado su cuarto de hora” en el cada vez más competitivo mundo de las motos. Del ascendente equipo Honda, en el que corrió hasta el año pasado, se pasó a la gran proyección de Hero, con todo el potencial de la industria de la India.
Contagiaba buen humor Paulo. Sonreía permanentemente, inclusive cuando el desgaste físico era notable. Como hace cuatro días en Ha’il, cuando le comentó a Clarín que caminaba rengo “por un golpe”, aunque ya se venía el día de descanso para “arrancar de nuevo”. Y así se iba, casi arrastrando una pierna, entorpecido por esa indumentaria que lo asemejaba a Robocop, aunque con el casco colgado del antebrazo.
Gonçalves se accidentó en el kilómetro 276, tras la partida desde Riad, la capital de Arabia donde había disfrutado del tan anhelado día de descanso. Tras el golpe, llegaron los primeros pilotos que también pasaban por el lugar. Toby Price, el último campeón del Dakar, fue el primero en pasar.
Se bajó de la KTM y acudió a socorrerlo. Practicó tareas de reanimación, pero todo fue en vano. Hizo todo lo que pudo hasta que llegó el servicio de rescate y médico, apenas 8 minutos después de la caída, a las 10:16.
Price luego continuó en carrera. Obviamente con la cabeza puesta en lo que acababa de sufrir: la pérdida de un querido rival. Si bien en estos casos la organización le devuelve el tiempo que un piloto se queda detenido para acudir a otro competidor, Price perdió rendimiento tras el shock.
De hecho, al llegar al campamento, en Wadi Al-Dawasir, se refugió en el búnker del equipo KTM, el mismo que 24 horas antes se encontraba en Riad, donde había protagonizado, de muy buen humor, algunas parodias junto con otro campeón, Carlos Sainz, a quien simuló afeitar en una barbería mientras ensayaba una entrevista. En medio de su silencio, Price subió a las redes sociales una foto de Gonçalves, con la frase: “El primero a tu lado, compañero. Lo siento. No pude hacer nada. Todos te amamos, leyenda”.
El helicóptero trasladó el cuerpo de Gonçalves al hospital de Layla, donde se informó oficialmente sobre su fallecimiento. Y la carrera continuó. Uno de los que estuvieron en el lugar, y quedó muy apesadumbrado, fue el argentino Kevin Benavides, que fue su compañero en el equipo Honda.
El piloto salteño, al acercarse al lugar, se dio cuenta de inmediato de que no había buenas noticias. Pero la gran sorpresa fue cuando se enteró de quién era la víctima. Con suma tristeza, aceleró hasta el final, donde llegó como ganador de la jornada, la primera victoria para el argentino, justo una etapa después de aquella frustración con el motor, que lo marginó de la pelea por el triunfo en el Dakar. Más tarde, subió su mensaje de condolencias en las redes.
Kevin llegó al campamento, el más sureño de este Dakar en Arabia Saudita, y se recluyó en el búnker del equipo Honda. No había ánimo para los festejos deportivos. Ni por el triunfo parcial de Kevin, ni por la tarea de escolta del español Joan Barreda, ni por la condición de líder en la general del norteamericano Ricky Brabec. Allí nadie hablaba. Algunos de los integrantes mostraban lágrimas, al igual que en el equipo Hero, donde actualmente corría Gonçalves.
Javier Pizzolito, ex piloto del equipo HRC y compañero de equipo de Gonçalves durante dos años, fue una de las voces del dolor. “Un día tristísimo. Cuando suceden este tipo de cosas, ya sea por accidente o por cualquier otra situación de carrera, nos pone muy tristes a todos. Es algo que entendemos que puede suceder. Practicamos un deporte de riesgo y lo asumimos como tal.
Uno cree que nunca va a pasar, pero pasa. Y más en esta situación, con alguien tan querido como Paulo. No vas a encontrar en este campamento a alguien que te diga algo malo de Paulo.
Doblemente triste», comentó el argentino, actualmente director deportivo de su compatriota Manuel Andújar, que compite en cuatriciclos.
El piloto portugués se había pasado de estructura en abril del año pasado, cuando su cuñado, el piloto Joaquim Rodrigues, lo empujó para que se animara al cambio. Ambos competían para el equipo de la India.
En su extensa trayectoria en el Dakar, Gonçalves había debutado en 2006, en África. Terminó en cuatro ocasiones dentro del Top Ten. Se proclamó Campeón del Mundo de rally todo terreno en 2013. Y en 2015, en Argentina, fue escolta del ganador, el español Marc Coma.
Justamente en una neutralización, Fernando Alonso se detuvo. Su navegante, el mismo Marc Coma, notó un clima enrarecido. Consultó qué había sucedido y al enterarse, tomó coraje y continuó con su tarea, sin notificar al ex piloto de Fórmula 1 de la situación, para que no se distrajera.
Siempre con una sonrisa. Siempre Paulo. Feliz por participar en los tres continentes con el Dakar, no había arrancado de la mejor manera en Arabia Saudita. En la fría noche en Yeda, a metros del Mar Rojo, los presentadores de la rampa oficial, que no eran tan conocedores como la habitual pareja argentina en América del Sur, anunciaron a Gonçalves como “piloto de Puerto Rico”.
Ante la confusión, Paulo, con su habitual sonrisa, corrigió a los ignotos voceros. Y ella, con suma simpatía, se retractó, pero en su nueva versión gritó: “El piloto de España”. Gonçalves se tentó en el escenario, volvió a decirles que Portugal no tenía nada que ver con los dos países mencionados, pero nunca llegó la corrección. Y así, con su habitual sonrisa, fue en búsqueda de su destino. Ese que sin dudas estaba en el Dakar.
Roberto Berasategui/Clarín