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Lucas Gargallo, alero de Boca, insulinodependiente y en un dos ambientes

Gargallo es paciente de riesgo y no puede salir del departamento.

Lejos de todo, mientras Argentina vencía a España y Croacia y se abría paso al quinto puesto del Mundial U17 de Lituania 2012, a Lucas Gargallo le sonó el teléfono. A miles de kilómetros su abuelo, su compinche, se había ido para siempre. Fue el principio de los meses más dolorosos para él.

“Para mí eso tuvo muchísimo que ver”, le dice el alero de 25 años a Clarín. “De repente no podía dormir, iba ocho o nueve veces a hacer pis durante la noche, me agarraban infecciones, bajé muchísimo de peso, me daban calambres que me impedían jugar… Y terminé el torneo como pude porque quería estar a toda costa. Volví flaquísimo, sin fuerzas, sin ganas de jugar. No podía ni entrenarme”, recuerda Gargallo.

Después de un partido de la Liga Nacional contra Lanús en el que casi no se pudo mover, acudió a David Severino, el médico del club. “Le conté lo que me pasaba y enseguida me dijo que daba toda la sensación de ser un principio de diabetes -recapitula el basquetbolista de Boca-. Me midieron el azúcar en sangre ahí mismo y tenía 400 y pico, 450. Me llevaron directo al hospital. Me querían internar. Estuvimos cuatro horas con mi papá esperando que me bajara el azúcar y con los médicos explicándome la enfermedad”.

Gargallo empezó a jugar en Racing a los 4 años. Luego pasó a Independiente y después a Quilmes, de donde es oriundo, hasta que a los 12, con ganas de dedicarse al basquetbol definitivamente, su hermano lo llevó a probarse a Boca y quedó. Pero, claro, el miedo a no poder jugar más se apoderó de él.

“Era chico, quería jugar, y de repente mi físico cambió mucho; estaba como deprimido y varias veces me planteé dejar”, reconoce.

De a poco salió adelante. “Le metí mucho esfuerzo, le presté atención a la enfermedad y a cómo se trataba. Hoy soy insulinodependiente y todos los días me inyecto. Ya es normal, lo hago yo mismo, pero los primeros días fue muy difícil”, admite.

-¿Y cómo es tu día a día?

-Siempre llevo la insulina entre mis cosas. Me mido los valores de azúcar antes de comer, de jugar o de entrenar. Si tengo los niveles altos, por ahí me doy un poquito de insulina rápida para que me bajen. Antes de cada Liga presento los papeles que certifican que soy diabético porque la insulina está prohibida. Con una buena alimentación y entrenamiento, hay días en los que ni me tengo que dar la insulina. Está claro que se puede no sólo tener una vida normal sino también hacer deporte de alto rendimiento de la mejor manera.

Debido a la diabetes Gargallo está en tiempos de coronavirus dentro de lo que se conoce como “grupos de riesgo“. Para él, el COVID-19 puede resultar mucho más amenazante que para el resto de la población. Por eso respeta la cuarentena a rajatabla y ni siquiera sale para lo permitido.

“Estoy todo el día adentro. Vivo con mi novia en un departamento chiquito, un dos ambientes, pero al menos tengo varias cosas para entrenar. Ella hace las compras y cualquier otra salida necesaria“, explica. Desde su casa transmite su alivio cuando cuenta que tiene un buen resguardo de insulina: “Tengo insulinas y tiras reactivas para un buen rato: unos dos meses calculo“.

Si no tuviera esos importantes elementos a su disposición, Gargallo debería sumergirse en el mundo de la burocracia aunque cuenta que “por suerte“nunca tuvo problemas con su prepaga. “Si se me terminan tendría que ir a ver al diabetólogo para que me haga la receta, llevarla a la empresa para que me la autoricen y recién ahí ir a la farmacia“, explica.

¿Qué pasará si el aislamiento se estira tanto como para que se quede sin sus insumos? “Tendré que hacer todo por Internet. Ahí me preocuparé“, dice con una sonrisa.

De todos modos su gran preocupación ahora es su hermano, también diabético, que regresó de Brasil y lleva adelante la cuarentena obligatoria para los que vuelven del exterior. “Es lo más importante para mí -asegura-, pero por suerte está bien y también tiene suficientes cosas en la casa para seguir con el tratamiento”.

Al cabo, son días que representan otro desafío de vida para Lucas Gargallo. Algo a lo que está bien acostumbrado.

Clarín/Deportes

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