¿Puede creerse que un tipo cualquiera, sin el menor conocimiento de teología o del dogma, se convierta en párroco de un pueblito y se gane el cariño de sus habitantes, por el sencillo expediente de vestirse de cura? Habrá que creerlo: dicen que en Polonia esa clase de personificaciones sucede con cierta frecuencia. Nominada en la terna del Oscar 2020 al Mejor Film Internacional, Corpus Christi narra, como la posterior del realizador polaco Jan Komasa (The Hater), el ascenso de un oportunista. Aunque en esta ocasión la moral del héroe se presenta más matizada: quizás después de ponerse la máscara, ésta empiece a volvérsele piel. Presentada en el Festival de Venecia en setiembre de 2019, Corpus Christi se estrenó en Estados Unidos en febrero de 2020. Y ya se sabe que para los Oscars, lo que importa es el lanzamiento local. Rápido, unos meses más tarde Komasa ya tenía lista la siguiente, de modo que Netflix estuvo en condiciones de poner The Hater online a fines de julio del año pasado.
La de Daniel (Bartosz Bielenia) es la clásica historia del pecador que se convierte al evangelismo. Aunque Daniel no se convierte, y tampoco se trata de evangelismo. Recluso en un centro de detención juvenil, el padre que dirige el centro le permite salir por buena conducta, destinándolo a trabajar en un aserradero, en un pueblito alejado. La perspectiva de aserrar todo el día no resulta demasiado atractiva. Daniel saca de su equipaje una sotana con su respectivo collarín, como quien saca un tubo de desodorante, y toma el lugar del cura de la aldea, internado por alcohólico. Dar misa o confesar a un parroquiano no son cosas del todo sencillas para un lego, pero con un par de navegaciones en Google no hay nada que no se resuelva. La comunidad hace duelo por un reciente accidente de tránsito, que ocasionó la muerte de seis jóvenes. En realidad hay un séptimo: el hombre que los atropelló, según se cree en estado de ebriedad, por lo cual su viuda ha sido segregada. Daniel se interesará por ella, tal vez por identificación o quizás por auténtica caridad cristiana. Esa caridad que las autoridades eclesiásticas ya no suelen practicar.
Como Hater, Corpus Christi es una fábula sobre máscaras y roles sociales. El protagonista del film siguiente invierte el recorrido del (anti)héroe: se trata de un chico ingenuo del interior que aprende a convertirse en el más despiadado espía y chantajista informático. “Es una parábola”, nos recuerda la intervención de un creyente en Corpus Christi. Comprendido, ¿pero cuál es su sentido? Digamos que no tiene un único sentido. Está la idea de que un no creyente puede encarnar el dogma con más fe que un hombre de fe. Con más intensidad, desde ya: Daniel predica misa haciendo una especie de pogo eclesiástico, muy parecido al que practica por las noches, bajo los efectos de la cocaína. ¿Es Daniel una especie de santo pecador? En cierta medida y en la debida escala, ya que no se somete a sacrificios personales ni practica milagros. Pero sí le tiende una mano a esa suerte de María Magdalena que es la viuda Ewa, algo que su antecesor no había hecho.
Dejando de lado algunos tópicos de los que echa mano el guion, lo más interesante de Corpus Christi es justamente esta clase de ambigüedades éticas y prácticas, esta clase de preguntas que Komasa y el guionista Mateusz Pacewicz (el mismo de Hater) prefieren formular antes que responder. Como profesionales de fe, resisten también la tentación de narrar una historia de redención, cuando todo parecía servido para ello.
Horacio Bernades/Clarín