En este último tiempo, es noticia casi todos los días. Y no precisamente por su trabajo. Sus relaciones con las mujeres (las de antes, la de ahora) lo ponen en el ojo mediático. Sin embargo, Luciano Castro apuesta a ganarles a los títulos del periodismo chimentero y demostrar que es más que eso. Es un actor que estudió y se formó; que interpretó obras como Desnudos o El beso, pero que también es capaz de componer personajes de mayor envergadura.
Su noviazgo con Griselda Siciliani, las declaraciones de Sabrina Rojas -su ex, madre de sus dos hijos menores, Fausto y Esperanza-, y los posteos de unos y otros en las redes sociales se replican en distintos medios. Mientras, Luciano se sube a escena con el unipersonal Caer (y levantarse) en Mar del Plata.
El ex Jugate conmigo compone a un boxeador que relata su historia desde una celda. Lo interpreta desde la adultez, pero lo hace transitar por su niñez y juventud, asume el rol de algún familiar o gente de su entorno, y nombra lugares y personas reconocibles. No es una historia real, pero se cuelan algunos datos de la vida del actor, como su afición al boxeo, el amor por los hijos, los sueños cumplidos.
Mey Scápola -actriz y directora, hija de Mercedes Morán- le propuso hacer esta obra. Y es ella quien lo dirige. “Me arengó para que la hiciera”, señala Castro. “Yo estaba encaprichado con hacer algo distinto en teatro. Hoy, al desaparecer la tele, el teatro es lo que más a mano nos quedó”, se sincera. Y sigue: “Mey me insistió para que hiciera un unipersonal. Mucho no me animaba, la verdad. Al principio no me parecía una idea atractiva, pero creo que era porque no me animaba, era para justificar mi cobardía”.
Las primeras líneas las redactó el propio Luciano. “Cuando supe que no la iba a poder escribir, aparecieron Nacho Ciatti, que es amigo de Mey, y Pato Abadi, que son los autores de la obra”, repasa. “Empezamos a ensayar, para ver si podía, y llegamos hasta hoy, por suerte”.
Pudo, y la sala se llena todas las funciones, con un público heterogéneo. Y varios aplauden de pie. Apenas termina la función, Castro sale y accede a saludar a sus fans.
Fueron nueve meses de trabajo hasta que nació Caer (y levantarse). Si Castro buscaba hacer algo distinto a sus éxitos comerciales, tanto del teatro como de la TV, y hacerle frente a la exposición mediática de su intimidad, lo logró.
Durante el tiempo que dura la función, sumerge al espectador en un mundo al que no acostumbraba llevar a su público. Solo, en un escenario pequeño, próximo a la platea, después de los aplausos finales le habla a la gente como un principiante: “Gracias por haber venido” y “Si les gustó, recomiéndenla”, dice. Todo fue autogestionado: “Pusimos plata, hicimos todo nosotros”, cuenta.
“Yo soy de la ciudad”, afirma. No nació en Mar del Plata, pero vivió acá los primeros años de su infancia. Tiene su casa propia en La Feliz, en la que vive mientras hace teatro en esta ciudad. “El único desarraigo que sentí en mi vida fue cuando me fui de acá, de Mar del Plata, a los 5 años”, asegura.
Ya no le queda familia en la costa atlántica. “Vivo, no me queda ninguno… ¡Hasta primos se me han muerto!”. Solo queda en La Perla la casa de una tía que vive en Barcelona, pero acaba de llegar para pasar el verano en Mar del Plata.
“No laburo hace mucho, laburo hace 34 años nada más”, repasa irónicamente. Y aclara que nunca, hasta ahora, se había arriesgado a romper la cuarta pared. Siente que al hacer un unipersonal, con tanta con la platea, en una sala chica, logró atravesar esa muralla imaginaria. Y para hacerlo, confió en su formación.
“Pensé: tantos años de estudio para algo me tienen que rendir”. Agrega: “En un punto, tenés que creértela, porque quedás mano a mano con la gente, escuchás cómo respiran, todo”.
Antes de embarcarse en este proyecto, admite que “estaba muy obsesionado, como todos los colegas, en que me llamaran de alguna plataforma”. Una vez involucrado, recibió alguna convocatoria que rechazó, porque “no valía la pena dejar esto por unos mangos más”.
-¿Por qué querías hacer algo distinto?
-Puedo caer en decir que fue porque sabía que podía hacer algo distinto, puedo caer en decir que tenía ganas, o que me aburro muy fácilmente de las cosas.
-¿Querías demostrar que podías?
-No es mala. Pero me estoy dando cuenta, con todo lo que te acabo de decir, que fuera por la razón que fuera, este era el momento. ¡Si con 50 años y treinta y pico de laburo no me animo a hacer lo que quiero…! Y teniendo un nombre propio, que no es por hacerme el canchero, pero es algo que no es fácil. Cuando dije que sí, fue medio de inconsciente; todo lo que tiene que ver con el miedo vino después.
-¿Miedo a qué?
-Al absurdo, al ridículo, a que te salga mal, a hacer algo que nunca hice.
-La empezaste a escribir vos.
-La idea original y los bocetos eran míos… Pero era impresentable, parecía escrita por un nene de 8 años. Hasta que la agarró Nacho (Ciatti).
“Practico boxeo desde muy joven”, dice. Empezó a los 13 años, no sabe bien por qué. “Cuando me quise dar cuenta estaba adentro de un gimnasio, luego era sparring y de repente el boxeo era parte importante de mi vida. Pero la obra no tiene nada que ver con el boxeo; es un boxeador, pero podría ser otra cosa. Claro que elegí un boxeador porque me resulta más cómodo de interpretar, porque sé qué le puede pasar y pensar, y es mucho más atractivo, sobre todo por la marginalidad”, expresa. “No es autorreferencial, para nada”.
-¿De qué se trata la obra?
-De Junior, un boxeador que está preso esperando la sentencia. Y empieza a recordar todo lo que lo llevó a ese lugar. Junior es hijo, es padre, es novio, es hermano, sufre por amor, llora.
-¿Qué querías contar a través de ese personaje?
-Las miserias que podemos tener todos. Las que te tocan en la vida, que no las elegís. Que no es lo mismo que ser un miserable. Muchas veces arrastramos miserias que nos tocaron, que se nos pusieron delante. Son miserias que no le van a resultar ajenas al público.
-¿Te conectás con tus propias miserias a través del personaje?
-No tengo tanta similitud con el personaje. Pero sí transité momentos muy oscuros y es de ahí de donde sale el título de la obra. Cuántas veces me caí y me tuve que levantar. Y levantarse depende de uno. Y en esa oscuridad sí me puedo encontrar. A mí me encanta la oscuridad, igual que el miedo. Son lugares que el día que no los transite voy a estar preocupado. El miedo me estimula, me motiva.
Parece servido en bandeja. El miedo y la oscuridad, que durante mucho tiempo evitó y que gracias a “una gran analista” ahora recorre y hasta lo motivan, salen de su boca sin temor a reconocerlos.
-¿Cuáles son esos miedos?
-Míos… Tengo hijos… Miedos como los que tiene cualquiera.
Pero cuando se le pide que le ponga nombre a esa oscuridad, pasa la pelota y le replica la pregunta a la cronista, para dejar en evidencia que no es tan sencillo exponer la vida interior. Y que busca generar ese misterio indescifrable que atañe a todo ser humano.
“Por ser conocido no tengo miedos distintos a los demás”, dice. “La miseria y la oscuridad de cada uno, es de cada uno”, se resguarda.
Fausto (10) y Esperanza (11) están con él en Mar del Plata y durante el día comparten la playa y el surf con su papá. Vieron la obra más de una vez. Se emocionaron hasta las lágrimas, dice Luciano.
“No están acostumbrados a verme interpretar algo de este estilo. Siempre hago comedias y mis personajes suelen ser queribles; mis hijos no están acostumbrados a verme haciendo un loser”.
Falta Mateo, el hijo mayor de Luciano, que tiene 23 años y practica boxeo. “Puede ser el que más entienda esta historia”, expresa. Y ya la verá. “No hay verano que mis hijos no pasen unos días conmigo en Mar del Plata, aunque no haga teatro”, cuenta.
La temporada de verano pasada, también en Mar del Plata, hizo El beso. Acostumbrado a estar rodeado de un elenco, la novedad de estar solo era un auténtico desafío. “El unipersonal es un género que expone al actor a flor de piel al máximo”, resume. Pero aclara que la decisión es más amplia, que todo este año estará enfocado en hacer algo distinto.
“Voy a protagonizar en el teatro San Martín una obra de Gonzalo Demaría, dirigido por Emiliano Dionisi. Son cosas que no tienen nada que ver conmigo, con lo que vengo haciendo en el último tiempo. Era lo que necesitaba para este año: que todo fuera distinto. Con eso que me dijiste de que quizá estoy buscando un reconocimiento, me dejaste pensando”.
Y agrega: “Quizás era conmigo mismo que lo necesitaba. Demostrarme a mí mismo. Sé que vengo haciendo lo mismo hace mucho tiempo. Pero sé también que puedo hacer si quiero esto, como La tempestad de Shakespeare, Tennesse Williams, La gaviota…”.
Así como hizo Valientes, Desnudos, El divorcio o El beso: “No me detiene mucho lo que piense la gente. Solo unas pocas personas que son mi entorno”.
-¿Qué hacés ante la exposición mediática de tu vida personal?
-Esto: trabajo. No hablo. Lo que tengo que hablar con las madres de mis hijos lo hablo en privado, puertas adentro y más, si es importante. Siempre me manejé igual, nunca hablé de nadie. Festejo que todo el mundo pueda hablar y decir lo que quiera. No me modifica mi postura. Sé quién soy y sé lo que hago. Lo que pasa tiene que ver con la persona popular que soy. Y bueno, soy popular, qué le voy a hacer.
-Son las reglas del juego…
-¡Pero que me pregunten si quiero jugar!
María Ana Rago/Especial para Clarín