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Natalia Oreiro y Jorge Marrale nos cuentan sobre La Jefa,… que irá por Disney+

Natalia Oreiro y Jorge Marrale nos cuentan sobre La Jefa,… que irá por Disney+

Estamos en el barrio de La Boca. En un teatro especialmente adaptado para la ocasión y transformado en un boliche bonaerense de cumbia. Es un día crucial en la séptima semana de rodaje de la miniserie La Jefa, aunque no quiera, protagonizada por Natalia Oreiro. La ficción está dirigida por Daniela Goggi y se estrenará en 2025 por la plataforma Disney +. Clarín presenció la grabación de una escena trascendental del relato, pero el compromiso es no spoilear.

La Jefa, aunque no quiera será una comedia negra de seis capítulos donde Vanessa (Natalia Oreiro), es una profesora de Literatura que vive en París y vuelve a la Argentina tras enterarse de la muerte de su padre (Carlos). Al llegar, descubre que su papá no sólo era propietario de un boliche bailable del Conurbano (algo que sabía), sino que además era el líder de una banda de piratas del asfalto, junto a toda su familia.

Aturdida por la realidad, la protagonista se encuentra en la encrucijada de si puede o debe heredar ese lugar para encabezar la organización delictiva que quedó a la deriva luego de la pérdida de su líder, lo que lleva al choque de dos mundos que parecen a todas luces incompatibles. La miniserie cuenta con las actuaciones de Jorge Marrale, Paola Barrientos, Luis Ziembrowski, Juan Ingaramo, Claudio Martínez Bel, y las participaciones especiales de Muriel Santa Ana y Fernán Mirás.

Natalia Oreiro habló con Clarín en medio de una jornada grabación extensa (arrancó a las 8 de la mañana y terminó a las 18) . “Es una comedia, algo que a mí me encanta, pero que tiene un punto de vista bien distinto. Tiene ese humor negro con personajes muy corridos y eso es algo que a mí me parecía interesante de abordar en una serie”.

Para la actriz y cantante, en esta historia “se ve cómo la familia es un poco siempre un micromundo” y ese pequeño mundo “nos atraviesa en nuestro modo de ver la realidad e influye en nuestras vivencias. Lo que le sucede a mi personaje es que estuvo tanto tiempo en un mundo muy alejado del que se le exhibe cuando vuelve al país, que primero como que pierde el eje, pero en un momento, empieza un poco ese proceso camaleónico a la inversa, y empieza a sentirse cada vez menos incómoda en un espacio que a priori la haría sentir muy mal. Y se da cuenta casi naturalmente que tiene dotes de líder”.

Aunque también cuenta que no sólo el entorno influye en ella, sino que ella va a influir en ese banda por momento delirante. “Ninguno volverá a ser el mismo”, adelanta.

Entre actores, extras, asistentes, productores, dirección y fotografía hay más de 100 personas en el set. Todos saben la importancia de lo que se va a contar hoy como nudo argumental. “Esta escena será en el primer capítulo; y creemos que puede ser la que haga que la gente se quede o no viendo la serie”, revelan desde la producción.

La importancia de esta jornada se nota apenas se atraviesa la puerta. Todo lo que se cuenta está presente. La cumbia, el delito, la mentira, la familia, la tragedia y el humor; todo estará escenificado acá. Hay pequeños momentos donde la tensión baja unos segundos, pero enseguida se vuelve a incrementar como una inyección de adrenalina que se hace corpórea en todos los presentes instantes antes que la directora pida “acción”.

Estamos en un funeral, aunque parezca todo menos eso. Es la idea: que lejos del final de la muerte, sea el nacimiento de una narrativa. La sala de despedida de Carlos no es una funeraria corriente, sino el mismo boliche “Le Tour bailable”.

Vanessa junto a parte de su familia trata de cruzar la pista de baile donde en el otro extremo se ve de fondo el ataúd de su papá. En ese recorrido se cruza con los más diversos personajes, que van dejando rastros de lo que le espera al desandar el camino de su destino.

Hay odaliscas, rockeros, transexuales, mafiosos colombianos, niños disfrazados de angelitos y asiáticos. Parecen salidos del más descarnado cuento de Roberto Arlt.

Todos se acercan a consolar a una reciente huérfana que al principio no entiende nada. No tienen un ramo de flores en la mano, sino botellas de cervezas u otras bebidas alcohólicas. La escena cumple a la perfección su misión de ser tan grotesca como hipnótica. Toda la escena es un gancho al mentón. Los personajes que la rodean llaman la atención. Desde sus vestimentas y peinados hasta su actitud corporal, rondan por lo absurdo y lo mundano, generando una armónica sensación de caos, donde la crudeza de ese mundo recibe a la protagonista sin demasiados preámbulos.

“Lo que vas a presenciar hoy es el funeral, que ella se encuentra cuando llega al país. ¡Que es toda una locura! Y ahí empieza a darse cuenta de que algo raro está pasando. Es una especie de choque de mundos, con personajes completamente delirantes que lo hace súper interesante”, cuenta Oreiro.

A su lado esta Jorge Marrale, que tiene un personaje fundamental en esta historia. “Robi” es el tío de Vanessa y el hermano del difunto Carlos. En ese andar hasta el muerto, va tratando de suavizarle a su sobrina lo que va pasando. Como una especie de guardaespaldas, la va cuidando de lo que escucha y lo que ve. Pero también, a lo largo de la serie, es quien tendrá la función no solo de ir revelando la realidad, sino de pedirle que ocupe el lugar que quedó vacante.

Es algo así como el puente entre esos dos “metaversos” y quien tiene esa función de manejar los tiempos de la transformación de Vanessa. “Esta composición es un hermoso desafío actoral, en cuanto a la forma que lo tengo que abordar. Cada día es un desafío, porque es algo novedoso, con un estilo y una historia muy interesante; y hace que la pase muy bien haciéndolo (yo y todos mis compañeros)”, dice el veterano actor.

Sobre la escena que hoy se está filmando revela: “Hay una forma de aplicar acción a la dramaturgia, especialmente de esta escena que resulta algo realmente interesante. Vanessa es como que ve la cocina de estos tipos. Y en esa cocina no todo es dramático, sino hay como un estupor, al ver a esa gente que se maneja con un código distinto al de ella y eso para su personaje realmente es un shock”

Y completa: “Acá es un punto y aparte, porque en ese choque entre lo que a ella siempre se le ocultó y la realidad que se revela, aparece esta necesidad de convencerla de ser parte. Y en el si ella se deja o no convencer hay un juego dramático/cómico muy interesante”.

“Te animás a subirte a la mesa?”, le pregunta una productora a una de las chicas que danzan árabe. La blonda bailarina dice que si, inmediatamente. Sin embargo, antes decide probar la resistencia del mueble. Parece confiable. Como esa circunstancia hay similares en cada rincón. Cada mesa, cada barra, cada metro de ese salón de baile tiene sus microrrelatos, que desde la producción buscan ordenar.

En ese momento en el que Vanessa trata de hacerse paso con sus tíos en esa especie de “fauna urbana” que le es totalmente ajena, el trabajo actoral de Oreiro es realmente increíble. A pesar que hay 100 personas que literalmente interactúan o tratan de interactuar con ella, la actriz nunca pierde el eje y maneja muy bien la situación.

Conoce absolutamente todos los parlamentos y lo que pasa a su alrededor. Si alguien llega una palabra antes o después se da cuenta. Y es capaz de marcarlo y seguir inmediatamente en el personaje. Como si esa adrenalina que flota en el aire no le afectara en nada su poder de concentración.

“Hacer de Vanesa es súper divertido, pero a la vez es muy difícil. Es un elenco muy grande y Vanessa es la única que sigue una línea y hay que estar muy enfocada. A veces tengo que estar seria en situaciones muy graciosas y se complica, pero estoy haciendo lo que amo con un equipo excelente”, explica.

Entre los ensayos y las grabaciones, muchas cosas se corrigen aun en los pequeños aspectos. Desde dónde se apoya una campera, hasta la distancia de las personas sentadas en una mesa hablando o un extra que llega un microsegundo tarde, todo es motivo para volver a empezar y cada uno del centenar de trabajadores presentes lo sabe.

En esta línea, Natalia subraya la “calidad de cómo se elige contar”. Y detalla: “Hay un trabajo muy grande, desde la dirección en lo artístico, en no dejar ningún detalle al azar. Hacemos tres escenas por día, y eso sólo se hace en cine, es algo que entusiasma mucho”.

Hablando del entusiasmo, Marrale destaca la emoción de lo que están viviendo en este proceso de construcción. Y reconoce que a pesar de su larga trayectoria nunca “sufrió acostumbramiento”.

“El aburguesamiento es una situación de la cual no me puedo hacer cargo. Para mí, esta serie como hecho novedoso es algo que me da mucha emoción”, subraya con la mirada puesta en el monitor, como repasando lo que viene haciendo en toda la jornada. Si bien esta es una historia nueva, hay algo que toca la memoria colectiva cuando se ve a Natalia Oreiro en el escenario de una bailanta de fondo. Algo de la histórica “Mili” de Muñeca Brava, que dejaba su ropa de “cholito”, cuando iba a bailar y enamoraba Facundo Arana y a su amigo Pablo Novak en aquellos años toca la memoria colectiva.

Ella sonríe cuando se le marca ese detalle: “No lo había pensado, pero es interesante. Me encantaría que para la gente sea una forma de recordar ese personaje tan simbólico. Creo que de alguna forma si bien una busca nuevas personificaciones siempre desde algún lugar te resuena y este no sólo no es un lugar conocido para mí, sino que también me hizo muy feliz”.

Más allá de los detalles y las referencias pasadas, Oreiro y Marrale coinciden en que lo que están realizando ahora es la construcción de una “ficción distinta a la que se está acostumbrado a ver”. Natalia señala: “Lo que ofrecemos es una serie que me atrevo a decir que es diferente. Tiene un montón de condimentos de la comedia y a la vez con una mirada bien novedosa a lo que estamos acostumbrados. Tiene giros muy actuales, un gran libreto, una directora que hace mucho hincapié en lo artístico. En fin, algo que les va a sacar mucho más que carcajadas”.

Gabriel Dávila/Especial para Clarín

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