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Paralelo Cruzado, por la compañía Contango Historias, en el Pompas Club de Arte

Paralelo Cruzado, por la compañía Contango Historias, en el Pompas Club de Arte

“El cuerpo funciona como archivo vivo de experiencias que en muchas ocasiones exceden la palabra. La identidad no es algo fijo y estático sino un proceso, algo que se construye y se transforma. En un país como la Argentina, donde en diferentes momentos se intentó sistemáticamente borrar identidades y silenciar historias, recuperar la memoria desde la corporalidad adquiere una dimensión política muy potente, se transforma en una forma de soberanía corporal”, plantea Federico Santucho, de la compañía Contango Historias, que está reestrenando su más reciente trabajo, Paralelo cruzado, el domingo 12 a las 16 en Pompas Club de Arte (Brasil 2640), y que repetirá funciones el 16 y 23 de noviembre.

Santucho oficia de dramaturgo y director coreográfico junto a Sabrina Castaño. Ambos dialogan con Página/12 acerca de la obra en la que siete bailarines (Gastón Gatti, Victoria Galoto, Julio Zurita, Eduardo Virasoro, Jimena Visetti, Mara Doval y Víctor García) le ponen el cuerpo a un relato sobre la búsqueda de identidad de un tal Juan, quien enfrenta la resistencia de “los Cronarcas de la Historia”, mientras suenan las intervenciones musicales de Nico Calavera, figura de la camada más reciente de artistas del electrotango. “A lo largo de la historia encontramos un sistema que de una u otra manera se impuso al común de las personas y por eso decidimos este contrapunto entre cuatro personajes que representan al sistema y tres protagonistas unidos por una historia en común”, destaca Castaño. “Les dimos el nombre inventado de ‘los Cronarcas de la Historia’ y no funcionan como antagonistas externos convencionales sino que son la materialización escénica de mecanismos de control internalizados, esa parte de nosotros que ya aprendió a obedecer sin cuestionarse”, explica Santucho. “Son cuatro personas, dos parejas de forma dual, como dos parejas monárquicas, representando una norma bien clara de lo femenino y masculino también, como las figuras del sistema, de lo que prevalece, del orden, de la estructura”, agrega ella.

“Es un método que se impone de manera silenciosa y hace, como en nuestra sociedad actual, que nos transformemos en nuestro propio opresor, imponiéndonos rendimientos y estándares altos. Es ahí donde el contrapunto colapsa: el protagonista se convierte en su propio opresor. Esto nos permitió plantear que Los Cronarcas no son solo un sistema político histórico sino una lógica que puede habitar cualquier subjetividad si no mantenemos vigilancia crítica permanente”, propone el coreógrafo. “Quedate en lo conocido, Juan”, le gritan al protagonista.

-Hay un trabajo muy interesante con los paneles móviles que conforman la escenografía. ¿Cómo la concibieron?

Sabrina Castaño: -Los paneles nacieron de la idea de la vida como un laberinto de caminos entre cruzados donde nadie conoce el mapa. Y como no conocemos el mapa también sentimos que esos caminos pueden variar, modificarse. Nuestros paneles fluctúan y nos dan la posibilidad de crear una esquina mágica que usamos como referencia de ese lugar que busca Juan, nuestro protagonista. Esa esquina que lo transporta en el tiempo y lo reencuentra con Lucía, quien lo ayuda a encontrarse, a conocer su identidad. Sin ese dispositivo, la dramaturgia no podría sostener su propuesta de realidades paralelas que se cruzan constantemente.

Federico Santucho: -Esta movilidad constante de los paneles tiene una función narrativa precisa: refuerza la desorientación temporal que viven los personajes a la vez que ordena al espectador en tiempos y espacios. Juan no puede establecer coordenadas fijas porque el espacio mismo se niega a permanecer estable. Es una traducción escenográfica de lo que significa buscar identidad cuando los referentes han sido sistemáticamente borrados o alterados.

-Se plantea la búsqueda de identidad como un laberinto, con protagonistas llenos de dudas. ¿Por qué querían mostrarlo de este modo?

F.S.: -No creemos en el viaje del héroe que sabe lo que busca y lo encuentra triunfalmente. Esa narrativa es una mentira. La búsqueda de identidad, especialmente cuando hay apropiación, desaparición o negación sistemática, no es un camino recto. Es un laberinto, porque la información está fragmentada, porque hay versiones contradictorias, porque el Estado mismo se encargó de borrar los rastros y los rostros. Juan no solo busca: duda de lo que encuentra, duda de sí mismo, duda de Lucía. Para la historia, la duda genera tensión sostenida. Ese estado de incertidumbre es más honesto con la experiencia real de quienes buscan cualquier cosa, no solo la identidad. En este sentido, el momento de la revelación no resuelve todo mágicamente. En lo personal, me abre más preguntas.

-Evitaron recurrir a tangos tradicionales. En lugar de eso, todo o prácticamente todo lo que se escucha es tango electrónico. ¿Por qué eligieron ese camino? ¿Qué libertades artísticas les habilitaba?

S.C.: -Fue una decisión comenzar la creación escénica desde el movimiento. La música fue creada en base a las corporalidades, a los diferentes estados de los cuerpos ante las diferentes situaciones escénicas. Nicolas Calavera fue quien observó detalladamente cada ensayo, cada prueba, y comenzó la creación sonora en base a su sentir y a lo que sucedía corporalmente en escena.

F.S.: -Si estamos trabajando con identidades fracturadas, memoria intervenida, cuerpos atravesados por tecnologías contemporáneas de control, el tango tradicional -con todo su valor patrimonial- no podía ser nuestro lenguaje exclusivo. El tango electrónico nos permite trabajar con la idea de archivo corrompido, de memoria glitcheada, nos ayuda a fragmentar, recomponer, interrumpir. Esos sonidos distorsionados, esos beats que irrumpen en la melodía, son la materialización sonora del conflicto dramático.

S.C.: -Mantuvimos el bandoneón como elemento central de lo sonoro y lo transformamos en un personaje más, como archivo, como memoria, pero no como algo nostálgico sino como urgencia, como pregunta, como conflicto. ¿Cómo suena un tango que aún no sabe qué es pero se niega a ser lo que le dijeron que debía ser?

Andrés Valenzuela/Página 12-Deportes

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