
Ni uno, ni dos, ni tres. Siete son los personajes que Pompeyo Audivert se encarga de interpretar en Habitación
Macbeth, su propia adaptación para un solo actor de Macbeth, el clásico de William Shakespeare. Audivert también dirige esta peculiar versión de la tragedia, los sábados y domingos en el Centro Cultural de la Cooperación, con música original en vivo de Claudio Peña.
Como todo lo que sucedió a partir de marzo del 2020, esta obra de Audivert también estuvo atravesada por la pandemia. La situación de encierro y aislamiento aceleró un proyecto que ya rondaba en la cabeza del actor. Así decidió hacer de su propio cuerpo una “habitación” donde juntar a todos los personajes y, como define él, “que sea un estallido teatral en un solo cuerpo”. Ante la imposibilidad no sólo de hacer teatro, sino de moverse como siempre, impuesta por el aislamiento sanitario, decidió acentuar más esa condición y se recluyó en su casa de Mar del Sur para encontrarse con sus propios fantasmas y los de la tragedia shakesperiana. El resultado fue Habitación Macbeth.
–¿Cómo fue ese momento de estar casi alejado del mundo preparando una obra de Shakespeare y con estas características?
-Tenía la idea hace rato y adquirió más fuerza. Entonces apareció de nuevo la posibilidad de pensar en hacer todos los personajes de la obra, sobre todo por las condiciones dadas que, además, eran y son universales y todo se volvió más natural.
-De alguna manera, la pandemia habilitaba más que nunca esa opción.
-Cobraba más sentido, y entonces estuve tres meses escribiendo la adaptación y ahí empecé a memorizar la letra, haciendo largas caminatas por la playa, con los distintos personajes.
-¿Ibas a la playa solo a recitar Shakespeare en pleno confinamiento?
-Sí, me veía desde afuera y sentía que era muy loco. Pero a la vez es muy inspirador el mar en esa soledad para subir la voz, para probar cosas con el cuerpo. Iba actuando compitiendo con el sonido del agua, del viento como alentado también por esas fuerzas naturales tan salvajes.
-Si hacer un solo personaje de alguna obra de Shakespeare ya es un desafío, no me imagino lo que significa interpretar a siete a la vez.
-Es tremendo, fue un trabajo de un año. Pero también lo siento como una forma de contrarrestar la situación de acorralamiento, una salida física con algo vital. Fue poner el cuerpo en una acción teatral salvaje y resignificar la teatralidad a través del cuerpo de un actor. Y decir acá estoy, estamos vivos, el teatro sigue vivo. La mirada introspectiva a la que nos lanzó violentamente la pandemia nos llevó a zonas fantasmagóricas y oscuras, y también luminosas, que todos tenemos, pero que no visitamos habitualmente.
-¿Interpretar siete personajes en una sola obra, por ejemplo?
-Si, en este caso más que una habitación ya es un inquilinato (risas). Pero creo que el cuerpo como casa es la gran metáfora del teatro. Si el mundo se extinguiera, pero quedara un cuerpo habitado por otros (como es el de un actor o una actriz) diciendo un texto rodeado de otros cuerpos, alrededor de una fogata, ya sería teatro. -¿Qué a“Macbeth” en este momento que estamos viviendo? -Es una obra que habla de los cambios, y tiene un grado de universalidad notable vinculado a este estar habitados por fuerzas de otras naturaleza, que a veces irrumpen y cambian el destino de un individuo. Macbeth es un noble, un servidor del rey que es interceptado por unas brujas que le vaticinan que va a ser rey. Y eso desencadena en él una imaginación exagerada, que lo convierte en un criminal en busca de poder. Ese presagio lo transforma en otra persona, desencadena algo que no estaba a la vista. Me hace acordar de lo que pasa en muchos estratos políticos, sociales y hasta familiares, de gente que se da vuelta como un guante y empieza a ser lo contrario de lo que era antes, a veces sin explicación racional.
–Por eso la universalidad y la vigencia de obras como “Macbeth”.
-Autores como los clásicos griegos o Shakespeare, o Samuel Beckett, lo que hacen es señalar que hay una fuente originaria a la cual pertenecemos, que queda invisibilizada por esas ficciones que cada uno se construye mientras vive. El mundo es un teatro cuyas fuerzas no vienen sólo de este mundo, sino de otros costados y eso es lo que el teatro señala y que estos autores llevan al límite.
–Situaciones como una pandemia ¿permiten descubrir eso?
-Una pandemia o un enamoramiento. Ahora nos hemos encontrado adentro de nosotros mismos con fuerzas poéticas y metafísicas de las que somos fruto. Creo que se trata de eso, de aceptar la señal de esa fuente poética que nos reclama o negarla. Muchas veces se dan discusiones internas en nosotros vinculadas con esas fuerzas. La pandemia nos enfrentó a esa disputa y en muchos casos se produjeron revelaciones y en otros, como le pasa a Macbeth resultaron arrasados por esas fuerzas oscuras.
-Antes hablabas del cuerpo de un actor o una actriz como síntesis del teatro. ¿Cómo ves la actividad en este contexto tan cuesta arriba?
-El teatro es un ritual artístico que implica la presencia individual y colectiva. Y, en este momento, esa condición ritual se impone a la condición ficcional. Que el público vaya a una sala ya es milagroso, es algo que excede lo ficcional. La fascinación de los espectadores por verse reflejados en eso hace que el teatro sobreviva hace miles de años.
-El año pasado surgieron nuevas variantes, como el streaming, que generaron debate, vinculadas a nuevas expresiones teatrales. ¿Qué opinás sobre eso?
-Para mí, el teatro necesita de la presencia. Y la tecnología lo enfría. Me parece legítimo, pero yo no lo hago. Hay algunas variantes como hacer la función en tiempo real y que se pueda ver paralelamente en vivo y por streaming, eso me parece más interesante porque podés llegar a otro público, en cualquier lugar del mundo, y al mismo tiempo mantiene la idea del aquí y ahora. De cualquier modo me parece que estas nuevas experiencias llegaron para quedarse.
Sandra Commisso/Clarín