No siempre un extraordinario jugador garantiza un gran entrenador. Hay miles de ejemplos. Marcelo Bielsa y José Mourinho son casos paradigmáticos. Casualmente, se trata de dos maestros para Hernán Crespo. La pregunta que surge, entonces, es hasta dónde llegará aquel notable goleador en su rol como estratega. Porque el camino que recorrió el pibe de Florida, este hombre de 45 años que acaba de consagrarse campeón de la Copa Sudamericana, es opuesto al de sus mentores. ¿Cuál es el techo para el técnico del momento?
“Tengo metas y las cosas claras; sé adónde quiero llegar. Quiero ser campeón del mundo con la Selección. Después, en el medio, el camino está buenísimo. Ese es mi sueño. Uno se quiere casar con la más linda, pero tal vez la menos linda te hace sentir feliz, te hace sentir mejor”, dijo Valdanito, apodo que obedece a sus similitudes con Jorge Valdano, cuando le preguntaron cuál era su máximo anhelo. No dio vueltas. Apuntó directo al objetivo, como cuando pisaba el área.
A fin de cuentas, Crespo fue un distinguido delantero. Debutó con la banda roja a los 18 años de la mano de Daniel Passarella y tuvo su pico en 1996, cuando marcó un doblete en la final ante América de Cali y River ganó la Libertadores después de una década. Fue su plataforma hacia Europa. Parma, Lazio, Inter, Chelsea, Milan, Genoa y un regreso a Parma, donde todo empezó. En el medio, la Selección y tres Mundiales. Hizo goles en todos los colores, casi 200 sólo en las grandes ligas. Le faltó conquistar la Champions, pese a sus dos gritos para Milan en la final de 2005 ante Liverpool, aquel 3 a 0 que los ingleses remontaron y terminaron ganando en los penales. Hasta aquí, la historia conocida por todos, incluso aquella por la que Bielsa mostró arrepentimiento 20 años después, nunca quiso que compartiera el ataque con Batistuta. Contemporáneo de otro brillante “9”, vivió bajo su sombra.
De ahora en adelante, ¿qué se puede esperar? Crespo siempre quiso ser técnico. Inquieto, hasta hizo un curso de ingeniero agrónomo y relaciones públicas. También, claro, se recibió de entrenador. Colaboró con Carlo Ancelotti, otro de sus guías. Durante el período del italiano al frente del PSG, elaboró informes. Su idea era trabajar como ayudante de campo, pero no prosperó. Y se largó solo.
No le fue bien en Módena, humilde equipo de la Serie B. Dirigió 33 partidos, ganó 10, empató 5 y perdió 18. Fue despedido por su mala campaña. Entonces, decidió regresar a la Argentina. Dejó a su esposa, Alessia Rossi, y a sus tres hijas, Nicole, Sofía y Martina, quienes estuvieron en Córdoba emocionadas con el triunfo de su padre. El divorcio de la modelo italiana que conoció cuando era capocannoniere de la Lazio no afectó el lazo con las chicas. Y la primera oportunidad se la dio Banfield. Alejandro Kohan, quien había trabajado en el cuerpo técnico de Matías Almeyda en el Sur, fue clave. El profe, ex colaborador de Ariel Holan, había conocido a Crespo durante un viaje a Italia. Y quedaron en trabajar juntos.
“Es un técnico joven y con un potencial enorme para desarrollar. Jugó al fútbol al más alto nivel y en los mejores equipos del mundo, en los que tuvo a grandes entrenadores que lo marcaron mucho. Su propuesta me sedujo”, dice Kohan, que también ganó la Sudamericana con Holan en el banco de Independiente.
Tuvo referentes Crespo, claro. Además de los mencionados Bielsa, Mourinho, Ancelotti y Passarella estuvo bajo las órdenes de Sven-Göran Eriksson, Claudio Ranieri, Dino Zoff, José Pekerman, Alfio Basile, Roberto Mancini y Héctor Cúper. De todos tomó algo. La gestión del vestuario de Carletto, el método de trabajo y planificación del portugués y el impulso que les da el rosarino a los futbolistas que están bajo su tutela.
En Peña y Arenales no cumplió los objetivos. Fueron 18 partidos, con 4 victorias, 6 empates y 8 derrotas. Entonces, recibió el llamado de Christian Bragarnik. “Tenía relación con Kohan y me gustó mucho lo que hicieron en Banfield, más allá de los resultados. Como estaban sin trabajo, los cité y rápidamente coincidimos con las ideas”, le dijo el empresario que conduce los destinos del fútbol de Defensa y Justicia a Clarín. “Cuando lo fuimos a buscar esperábamos que haga un buen trabajo. No nos equivocamos”, apuntó José Lemme, presidente del club de Florencio Varela.
Hubo un quiebre en el último partido de la fase de grupos de la Libertadores. Su equipo sorprendía en Vila Belmiro, Santos lo empató y a pesar de que el 1 a 1 lo depositaba en los octavos de final, fue por más. No cerró el partido. Y terminó perdiendo en un contraataque. No faltó quien pidiera su cabeza, pero Crespo se sostuvo.
Entró a la Sudamericana y la paciencia llegó acompañada del éxito.
Estuvo en el radar de Racing, San Lorenzo e Independiente. En River lo empiezan a mirar con otros ojos cuando reparan que algún día se irá Marcelo Gallardo. Crespo tiene contrato hasta junio. “Nunca privé a nadie del crecimiento”, asegura Bragarnik. ¿Qué hará un técnico que sólo necesitó 86 partidos para ser campeón y empieza a cosechar elogios y reconocimiento en el ámbito local e internacional?
“Hoy alcanzamos una meta. Mañana veremos. Hay un dicho en italiano que dice ‘L’appetito vien mangiando’. Ahora se vienen vacaciones y el 10 de febrero vamos por otro objetivo”, sostuvo. Ese miércoles enfrentará a Santos o Palmeiras. Hambre de gloria, justamente, es lo que le sobra a Crespo y a un equipo humilde que tiene todo para ganar y poco para perder.
Daniel Avellaneda/Clarín