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Primer Obras: Winona Riders toca esta noche en El Templo del Rock

Primer Obras: Winona Riders toca esta noche en El Templo del Rock

“Obvio, es re suicida. Pero en algún punto éste es el momento”, afirma el guitarrista Ricardo Morales. Entonces el cantante y también violero Ariel Mirabal Nigrelli respalda la certeza de su colega: “No es el momento hasta que es el momento”. Al tándem de músicos se le suele otorgar la autoría de los atentados (siempre artísticos) de Winona Riders, la banda que revolucionó al rock argentino tras la pandemia. Sin embargo, junto al resto de sus compañeros, este viernes 9 a las 20 consumarán el más inmediato de sus objetivos: su primer desembarco en el estadio Obras Sanitarias (Av. del Libertador 7281). Lo que además se convertirá en toda una hazaña, porque se trata del primer grupo de esta avanzada en actuar en ese templo de la música popular contemporánea local.

Es por eso que este recital tiene tintes consagratorios, a razón de que instalará formalmente a la escena del llamado “Nuevo under” (respuesta a la masividad de la música urbana, al son de post punk, shoegaze, grunge y noise) en la memoria del rock argentino, al lado de las leyendas del género. El quinteto de la zona oeste bonaerense lo sabe y hasta le seduce la idea, por más que es cierto que hoy la masividad instantánea se encuentra a la orden del día. “En algún punto, no sabés cuándo será la próxima vez que toquemos en Obras. O si ésta será la única o incluso la última”, justifica Morales.

Hasta ahora, el quinteto publicó tres álbumes de estudio. El más reciente, No hagas que me arrepienta, salió en noviembre, a poco más de un año del lanzamiento de su debut: Esto es lo que obtenés cuando te cansás de lo que ya obtuviste. Esta historia construida sobre la base de psicodelia, arrebato garage, bombo en negra, tribalismo, pogo, body surfing y disconformidad se remonta a 2018. No obstante, el punto de inflexión se produjo en la madrugada del 26 de marzo de 2023, en Niceto Bar. Pese a que más de un centenar de personas saturaban el aforo, la masa que estaba afuera, debajo de la lluvia, intentó ver el show a como diera lugar, por lo que optó por entrar a la fuerza y hasta se colgó en los ventanales, devolviéndole al rock el desacato que extravió en alguna parte. Y fue tanto el revuelo que la policía detuvo el recital.

A la semana siguiente, una vez que se corrió la bola de lo que sucedió, Winona Riders colmó Niceto Club, sin necesidad de traccionar la fecha con nadie más. Más tarde, se tornó en el acto de apertura de The Brian Jonestown Massacre, uno de sus artistas referenciales, al que casi le robó protagonismo. Eso decantó en la admiración de otras bandas ya posicionadas, como Masssacre, y en una serie de shows en la sala El Emergente (quedó patentada en un homónimo disco en vivo). De pronto, se vieron envueltos en un raid performático en el que el escenario se tornó en laboratorio de experimentación, probando esquemas, formatos y hasta dos baterías en simultáneo. Llegó la invitación de festivales del calibre de Lollapalooza, abarcaron todas las salas de Buenos Aires, y asaltaron otras ciudades del país.

Sólo pararon para hacer este Obras, predio al que una banda como El Mató a un Policía Motorizado le costó 20 años en llegar. Ante la pregunta de si no era una decisión muy adrenalínica, el violero explica que es en vano animarse a probar si se tiene en consideración el corte de tickets. “A nadie le dan los números. Cuando hicimos por primera vez el Teatro Flores, no sabíamos cómo iba a andar en término de entradas. Pero nos mandamos”, revela. “En febrero, mientras tocábamos en el Konex, confirmé que podemos ser un grupo de 3 mil personas. Es un vértigo diferente a hacer un Niceto, que sabés que lo reventás. La única certeza que tenemos es que nos puede salir mal”. A lo que el percusionista Gabriel Torres Carabajal añade: “Estamos descubriendo eso: no sabés lo que va a pasar hasta que te tirás a la pileta”.

-Más allá del hecho propiamente musical, ¿cuál es la intención de este recital?

Ariel Mirabal Nigrelli: -Es una celebración en general para todo. Y tampoco la idea fue llenarlo. El hecho de que fuera posible ya es importante para nosotros. También queríamos que la gente viera que nos jugamos a hacer un Obras y que venga a hacernos el aguante como si fuéramos un equipo de fútbol. Es un experimento.

Morales y Mirabal Nigrelli atienden a esta entrevista en la cocina de su búnker, erigido en el barrio de Villa Crespo, y a cuentagotas se va sumando el resto de la banda. Hace un rato terminaron de ensayar, pero no sería una rareza que les vuelva la manija y entren nuevamente a la sala para seguir tocando, pese a que la madrugada acaba de arribar. Tienen fama de laburantes, obsesivos y experimentales, pero no es la única reputación que les cuelga: algunos los llaman arrogantes, otros misteriosos. En tanto que también están los que piensan que son contradictorios, kamikazes, imprevisibles y salvajes. La realidad es que actúan mancomunadamente, a manera de colectivo, secta u organización horizontal. “Compartimos un mismo razonamiento”, dice Torres Carabajal.

-Es complejo en un grupo musical reivindicar la democracia participativa.

Ricardo Morales: -Tiene su parte buena y su parte mala. Nos caemos a puteadas y luego nos abrazamos.

A.M.N.: -Cuando se toman las decisiones de esta manera, lo que pasa es que las cosas demoran mucho más.

-Amén de disciplina, tienen mucha confianza en lo que hacen.

R.M.: -No nos estamos quemando la cabeza por especular ni por sacar provecho de algo. Estamos haciendo música y lo vemos más como algo simple. No nos llegó esa paranoia de andar perseguidos viendo qué hace el otro. Nosotros hacemos.

A.M.N.: -También somos los mismos cinco amigos del principio.

-¿Qué pasa con el principio? ¿Está muy lejos?

A.M.N.: -A veces, parece que sí, porque hicimos mucho. Pero no lo veo tan lejano.

La dialéctica aceitada entre Morales y Mirabal Nigrelli se debe a que fueron la piedra fundacional del grupo, tras compartir una fecha con sus respectivos proyectos musicales de aquel momento. Mientras los músicos repasan cómo se fueron conociendo, dentro de ese tridente geográfico constituido por Haedo, Ramos Mejía e Ituzaingó, el baterista Francisco Cirillo, el componente mendocino de Winona Riders, suelta: “Sería muy raro o incluso bizarro pararnos frente a 50 mil personas que están cantando nuestras canciones. Tampoco nos sentiríamos cómodos. Cuando algo no nos cierre por todos lados, nos jubilamos. Entendemos que hay que quemar etapas y pagar el derecho de piso. Un disco es una imagen de un momento, y está bueno que tenga sus procesos, sus falencias y sus aciertos”.

No sólo por su glamour estético sino también por esa manera tan atractiva de tomar distancia de las tendencias y de estar con un pie fuera del sistema, el quinteto evoca a Babasónicos. Aunque entienden la analogía, toman distancia de los liderados por Dárgelos. De hecho, se refieren a ellos con cierto dejo a decepción, al punto de que sostienen que “supieron ser piolas”. “Suele pasar que uno tira una piedra y los demás van a buscarla. La banda tiene sus tiempos”, señala Cirillo. Y Morales completa: “La búsqueda es mejorar la receta y capaz eso pasa de acá a 10 años. Somos inexpertos en muchos aspectos porque laburamos las cosas nosotros mismos, no dependemos de ningún productor. De todas formas, nada de eso nos impide probar ni descubrir nuevos horizontes”.

-Considerando su horizontalidad, ¿cómo se compone en Winona Riders?

Francisco Cirillo: -Depende. Hay canciones que vinieron planteadas, otras que se armaron desde un riff y otras que salieron de zapadas. Cuando sometés la canción al vivo, no hay nada más real que eso. Siempre te devuelve algo. El sonido del éxtasis lo sacamos rápido porque lo tocamos mucho en vivo, a diferencia del primer disco, que resultó del trabajo en estudio.

-Sin embargo, tras cautivar al público con ese rock de sus inicios que se debatía entre lo mántrico y lo rabioso, en su último disco patearon el tablero y se metieron con un sonido más electrónico.

F.C.: -Si agarrás el primer disco, en canciones como “Dopamina” o “Muerte a Winona Riders”, el concepto que desarrollamos, de repetición y loop, es el mismo. Pero ahora lo hacemos con mejores equipamientos. Lo que separa al kraut rock de la electrónica pura y dura son los timbres. En vez de una batería normal, usamos una electrónica; y en vez de una guitarra, elegimos un sintetizador.

R.M.: -Eso se logra a punta de tocar, tocar y tocar. Es lo mismo que ir a entrenar.

A.M.N.: -Hay que tener ganas de volverse loco.

-Desde que ustedes aparecieron, Primal Scream volvió a ponerse de moda: una de las remeras más vista en sus recitales es la del disco Screamadelica.

A.M.N.: -Primal tuvo su momento acá en los ’90 y 2000, y eso es un re mérito. Pero la comparación que nos hacen viene más del lado de bandas como The Brian Jonestown Massacre y Spacemen 3.

Luego de estrenarse en los premios Gardel en 2024, gracias a su disco El sonido del éxtasis (uno de los dos trabajos de estudio que lanzó en 2023), que los puso a competir en las categorías “Mejor nuevo artista” y “Mejor álbum rock alternativo”, Winona Riders repitió en este último rubro, este año, de la mano de No hagas que me arrepienta. El único artista de la terna que puede impedir que levanten el trofeo, el próximo 28 de mayo, es Dillom y su álbum Por cesárea. Si bien esta reincidencia es un reconocimiento de la industria discográfica argentina, la banda se lo toma con antipatía. “No queremos estar ahí, pero sí nos atrae la idea de que llegamos a nuestra manera”, aclara Morales. “En los premios del año pasado éramos uno de los poco artistas independientes. No teníamos por qué haber estado nominados”.

-¿A qué se debe que esa animadversión?

F.C.: -Pienso que lo del año pasado fue la confirmación de que no pertenecemos a eso. Menos mal que no tenemos que rendirle cuentas a unos premios que están manoseados. El origen de Winona Riders no vino de un loco que tuvo una idea genial. Somos un grupo de personas que tiene ganas de juntarse con más gente para compartir música y arte, y que eso exponencialmente vaya creciendo.

-Al igual que sucede con la grieta, pareciera que ustedes necesitan tener un enemigo para darle todavía más sentido a lo que hacen.

A.M.N.: -El enemigo es el conformismo. Siempre me pregunto qué me gustaría estar escuchando en el escenario. Con esto no me refiero a responsabilizar al otro sino a cómo yo puedo mejorar la situación. Podríamos estar sacando provecho de la situación política y social actual, pero si no hubiera existido Milei estaríamos haciendo exactamente lo mismo. No somos felices con este momento, es una situación de mierda.

R.M.: -Si aprovecháramos el contexto actual, sacaríamos en este momento un EP con canciones combativas.

-La compulsividad que tienen para tocar terminó convirtiendo al escenario en una vitrina ideológica.

R.M.: -Es el lugar donde no te pueden tocar, porque no es de nadie.

A.M.N.: -Somos una banda y el escenario es un campo de batalla. No lo son las redes ni otra cosa.

En esta época hay mucha data pero con poca profundidad. ¿Cómo hacen para que nos los contagie ese espectro contemporáneo?

A.M.N.: -La sobreinformación te quema.

R.M.: -Eso no significa que tengamos nuestras crisis.

“Tal y como está el mundo, es un privilegio no encajar”, escribió Alejandra Pizarnik. Eso representa el espíritu de estos músicos, cuyas edades oscilan entre 25 y 31 años, y que, a contramano de buena parte de su progenie, alienada por el sin sentido del streaming y por la banalidad, se atrevieron a musicalizar la confrontación contra postverdad y el neomedievalismo. “Éste es un mundo de bronca, donde nadie hace nada, pero todos te miden lo que hacés”, asevera el bajista Santiago Vidiri. En tanto Mirabal Nigrelli afina: “Parece que sí, pero no lo pensamos todo. Seguimos a nuestro destino. Sin embargo, pensar distinto en el futuro no tiene que pararme para decir lo que pienso ahora”. Y Vidri recoge el guante de vuelta: “No sé qué sucederá con Winona, pero la banda fue todo lo que pensamos en ese momento”.

“¡Victoria! Yo te vi la bombachita con esvásticas. Te la dio tu papi. También lo vi a Cozzani y Etchecolatz”, canta Mirabal Nigrelli en “V.V.” tema dedicado a la vicepresidenta, incluido en No hagas que me arrepienta. Pero no fue con ese tema, sino con “Dopamina” que Winona Riders desató la locura del público durante el show gratuito que ofreció en octubre pasado en el Auditorio de Parque Centenario. Esa “revuelta cultural” no sólo obligó a la cancelación del evento sino que invitó a la policía a apersonarse hasta el lugar. “En el Lolla pasado, cuando terminó nuestro show, pusimos una imagen con la bandera argentina. Pero estaba diseñada como la de Estados Unidos, con el Sol de Mayo llorando”, recuerda el guitarrista. “Vimos ahí la oportunidad de posicionarnos y de decir algo sobre lo que está pasando”.

-La banda Ryan, también parte del Nuevo Under, se manifestó contra Milei en el último Cosquín Rock. Y Dum Chica hizo lo mismo en Lollapalooza, pero luego tuvo que salir a distanciar al festival y a las marcas de su decisión.

Gabriel Torres Carabajal: -No fuimos tan explícitos como Ryan y Dum Chica.

R.M.: -Se armaron varios debates. Creían que ahora nos hacíamos los anticapitalistas, y además con un nombre en inglés. El mejor lugar para decir lo que querés es un festival

A.M.N.: -Nos parece bien que hayan salido a decir lo que piensan.

Santiago Vidiri: -Lo que importa es decir lo que pensás, no lo que sucede después. No es una cuestión de salir a adoctrinar a la gente o de cerrarle la puerta a quien piensa distinto. Una vez que lo dijeron, seguís con lo tuyo. No tenés que sacarle provecho a nada de eso.

-Nadie los esperaba, pero supieron representar al tiempo que les tocó vivir. Y su palabra y acciones tienen peso en su generación.

R.M.: -La gente afuera está constantemente idealizando, buscando algo en qué creer. Como banda, no sentimos que flameamos la bandera de nuestra generación. Intentamos no caer en eso de salvar algo porque no hay nada para salvar. Está todo hecho mierda.

Yumber Vera Rojas/Página 12-Espectáculos

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