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Los canales de streaming ya pisan fuerte en la web

Luzu TV es uno de los principales actores en el nuevo formato mediático.

Son la novedad del sistema comunicacional argentino, con una voluminosa y joven comunidad de usuarios que crece diariamente. Los canales de streaming pasaron de ser el patito feo del mercado publicitario a cisnes de lo más atractivos, gracias a influencers con cientos de miles o millones de seguidores dispuestos a promocionar todo tipo de marcas y servicios, siempre con una sonrisa de dientes blanquísimos. La gran mayoría de quienes encabezan este nuevo fenómeno son nativos digitales: nacieron rodeados de pantallas, y no distinguen entre la “vida real” y la virtual. Las pantallas son parte de su vida. Comunican sus pareceres, pero no se apegan a la información. Son amigos que charlan sobre la vida, principalmente sobre cuestiones más superficiales que existenciales. “¿Qué cambiás cuando estás en pareja y cuando no?; ¿te gusta que te hagan sexo oral y hacerlo?; estoy en pareja pero otra me vuela la cabeza” son algunas de las temáticas que debaten durante horas, en una suerte de agenda Para Ti 2.0 para adolescentes y jóvenes adultos con las necesidades básicas resueltas.

El avance tecnológico robusteció al sistema comunicacional. Si en tiempos lejanos había que tener una licencia de radiodifusión para transmitir en radio o TV, desde hace años Internet permitió el surgimiento de nuevos medios sin necesidad de pasar por ese complejo, caro y limitado tramiterío. En la actualidad, cualquier persona con una buena conexión a Internet y mínima tecnología puede “streamear” para quienes quieran verlo y escucharlo. Ahí están estrellas mundiales como Ibai Llanos, que cuenta con más de 11 millones de suscriptores en Twitch y más de 10 millones en YouTube, cuyo canal superó las 2 mil millones de visitas. O el Kun Agüero, que hizo de su canal de YouTube -seguido por más de 4 millones de personas– un espacio que que trasciende la fronteras, al punto que firmó un contrato con ESPN y Star + para que comente informalmente y via streaming algunos partidos de los que las empresas tienen derechos.

Esa no es la única manera en la que los medios tradicionales empezaron a tender puentes con las nuevas estrellas del streaming, a las que al principio ningunearon y ahora intentan asociarse a toda costa. Aún a sabiendas de que se trata de lenguajes y públicos diferentes. La adaptación más a mano a esta nueva realidad es la incorporación de canales de YouTube y Twitch, con transmisiones que se limitan a replicar la original sin ningún plus (tal el caso de las emisoras de radio) o creando contenidos específicos para esas plataformas, tal como lo hace Telefe o El Trece con sus programas más exitosos e influencers contratados para esa tarea, que no son los mismos que sus figuras televisivas. Nadie quiere quedarse afuera de los usos y costumbres de la nueva era.

Esos raros programas nuevos

En este ecosistema, los canales de streaming proliferan por todos lados y con todos los presupuestos posibles. Están los amateurs, con miles de pibes y pibas transmitiendo a través de sesiones de Twitch o YouTube, o los más profesionalizados, con estructuras laborales más sofisticadas y publicidad. La mayoría de estos nuevos medios no cuentan con transmisiones las 24 horas, aunque sí grillas de programación diaria con algunos programas. Transmiten en línea, en vivo, pero su consumo crece exponencialmente con el paso de las horas y los días: su público, mayoritariamente joven, ve los programas o los recortes en cualquier momento. Un programa puede tener una media de 5 mil personas conectadas, pero dos días después el envío subido a la web suele puede superar las 100 mil reproducciones. Cifra que se multiplica en los recortes de video de de corta duración. La visualización offline es mucho más alta que en los medios tradicionales.

A nivel local, el primer gran jugador nativo digital es Luzu TV, el canal creado por Nicolás Occhiato que abrió un camino que hoy tiene cada vez más representantes. Luzu TV cuenta en al actualidad con 961 mil suscriptores en YouTube y 242 mil en Twitch. El programa de Occhiato, Nadie dice nada (lunes a viernes a las 10), tiene cerca de un millón de seguidores en TikTok. En su grilla -que transmite de lunes a viernes de 8 a 23– conviven en su mayoría comunicadores surgidos de la redes (desde Fede Popgold a Momi Giardina o Trinche, pasando por Gregoria Rosello o Pablo Agustín), acompañados por otros con recorrido tradicional como Diego Leuco, Martín Garabal, Pachu Peña o Mica Vázquez. La propuesta del canal es entretener con temas cotidianos, propias de adolescentes o jóvenes adultos, con mucho humor. Los vínculos de pareja son una obsesión del canal.

“Luzu TV llegó para hablarle a una audiencia a la que nadie le estaba hablando, con un formato en vivo, que fue novedoso porque al principio en Internet se pensaban los contenidos casi únicamente on demand. Lo disruptivo de Luzu fue darle lugar al vivo”, le explica a Página/12 Fede Popgold, el conductor de Más de lo mismo (lunes a viernes a las 16) en el canal de streaming. “La particularidad del streaming es que plantea una comunicación de mucha cotidianidad, que se corre del lenguaje de la TV o la radio. Se habla de lo real, con un lenguaje mas cercano a los que están del otro lado, por fuera de la solemnidad con la que se habla en los medios tradicionales”, detalla el creador en Instagram de “Vivir siendo” (@fedepopgold), una sección en la que entrevistas a distintas personas con discapacidades o funciones atípicas.

Otro lanzamiento reciente es el de Loft Stream, un canal creado por Cande Molfese (ex Luzu), Gastón Soffritti y Fernando Blanco, que a semanas de su puesta al aire supera los 745 mil suscriptores en YouTube. Con transmisiones de 9 a 15, Loft cuenta con las participaciones de Guillermina Valdés, Brand Gandini, Marico Carmona, Minerva Casero, Imanol Rodríguez, Sofi Altuna y Fede Couts, entre otros. En breve, Migue Granados -a esta altura, una celebridad de los nuevos formatos- estrenará también su propio canal de streaming, donde compartirá aire con Sofi Morandi, y cuya “novedad” es que los estudios tendrá un ventanal a la calle para que la gente pueda verlos desde la vereda. Algo que muchas emisoras de radio ya poseen, pero que para el género resulta novedoso.

Lo que identifica a los medios nativos del streaming, en todo caso, son algunos signos particulares, identitarios, que con sus matices son propios de esta nueva forma de comunicar. Una de sus principales características es que los programas, en general, son una suerte de anecdotarios de sus integrantes, que llevan al aire experiencias personales o puntos de vista. En la era del impacto, transmiten más emociones y experiencias que conocimientos. La política no forma parte de su agenda diaria, salvo para algún que otro chiste. Quienes hacen streaming, prefieren mostrarse copados a intelectuales. Llevan a los medios «lo que se dice en los bares o esquinas de Buenos Aires», pero en primera persona. Acá “la gente” son ellos. Pintan su aldea creyendo que es el mundo.

“Mas que por el contenido, creo que la clave es más por el quién les habla y por cómo se les habla. Las nuevas generaciones buscan cosas genuinas, en cuanto ven un speech armado por detrás salen corriendo. Eso no quiere decir que no les interese la política y otras temas de ‘gente grande’ sino que todavía no hay muchos espacios que les lleguen”, asegura Gastón Soffritti, actor y productor de Loft. “Nosotros tenemos una edad que quizá un pibe de 20 ya habla de otra manera y no lo entendemos. Por eso es importante estar rodeados de personas de todas las edades y escuchar mucho a las nuevas generaciones que vienen a proponer formatos que no estamos acostumbrados a ver”.

La contemporaneidad de ver los ciclos mientras suceden dejó de ser un valor para el streaming, cuyo pacto con los usuarios se refuerza en otro eje: cada uno accede al programa cuando gusta. Eso sí, los que están conectados al momento en que se transmiten los ciclos, hacen del chat una usina permanente de comentarios que le da vida propia a ese foro. La necesidad de comentar lo que pasa -en otro tiempo limitado a quienes estaban alrededor de la mesa de la cocina o del sillón del living de los hogares- es un factor clave. La interacción con los usuarios -via chat o mensaje de voz- permite construir una joya codiciada por los medios en el siglo XXI: crear comunidad y poder monetizar a través de anunciantes.

“El streaming, como casi todo los contenidos de Internet, necesita de un gran factor: generar comunidad”, reconoce Fede Popgold. “Generar comunidad no es sólo que estén del otro lado y que participen de los temas que hablamos, sino que el vínculo entre esa comunidad trascienda a los mismos programas. Nos pasa que los usuarios tiene entre ellos un montón de códigos que nosotros no enteramos después del aire, o que crean memes, Gifs o cosas que pasaron durante el ciclo, y que se vitalizaros sin que nosotros seamos los promotores. Los oyentes son un personaje más del streaming”, subraya.

¿Qué ves cuando me oís?

Los canales de streaming nativos no son simples emisoras de radio que se transmiten por cámaras. Tampoco es televisión hablada. En realidad, se trata de un concepto comunicacional diferente que a muchos les cuesta asimilarlo. No es radio porque los programas no tienen la estructura radiofónica: básicamente es hablada, no se pasa música, no hay tandas comerciales ni bloques de tiempo definido, ni tampoco la obligación de informar. Tampoco es tele porque las cámaras son apenas ojos espías a los que quienes transmiten no le dan mucha bolilla salvo situaciones puntuales. Todo fluye sin esquematismos. A no confundir: no es improvisado sino descontracturado.

Detrás de esa cosa relajada que sobrevuela en las transmisiones hay, en realidad, una producción estética-artística: los estudios suelen ser coloridos y modernos, la puesta de cámaras está cuidadosamente pensada y -a contramano de la TV- la gráfica en pantalla se reduce al mínimo. No hay formalismos ni siquiera en el lenguaje, que es coloquial y plagado de modismos, lo que acerca a los conductores a su público objetivo. Tanto los insultos como los errores o absurdos forman parte de la conversación, con la naturalidad con la que se trata un grupo de amigos. A diferencia de los medios tradicionales, no hay pretensión de arrogarse verdad alguna. Casi no cuentan con segmentos informativos y todos -incluidos productores y directoras de cámara- participan del aire.

“Creo que ahora lo espontáneo es lo que la gente quiere, ver a las personas atrás de sus pantallas, quiere ver lo verdadero y siento que el streaming viene a traer eso, frescura», esboza un análisis Cande Molfese, conductora de 911 en Loft. «Creo que ver los errores, o las cosas no tan prolijas suman… Eso no quiere decir que no haya producción. Nosotros tenemos grandes equipos y también estamos en esos roles, pero nuestro objetivo es ser lo más auténticos posibles, sin forzar nada”.

En tal sentido, los ciclos resaltan mucho más la autenticidad y peculiaridad de sus integrantes que sus conocimientos especializados. La identificación del público debe ser inmediata con lo que ven y escuchan. “El streaming tiene algo de reality, que además se basa en el género. A los programas que les va bien en el streaming son los que logran construir vínculos genuinos entre los integrantes. Y eso solo se puede lograr si nos mostramos tal cual somos”, cuenta Popgold.

Claro que de modelos puros y nativos no vive la escena argentina de streaming. También hay modelos híbridos que se suben a esta tendencia. Un mix entre los medios tradicionales y los digitales es lo que ocurre con Vorterix, la creación de Mario Pergolini antes de que surgieran los canales nativos de streaming, donde al concepto de radio se le acopló la transmisión visual a través de cámaras. Una de las vedettes de Vorterix -que cuenta con más de 500 mil suscriptores– es Paren la mano, el ciclo del streamer Luquita Rodríguez. Un concepto similar es el de Urbana Play, el medio que trasmite por radio (FM 104.3) y streaming, que tiene en sus filas a María O Donnell, Andy Kusnetzoff, Matías Martín y Sebastián Wainraich. En este caso, un aspecto clave es que dieron vuelta la lógica: abandonaron las limitaciones espaciales de un estudio de radio para montar una transmisión desde un gran estudio televisivo. En esa línea también se puede ubicar a El destape.

La acalorada discusión sobre si la radio debe ser sólo voz y dejar librada a la imaginación de los oyentes lo que allí sucede, o si debe adaptarse a la sociedad de la imagen, parece haber sido resuelta a favor de esta última. Desde hace un tiempo, la mayoría de las grandes emisoras de AM y FM sumaron cámaras a sus estudios, pero con puestas de cámaras de dudoso gusto, lo que desnudan que se trata más de una obligación que de la búsqueda de un concepto artístico y estético integral. Por un lado, porque saben que hay que ir a buscar oyentes-usuarios en todas las plataformas, redes y formas; por otro lado, porque desde hace un tiempo el rating de Ibope se compone de la tradicional escucha radiofónica y de las visualizaciones de streaming que tienen los programas. La era de la imagen ha triunfado. Las nuevas generaciones bien lo saben.

Las dos caras del fenómeno

Las nulas barreras de entrada a este tipo de producciones en internet son una gran ventaja pero pueden transformarse en una complicación. Son una ventaja porque es fácil dar lugar a aquellos que no tienen lugar en otros lados, probar y transformar formatos así como también emerger sin mucha necesidad de capital. Pero cuando un mercado se está desarrollando, la cosa puede volverse compleja. Porque tal como está pasando hoy en día, todos piensan que pueden abrirse su propio canal de stream, ofrecer sus contenidos, ser rentables y ser las estrellas de esos canales. Esto atomiza la oferta y fracciona audiencias que comienzan a crecer pero pierden referencias. Será interesante ver cuántos proyectos de los que inician en 2023 logran consolidarse y ser rentables más allá de los dos años de existencia.

Emanuel Respighi/Página 12-Espectáculos

 

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