Tal vez, todo aquello que se le criticó a la Selección Argentina desde el mismo momento en el que terminó el tedioso partido del jueves con Ecuador, termine sirviéndole el martes en los 3.600 metros de La Paz ante Bolivia. Es posible que el juego lento, lateral y espeso que enojó a tantos, le sirva para mitigar los efectos de la altura y para administrar a la baja el ritmo de las acciones. Si la reacción de los jugadores siempre fue una incógnita aun cuando se llegaba al estadio Olímpico sobre la hora, mucho más lo será ahora que el plantel jugará casi 48 horas después de su arribo a esa ciudad, por una decisión del técnico Lionel Scaloni cuyas consecuencias no se pueden medir en la previa.
Bolivia apuesta todo a la victoria porque hace un cálculo forzado. Su entrenador, el venezolano César Farías, y algunos dirigentes suponen que si se ganan los nueve partidos que se disputarán en La Paz, esos 27 puntos pondrán al equipo del Altiplano por segunda vez en una Copa del Mundo. La especulación desborda optimismo por los cuatro costados: en las Eliminatorias para Rusia 2018, los bolivianos lograron como locales sólo 17 de los 27 puntos en disputa, producto de 5 triunfos, 2 empates y 2 derrotas, aunque luego perdió en los escritorios de la Conmebol el partido con Perú por mala inclusión de un jugador. Pero soñar no cuesta nada y a raíz de ese sueño fue que Farías casi que entregó el partido con Brasil, convencido que era imposible ganar en San Pablo.
Contra Argentina, jugarán cuatro hombres que no sufrieron la goleada del viernes: los mediocampistas Alejandro Chumacero (Puebla de México) y Boris Céspedes (Servette de Suiza) y los atacantes Marcelo Martins (Cruzeiro) y Jaume Cuellar (Spal de Italia). Ninguno es un supercrack, pero si buenos jugadores, acaso mucho mejores que algunos que fueron arrasados por los brasileños. La historia también le hace un guiño a Bolivia: por Eliminatorias, sobre 9 partidos jugados, Argentina sólo pudo ganar tres veces en La Paz: 2-1 en 1965 con dos goles de Luis Artime, 1-0 en 1973 con un cabezazo del sanjuanino Oscar Fornari, y 2-1 en 2005 con tantos de los Lucianos (Figueroa y Galletti). De hecho, no se impuso las últimas tres veces que se presentó allí: fue goleada 6-1 en 2009 bajo la dirección técnica de Diego Maradona, empató 1-1 en 2013 con Alejandro Sabella en el banco, y volvió a perder 2-0 en 2017 en el último partido del ciclo de Edgardo Bauza.
Con estos números y el agravante de la deuda de oxígeno, es casi un hecho que Scaloni volverá a aferrarse el martes a un cauto esquema 4-4-2 que no le sienta bien al equipo, y que se suponía desterrado luego de la Copa América de Brasil. Los defensores no irán a apretar a la mitad de la cancha como lo hicieron el jueves en la Bombonera, y hasta es posible que esperen 10 o 15 metros más atrás para economizar energías. Si esto sucediese, los volantes por los costados volverán a estrangular la subida de los marcadores, y habrá que ver de que manera se reparten la media cancha Rodrigo De Paul y Leandro Paredes, muy señalados por haber jugado a la misma altura sin proponer líneas de pase del medio hacia adelante.
Si no jugara Marcos Acuña por la izquierda, es posible que Lucas Ocampos vaya por allí y Eduardo Salvio arranque por la derecha. También se lo menciona a Juan Foyth en lugar de Gonzalo Montiel. Pero a esta altura, todas son especulaciones: Scaloni observará la reacción de sus jugadores a los 3.600 metros de altura, en la práctica de este lunes en el complejo de The Strongest y, en función de ello, luego oficializará el equipo.
Lo que no resulta tan especulativo es que el partido volverá a quedarle incómodo a Lionel Messi y a Lautaro Martínez. Si la Selección arranca desde más atrás y los mediocentros no se escalonan, otra vez los dos delanteros deberán bajar más de la cuenta para entrar en contacto con la pelota, y dependerán demasiado del juego que puedan arrimarles los volantes que vayan por la banda.
El jueves, el supercrack del Barcelona y el goleador del Inter cumplieron en lucha por la recuperación del balón. Pero quedaron en deuda con su misión primordial. Acaso porque el equipo puso el acento en otras tareas. Levantar el volumen de juego quedó como uno de los temas que la Selección debería mejorar cuanto antes. Habrá que ver si algo de esa mejoría se advierte en La Paz. Parece difícil por las circunstancias.
Lo que queda claro es que la Selección aún no es un equipo, y vaya a saberse si alguna vez lo será. Pero las rotundas actuaciones del viernes de Colombia ante Venezuela y de Brasil con Bolivia pusieron en cuestión la idea de que la falta de tiempo de preparación de las selecciones, conspira contra los buenos rendimientos. A los colombianos y a los brasileños les sucede lo mismo que a los argentinos: los técnicos arman los equipos semblanteando a los jugadores a medida que van bajando de los aviones. Pero parecería que algunos tienen las ideas más claras que otros. O al menos saben comunicarlas mejor.
Scaloni retomó el jueves un dibujo 4-4-2 que no le dio resultado en Brasil y que tuvo que cambiar en el medio de la competencia, poniéndolo a Messi por detrás de Agüero y Lautaro Martínez. Ahora volvió a aquello de antes y da toda la impresión de que la experiencia habrá de repetirse ante Bolivia. Sería apropiado que el técnico no desconcierte a los jugadores con ensayos o experimentaciones a mitad del camino. El tiempo de las pruebas ya terminó y todo lo que se jugará de ahora en más será por los puntos y para llegar a Qatar 2022. En lo posible con mas aire, sin tanto estrés.
Daniel Guiñazú/Página 12