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Las librerías son el eslabón más débil de la cadena editorial

Se abrió la venta puerta a puerta y solicitan créditos blandos para sostenerse.

La caída del consumo y el aumento de los costos fijos durante los últimos cuatro años fueron como la “previa” del golpe de gracia. La fragilidad del ecosistema del libro argentino ahora se expande desde los talleres gráficos hasta las editoriales y librerías, cerrados desde el comienzo de la cuarentena, el pasado 20 de marzo. “La librería es el eslabón que ya está sintiendo fuertemente el impacto de las medidas sanitarias y donde se sentirá las consecuencias económicas negativas con mayor rapidez”, advierten Alejandro Dujovne y Heber Ostroviesky en un relevamiento que realizaron entre el 29 de marzo y el 2 de abril, en el que participaron 158 editoriales, 86 librerías –incluida una plataforma de venta de libros electrónicos- y 13 talleres gráficos. A partir de ahora, las librerías podrán vender por internet y hacer entregas puerta a puerta. “Esta medida empezaría a descomprimir la situación y aliviará un poco las tensiones”, señala Dujovne.

“Las ferias virtuales, los bonos de compra a futuro y el comercio electrónico compensan muy parcialmente la comercialización del libro habitualmente concretada en librerías, y ciertamente no logran reemplazar a las librerías cerradas a raíz de la cuarentena como espacios de dinamización cultural y promoción del libro”, plantean los investigadores en el informe.

“Sin una intervención coordinada entre los distintos actores del sector del libro, necesariamente articulada y apoyada desde el Estado, resulta previsible que muchas librerías de referencia deberán cerrar sus puertas. Esta situación generará un impacto diferido, adicional al que ya viven por la suspensión de las ventas, a los distribuidores, editores, autores y demás actores del sector del libro argentino que verán sumamente reducido el principal canal por el cual los lectores acceden al libro en nuestro país, muchos de ellos se verán por lo tanto también obligados a abandonar su actividad en el mediano plazo”, alertan Dujovne y Ostroviesky en el informe “El libro argentino frente a la cuarentena”. El 42 por ciento de las editoriales y el 69 por ciento de las librerías no participan de ningún espacio colectivo. “La dispersión de buena parte de las editoriales ‘micro’ y ‘chicas’, y de la mayor parte de las librerías, atenta contra su capacidad para identificar problemas e intereses comunes, definir y jerarquizar demandas y propuestas, unificar sus posiciones públicas, y generar instancias de representatividad tanto ante los otros sectores del libro como, fundamentalmente, ante las autoridades políticas nacionales”, aclaran los investigadores. “Esperábamos encontrar una proporción de editoriales que no participan de ninguna organización colectiva, pero nos sorprendió la proporción”, reconoce Dujovne, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet, PáginaI12. “En el caso de las librerías, el dato era más previsible –compara Dujovne–. Sabíamos el serio problema que tienen en ese sentido, y que se manifiesta en la práctica en la poca incidencia en las discusiones y políticas públicas”.

Entre las líneas de acción que recomiendan en el informe, proponen avanzar en la elaboración de un protocolo sanitario que permita retomar al menos parcialmente la actividad editorial, gráfica y, fundamentalmente librera; generar líneas de créditos a tasas bajas para afrontar los costos urgentes: alquileres, pagos de sueldos y a proveedores en los tres eslabones del circuito del libro; adelantar compras institucionales (Conabip, Ministerio de Educación, bibliotecas públicas, dependencias provinciales y municipales) a editoriales y evaluar la necesidad de incluir un sistema de cheque libro para bibliotecarios, profesionales o estudiantes que permitan canalizar al menos parte de esa inyección de recursos en el canal librero; generar desde el Estado instancias de coordinación entre los distintos eslabones del circuito del libro para negociar condiciones de pago, descuento, recuperación paulatina de las condiciones normales de comercialización que se vieron trastocadas con la crisis; diseñar espacios de intercambio, cooperación y apoyo entre instancias estatales y profesionales del sector para avanzar en el desarrollo de herramientas de logística y comercialización digital colectivas para librerías pequeñas y medianas que no pueden negociar condiciones aceptables con los gigantes del sector ni afrontar individualmente esos desafíos; favorecer la aplicación de una tarifa especial para el envío de libros por vía postal en el territorio nacional; avanzar en la institucionalización de espacios de discusión y encuentro entre los actores del sector del libro y los poderes públicos; y atender a través de una línea de subsidios la situación de actores del sector del libro que se ha visto dramáticamente deteriorada durante el último mes.

Dujovne precisa que es una medida correcta permitir la entrega de libros puerta a puerta, aunque las librerías no pueden abrir sus locales para atender al público. “La venta a domicilio empezaría a descomprimir la situación –señala el autor de Una historia del libro judío–. Si bien difícilmente funcione alcanzando los volúmenes de venta previos, ayudará a que la rueda se mueva y aliviará un poco las tensiones y preocupaciones más inmediatas. Si la cuarentena se extiende en iguales condiciones, y sus efectos económicos se prolongan, va a caer una parte significativa de las librerías independientes. Y, como siempre, al final de la crisis nos encontraremos con un mercado más chico, más concentrado, con actores con mayor capacidad de imponer sus términos en las negociaciones”. El canal librero es el eslabón que corre más peligro. “La magnitud del problema exige un planteo de fondo, estructural, es decir político. Eso significa tanto un trabajo colectivo del sector como una solución política del gobierno nacional. Nadie se salva solo”, concluye Dujovne.

Silvina Friera/Página 12

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