Marcelo Leguiza se dedica al cine de género hace 26 años. Con su productora Mutazion realizó más de 60 cortometrajes, videoclips y la producción integral de diez películas: Mutazombie, M.R.I., MCS, Sonríe, KV62, Reencarna, Cazador, Snuff Srl, Cielo Rojo y El Protocolo MTZ. En 2018 produjo Sonríe 360°, la primera serie inmersiva en VR de Latinoamérica que ganó el Concurso Federal de Series de Ficción Web del INCAA, y sus proyectos recorrieron importantes festivales nacionales e internacionales. Este jueves estrena Cielo Rojo (Gigantes de metal), una película que en su recorrido festivalero fue leída desde perspectivas muy diferentes –terror, drama, relato LGBT, thriller, ciencia ficción– y explora dos ejes que el director ya venía trabajando en proyectos anteriores: el terror de encierro y los efectos de las drogas (esta vez legales, porque la protagonista es medicada luego de haber atravesado un trauma).
Bianca (Noelia Antúnez) trabaja como secretaria y recibe una extraña propuesta que desemboca en un secuestro pergeñado por un conspiranoico (Germán Baudino) que integra una secta y busca socavar el poder de las corporaciones farmacéuticas. Luego del rescate, el caso se mediatiza y ella queda en un estado frágil: revive traumas de infancia y padece una peligrosa confusión entre lo real y lo imaginario. Este film iba a cerrar la «Trilogía de la Corporación» compuesta por KV62 y Reencarna, «películas de encierro donde lo lisérgico siempre está presente», pero en el proceso adquirió vida propia. El proyecto se presentó en Fantaspoa (Festival de Cine Fantástico de Porto Alegre) y Morbo Films se asoció con el INCAA para producirla.
«En las películas anteriores lo lisérgico estaba abordado desde el consumo ilegal. Acá tenía ganas de hablar del consumo legal y la medicina. La película tiene este eje pero también dispara otros temas. En Fantaspoa fue leída como una peli de género, en Croacia se presentó como película dramática en un festival que no era de género, en Francia quedó en un festival LGBT aunque yo no la escribí de esa forma y en Brasil fui catalogado desde el punto de vista conspiranoico como un antivacunas. Pero la escribí en 2017, así que no cuadra mucho», explica Leguiza en diálogo con Página/12. También generó debates entre la crítica: en un festival brasileño se definió el film como terror elevado (una etiqueta que parece estar de moda para «legitimar» un género que históricamente fue considerado menor) y, a modo de respuesta, alguien aludió a «esos argentinos mequetrefes».
–A veces esas categorías tienen más que ver con lo que se genera desde afuera que con las películas en sí mismas, ¿no? ¿Qué te pasa con eso?
–Lo de terror elevado apareció en un festival de Brasil y en una nota de un periodista uruguayo que hablaba del terror elevado argentino y mencionaba la peli porque la había visto en Fantaspoa. Yo vengo del cine bizarro entonces la etiqueta genera algo bueno desde el punto de vista del ego, pero por supuesto siempre hay una necesidad de sectorizar todo. Yo veo mucho cine. Quizás entre Midsommar y Terrifier, te quedás viendo Terrifier. A mí me encantan las películas de A24 pero si voy a ver Terrifier, voy re contento. Ari Aster, director de Hereditary, dijo que en realidad él escribió una comedia familiar. Si uno de los tipos que más se valora está diciendo que quiere hacer comedias y le salen mal y estamos con esto del terror elevado… bueno. Por eso digo que por un lado te pone contento y por el otro notás estas cuestiones.
Cuando se le consulta por el proceso creativo, el director asegura que «la película siempre está editada desde el guión: puede haber dinosaurios o robots gigantes, pero a la hora de pensar el plan de rodaje sé que voy a tener que buscarle la vuelta para achicar eso», algo que fue aprendiendo en «años de hacer cine con poca plata». El escritor Leonardo Oyola ofició como script doctor y se ocupó de las correcciones del guión: fue quien sugirió, por ejemplo, que el custodio de Bianca –originalmente un policía llamado Juan– se transformara en Juana (Paula Manzone). Otra etapa importante según Leguiza es «la edición de los actores». Cielo Rojo está protagonizada por cuatro mujeres (Antúnez, Manzone, Susana Varela y Gabriela Valenti). «Siempre hubo protagonistas mujeres en mis películas. Me resulta más natural. Escribo mejor pensando personajes femeninos y trabajo mejor con mujeres. En Cielo Rojo se puede ver constantemente un abuso patriarcal sobre ella», reflexiona.
Leguiza detesta los castings, así que los actores llegan por recomendación de alguien más que suele estar familiarizado con su universo. Con Antúnez se conocen hace 15 años, cuando ella era notera y él camarógrafo en un programa televisivo. La actriz protagonizó varios proyectos y el director recuerda una anécdota: «Una vez filmamos una escena de Snuff Srl, teníamos que hacer una retoma y alguien nos prestó una locación por Avellaneda. Era un galpón gigante. La llenamos de sangre, hacía calor, se revolcó en la mugre del lugar con la idea de darse una ducha después, pero cuando terminó todo nos dijeron que no había agua y ella estaba embadurnada. Son cosas que pueden pasar filmando una peli de terror, por eso hay que entender el código. Noe tiene un registro actoral muy variado y ya nos conoce las mañas».
–Filmar terror suele ser un desafío en términos presupuestarios. Con un INCAA desmantelado, el contexto es difícil para los realizadores. ¿Cómo fue en tu caso?
–Rodar en pandemia fue un gran conflicto de presupuesto porque buena parte se iba en hisopados. Hoy a nivel industrial hay una gran incertidumbre. Yo tengo tres proyectos aprobados en INCAA pero no se pueden arrancar. Hay que explicar que el INCAA no financia el 100% de la película sino una parte; lo que hicieron fue achicar esa cuota, entonces se necesitan más productores. Se puede seguir filmando de manera independiente y lo vamos a seguir haciendo, pero hay que cubrir un montón de gastos. El panorama es trágico. El desfinanciamiento existía desde antes pero no se sabe qué pasará el año que viene. El debate se centró en la cuestión cultural y la lucha de actores, pero al votante de Milei no le importa la cultura y también hay documentalistas. Hubiese estado bueno que un trabajador de cine explicara cómo es el funcionamiento interno. Muchas películas se venden afuera y eso representa dólares que entran al país, pero hay muchas cosas que no se explicaron.
Laura Gomez/Página 12-Espectáculos