
Se equivocaron feo todos aquellos que dijeron que River ganaría caminando la Superliga. La puede ganar y tiene grandes chances, pero antes deberá luchar y ganarse los puntos sorteando adversidades. La fecha pasada jugó con un hombre menos casi todo el partido contra Central Córdoba. Ganó. Y anoche, en Santa Fe, Unión le planteó un duelo de pierna fuerte e intensidad y tuvo que transpirar demasiado River para quedarse con la victoria. Fue por 2 a 1 para seguir como único líder, con tres puntos de ventaja frente a Boca.
Se les suele decir partidos chivos a aquellos como el que jugó River. Ya sabía el conjunto que comanda Marcelo Gallardo que había ganado Boca y que estaba ahí, metiendo presión en la tabla. La misma presión que metieron Unión y su gente, que llenó la cancha con el deseo de doblegar al mejor equipo argentino. Estuvo cerca e hizo méritos para lograrlo. Pero la jerarquía de River y la suerte, porque Robert Rojas casi que se chocó la pelota en el segundo gol, lo dejaron con las manos vacías.
No sería un partido fácil para River, se sabía, más allá de que Unión guardaría a algunos de los titulares que jugaron en la semana por la Copa Sudamericana. Plantó un 5-4-1, Leonardo Madelón y peleó. Porque eso es lo que hizo el local: jugó a pelear. Y no hay que ver en eso una cuestión despectiva sino más bien una virtud. River estuvo incómodo en la cancha tal vez como casi nunca. La idea de Madelón fue dejarles manejar la pelota a los cinco defensores visitantes y caerles con vehemencia a los mediocampistas. Lo ahogó Unión a River, que se sintió perdido.
Todo fue aplausos en la primera parte para Unión, desde una corrida de un lateral hasta un remate mordido de Ezequiel Bonifacio que había quedado mano a mano con Franco Armani. Se vivió el partido con una energía que pareció viajar desde las tribunas al campo de juego y viceversa. Aquella frase de “todos le quieren ganar a River” volvió a encontrar sentido. Jugó bien Unión, aunque no fue vistoso y estético. No le interesó serlo, a decir verdad. Por eso el plan le salió redondo. Hasta que explotó Gallardo y mandó a Juan Fernando Qiuntero por Lucas Martínez Quarta a los 27 minutos. Un mediocampista de creación por un central.
Empezó otro partido con el ingreso del volante. El cambio estuvo claro porque a River le sobraban defensores para manejar la pelota -como ideó Madelón- y para marcar al solitario Walter Bou.
Entonces una pregunta asoma: ¿le sobran defensores a River jugando con una línea de cinco? La respuesta parecería ser afirmativa. La mayoría de las veces River tendrá la pelota y el campo para empezar a jugar los partidos desde ahí. Son pocos los equipos que le juegan de igual a igual. La línea de cinco puede ser una alternativa para algún duelo especial del torneo local, como puede ser un clásico, o para un duelo de la Copa Libertadores de visitante. Pero nada más.
El gol del incansable Walter Bou al minuto del complemento fue el golpe que Unión y la Superliga estaban esperando. El incómodo River ahora también estaba aturdido. Las caras y los gestos de Gallardo lo decían todo. Cobró aún más energía el perdedor con el gol. Pero un pase filtrado de Quintero y un buen centro de Matías Suárez -de un gran segundo tiempofueron suficientes para que Nacho Fernández ingresara solo y cabeceara al gol. Iban apenas 9 minutos.
Fue inesperado el empate de River y le costó a Unión retomar el ritmo. Y ahí Robert Rojas aprovechó una confusión defensiva y puso la cabeza para desviar un corner de Quintero. No era justo que ganase River, pero sí que marcara el paraguayo Rojas, la gran figura del partido.
Con amor propio y poco juego lo buscó Unión. A Troyansky el travesaño le negó el grito del empate y Federico Milo casi hizo un golazo desde afuera del área. Hubiese sido justo.
Ganó River y sigue como el líder de la Superliga. Se impuso porque cuando tiene que meter no se achicó y porque cuando las cosas le vinieron mal sacó un plus. Ganó, también hay que decirlo, porque la suerte estuvo de su lado.
Maximiliano Uria/Clarín

En la Bombonera, le ganó a Atlético Tucumán 2-0 con goles de Soldano en el primer tiempo y Ábila, de penal, en el descuento. Aún sin brillar, con todavía demasiadas dudas en el formulario y con apellidos que todavía tienen que levantar. Pero con convicción, hambre, una nueva idea más a tono con su historia. Ahí va el equipo de Miguel Angel Russo, que dejó atrás un trabajoso triunfo por 2 a 0 contra Atlético Tucumán y le trasladó algo de presión a su rival de toda la vida en este apretado desenlace del campeonato.
La primera parte fue tal cual se lo imaginó Boca. Porque el local dispuso de la pelota, se plantó en campo rival pero la última línea de los tucumanos ofreció poco espacio para que pudieran volar el colombiano Sebastián Villa -repleto de confianza para encarar cada vez que recibió la pelota- y Eduardo Salvio con la velocidad supersónica que lucieron el fin de semana pasado en Cordoba. Al cabo, la pelota estuvo más en los pies de Jorman Campuzano (clave en hacer pie en el medio como único cinco pero al límite siempre de la expulsión) y de Pol Fernández que de los que tienen como principal misión resolver en los últimos metros.
Con Carlos Tevez y Franco Soldano mucho más en él área que en otros juegos, los de Miguel Russo tuvieron a Julio Buffarini y Frank Fabra adelantados en sus laterales pero con poca sorpresa.
Por eso el 1 a 0 de Soldano, bien de goleador en ese arrebato ofensivo que tomó tras la fallida definición del Toto Salvio, resolvió un problema que hasta ese momento había mostrado a Boca sin patearle al arco de Cristian Lucchetti.
¿Y entonces? La señal más notoria del cambio de ciclo y de idea se observó por segundo juego en fila: porque mientras con Gustavo Alfaro el equipo retrocedía al conseguir la ventaja, este de Miguel Russo buscar ir por más. Lo intentó con dos buenas apariciones de Salvio, pero le faltó un plus al ex Lanús y Atlético de Madrid, entre otros clubes.
Los de Tucumán, siempre fieles al prolijo libreto de Ricardo Zielinski, pudieron igualar en el primer tiempo, es cierto. Porque en su afán de atacar el arco rival, Boca destina muchos apellidos ofensivos pero descuida su última línea. Son decisiones y riesgos que el director técnico dijo que estaba dispuesto a correr. Ocurre que para no sufrir, el Apache Tevez y compañía deberán sacarle más jugo a tanto desgaste, presión y nombre de ataque para ampliar ventajas que en esa primera parte quedó justa.
La segunda etapa fue incómoda para Boca pese a la ventaja. Porque la inercia llevó a los de Russo a seguir intentando (Lucchetti le sacó el segundo a Soldano) y al mismo tiempo a exponerse de manera innecesaria en cada réplica de la visita.
En esa faceta, en la de saber manejar los tiempos, falló Boca. Y mucho de eso tuvo que ver que en el campo tenía velocistas pero no futbolistas para asociarse. Entonces los ataques directos tropezaron, Tevez no pudo explotar su juego de espaldas y todo se hizo demasiado repetitivo.
El Ruso Zielinski metió mano y puso un tanque en el área como Javier Toledo para intentar desequilibrar en el juego aéreo ante el titubeo habitual de la defensa de Boca en la zona de sus laterales.
En el otro banco, Russo no se quedó atrás y también metió mano para buscar soluciones. Si con la rapidez no se pudo, probó con tener la pelota. Y tiró a la cancha a Bebelo Reynoso y Agustín Obando para intentar juntarlos en la tenencia con vocación ofensiva junto a Salvio y Pol Fernández. El freno de Boca se notó. Fue demasiado, al punto que por momentos se olvidó de ir detrás de ampliar una ventaja demasiado corta que terminó siendo riesgosa.
Se trata de una materia que deberá resolver en la recta final que se le viene, porque el gol de Ramón Wanchope Abila de penal sirvió para un puño apretado de líder, de entusiasmo y de ilusión.
Matías Bustos Milla/Clarin