El periodista y escritor Néstor Barreiro acaba de publicar su nueva novela, Amorestango: una historia singular sobre el Buenos Aires tanguero y la sexualidad rioplatense entre compadritos, prostitutas y costureras, con su consecuencia de puñales al mejor estilo borgeano y el regreso a una época que ya casi no frecuenta la ficción argentina.
Los personajes de la novela, y sus amores, son una versión muy libre de los protagonistas y hechos que cuentan diez tangos. Se van sumando al argumento central con su propia historia en los capítulos que llevan el mismo título que el tango del que nacieron. Por ejemplo, en La última grela se cuenta la historia de Tita y su relación con el periodista de múltiples “amorestango”, que es personaje central en la dramática trama del capítulo Sus ojos se cerraron. Aunque se lo define en otro capítulo, Si soy así, donde dice: “Nací buen mozo y embalao para el querer”.
–En Amorestango cuenta una historia pasional que transcurre durante la época de oro del tango que, de pronto, se cruza con elementos del presente, como el celular o la lectura del diario online. ¿Por qué se conjugan el presente y el pasado?
–Quise que el escenario fuera una Buenos Aires eterna, sin tiempo, porque las historias personales que se cuentan podrían ocurrir en cualquier momento y en cualquier espacio. No sucedieron porque era la época de oro del tango, sino porque existió, existe y existirá una manera de amar que cuentan, así, en presente continuo, los poetas del tango. Hay una historia pasional con la que comienza y termina la novela, pero hay también otras muchas historias de amores románticos, apasionados y hasta tragicómicos que se entrecruzan.
–El libro está atravesado por estrofas de tangos emblemáticos y hasta tiene un apéndice con letras de algunos, ¿cómo fue la elección?
–Difícil por momentos y natural en otros. Difícil porque desde Mi noche triste, el primero que cantó Gardel, no hay tango que hable del amor que no encierre en sus tres minutos, como dice Plácido Domingo, una historia que a una ópera le lleva cuatro horas contar. Y natural porque sentía que poetas como Homero Manzi, Le Pera, Discépolo, me soplaban al oído lo que tenía que escribir en determinados momentos, que siempre era mejor que lo que yo había pensado.
–¿Cómo conjuga la narrativa con la escritura periodística?
–La escritura periodística es una base formidable para la narrativa. Nada mejor que el dominio de la crónica para que un relato no caiga en un caos que lo haga incomprensible. Ni nada mejor que la transcripción de la desgrabación de un reportaje para empezar a manejar el diálogo. El monólogo no es otra cosa que darle forma de lenguaje escrito al relato oral del testigo de un hecho. La diferencia está en que en la escritura periodística debemos ser absolutamente fieles a la realidad, y en la narrativa debemos intentar que el relato, por fantasioso que parezca, sea verosímil.
Patricia Suárez/Clarín