
En pocos días más, la cantante mexicana Lila Downs estará de regreso en Argentina. El 18 de febrero se va a presentar en el festival Cosquín Rock,y dos días más tarde en el Teatro Coliseo con uno de sus imperdibles recitales. También cantará en Neuquén (22/2) y Rosario (25/2). Además, estará este jueves 16 en una entrevista abierta en el CCK, con Charo Bogarín a las 19 horas en la Ballena.
En vivo interpretará varias de las canciones de su último álbum, Lila Downs desde Bellas Artes, México y por supuesto los temas que le han valido entre otros tantos premios un Grammy de Estados Unidos y seis Latin Grammys.
Desde su casa en Oaxaca, la región sudoeste de México, Lila nos recibe vía Zoom con una de sus proverbiales sonrisas. Aunque la procesión va por dentro. Porque ella se encuentra atravesando un duro trance. Está de luto por el reciente fallecimiento de quien fuera su pareja durante 25 años, socio musical y director de su banda La Misteriosa, el saxofonista, compositor y arreglador Paul Cohen, quien murió el 7 de diciembre pasado.
Se dice que la muerte de una pareja de larga data es uno de los mayores traumas que un ser humano puede experimentar. Lila intenta seguir cumpliendo con su agenda de notas, pero es inevitable tocar el tema. Como será inevitable que sus lágrimas desborden en varios pasajes de esta charla.
-En primer lugar, quiero decirte que lamento mucho lo de Paul. El pueblo mexicano tiene un concepto especial acerca de la muerte, ¿no?
-Pues sí, la tuya es una pregunta que viene muy al momento ( se le escapa un suspiro). Perdí a mi marido hace dos meses y, bueno, la muerte era algo que ya sabíamos que venía. Hace diez años le diagnosticaron una enfermedad muy severa del corazón. Algunos médicos le dijeron que le quedaban cuatro años de vida y con medicación diez. Y el año pasado fue el décimo año: no llegó al final del año pero casi.
Vivir con eso fue muy pesado, estábamos siempre cuidándolo, y buscando alternativas en la vida, pues ya sabes que te vas y entonces dices “Voy a arreglar esto, a comprar esto y te voy a dejar esto para que estés cómoda”. Él y yo siempre platicábamos acerca de esas cosas pero hay algo que hace como que no vivas, estás siempre pensando en que va a llegar ese día.
Hija de una mujer aborigen mixteca (también cantante, Anita Sánchez) y del profesor de cine y pintor estadounidense Allen Downs, Lila pasó vivió en Minnesota durante su adolescencia. De allí su capacidad de cantar tanto en castellano como en inglés. Pero también lo hace en idiomas originarios, como el purépecha, el mixteco y zapoteco.
-Hay un axioma en tu tierra. Dice: «Pobre México tan lejos de Dios, y tan cerca de los Estados Unidos». Vos tenés un pie en cada cultura, eso fue beneficioso pero seguramente también te habrá traído problemas.
-Como no, ¡claro! Porque siempre hay esa tensión con el gringo, esa cosa de odio y amor. Es como una atracción, pero también es un enojo histórico y hasta como un sentido de venganza. Porque también somos vecinos y hemos tenido historia con la apropiación de territorios. Eso que tú dices lo he vivido.
Yo me siento muy afortunada porque considerando todos esos elementos, que soy también un poco indígena, porque en México a veces hay una discriminación con las personas que crecemos en Estados Unidos pero que tenemos nuestro pelito negro y nuestras raíces indígenas. Hay esta cuestión de que se piensa que no tenemos el derecho de tener ese privilegio, esa educación. Y eso sigue existiendo en nuestro país. Son temas que hay que seguir abordando en la música
Defensora de los derechos de los pueblos originarios como de distintas injusticias sociales, Lila Downs le dedicó una canción a los 43 normalistas desaparecidos en Iguala en 2014 (conocido como el Caso de Ayotzinapa) que incluyó en su disco Balas y chocolates. Se trata de La patria madrina, junto al colombiano Juanes. Claro que no es su única colaboración con otros artistas.
Hizo lo propio con Andrés Calamaro (Estadio Azteca), Natalia Lafourcade (La Martiniana), Los Palmeras (Búscate un hombre que te quiera), Kevin Johansen (Baja a la tierra), y hace dos meses puso su voz junto a la de León Gieco al servicio del tema Soles y Flores, incluido en el nuevo disco del santafecino, titulado El hombrecito del mar.
-¿Cómo surgió cantar con Gieco?
-Me hablaron algunos de los músicos que grabaron con él. Conozco al que tocó el dobro (una guitarra totalmente metálica que se ejecuta acostada sobre la falda) en sus discos, Jerry Douglas. Hicimos una gira juntos y me habló de León. Yo ya conocía su música, todos hemos escuchado las grandes canciones del folklore latino, y siempre ha estado León con su clásico Solo le pido a Dios. Es uno de los grandes gigantes de la música latinoamericana.
Dueña de un gran repertorio, Lila puede abordar géneros tan disímiles como la ranchera, la música mariachi, el son jarocho, el bolero, la cumbia, el jazz, el rock y el hip-hop.
Ha compartido grabaciones y escenarios con estrellas como Caetano Veloso (cantaron juntos Burn it blue, del film Frida en la entrega de los Oscars 2002), Celso Piña, Carlos Santana, Diego El Cigala, Totó la Momposina, Norah Jones y hasta el violonchelista Yo-Yo Ma.
Y por supuesto La Negra Sosa, con quien no sólo grabó dos temas (Tierra de Luz, en su disco Ojo de Culebra y Razón de Vivir en el CD Cantora) sino que además compartió escenario con la gran tucumana, en diciembre de 2008 en Córdoba.
-¿Cómo supiste de la existencia de Mercedes, en su momento?
-No la conocía en mi formación como ser humano consciente. En mi pueblo, que era pequeño, en una región que se llama La Mixteca, se escuchaba Serrat, Pablo Milanés, Vicente Feliú y Silvio Rodríguez.
Había una preparatoria detrás de mi casa, donde ponían un altavoz y pasaban toda esta música. Era una preparatoria comunista que se había formado en mi pueblo y ponían todo eso. Pero a Mercedes no la conocí hasta que fui a hacer una tesis sobre el textil indígena.
Ahí compartía con gente de la etnia Triqui (un pueblo originario situado al noroeste del Estado de Oaxaca), y uno de mis compañeros me dijo: “¿Pero tú no conoces a Mercedes Sosa?”. Le dije que no y puso Gracias a la vida, de Violeta Parra. Y te juro que en ese momento me cambió todo. Soy de esas personas que una canción hizo que su rumbo tomara otra dirección. Y creo por eso que ella fue tan importante.
-¿Qué viste en ella y en su voz?
-Fue como descubrir un mundo en el que me sentía incluida. Especialmente porque los anteriores compositores eran hombres. Hizo que me acerque a la mujer desde otra perspectiva. También Amparo Ochoa (la gran artista de Sinaloa a quien apodaban La Voz Rebelde), alguien importante en mi formación, pero ella estaba muy enojada y yo ya de por sí estaba muy enojada y quería encontrar alguien más espiritual. Mercedes fue esa persona.
Hace veinte años éramos muy pocos los que sabíamos de la existencia de Anna Lila Downs Sánchez. Era el secreto mejor guardado, porque si bien lanzó su carrera profesional a comienzos de los años ’90, no fue hasta 2008 cuando ella llegó por primera vez a La Argentina.
-¿Por qué tardaste tantos años en venir a nuestro país?
-¡Eso mismo digo yo! A ver, respóndemelo tú (se ríe). No lo sé, se ve que recién en esa época un promotor se interesó en llevarme. Las luchas feministas consiguieron un cambio definitivo. Es un poco lento en algunas áreas, pero da mucho gusto verlo”.
-¿Pensás que algo está cambiando en las sociedades machistas con esta ola mundial de feminismo?
-Sí. Hay un cambio definitivo. Es un poco lento en algunas áreas y en otras… Creo que muchos varones que no quieren hacer cambios se dan cuenta que tienen que hacerlo y eso da mucho gusto verlo.
-¿Y cómo van a ser estos shows en Córdoba y Buenos Aires?
-Un poquito distintos ambos. El primero tomando repertorio más rockero y hip hopero, pero también que incorporan el folklore. Y el otro será más como el que hicimos en el Bellas Artes de México. Ah, y con algunos temas nuevos que vendrán en el próximo disco que ya estamos planeando, donde vamos a hacer algunas cosas más acústicas.
Eduardo Barone/Para Clarín-Espectáculos