En el pit que el Münnich Motorsport tiene en el circuito de Sepang, donde este fin de semana se definirá la Copa Mundial de Turismo (WTCR), se habla casi todo el tiempo en inglés. A veces se escucha alguna frase en italiano y también en español. Un español con acento bien argentino. En el techo de los dos Honda del equipo está pintada además la bandera celeste y blanca, bien grande, junto al número que identifica a cada vehículo. Y en el costado aparecen los nombres de los dos responsables de que Argentina haya estado presente por duplicado en la temporada en cada una de las fechas de la categoría: Esteban Guerrieri y Néstor Girolami.
Compatriotas, colegas y, ante todo, amigos, compartieron en 2019 las filas del equipo alemán en el que el porteño corre desde el año pasado cuando el WTCR tomó el lugar del Mundial de Turismo (WTCC) que José María López ganó en tres ocasiones entre 2014 y 2016. Y al que el cordobés se sumó este año gracias al empuje de su compañero y el respaldo de François Ribeiro, promotor de la categoría.
Como talento de exportación, juntos se potenciaron, se ayudaron y terminaron siendo grandes protagonistas de la temporada al punto que Guerrieri llegó a la última fecha con grandes chances de gritar campeón.
“Con Bebu somos amigos desde hace mucho. A fines del año pasado vino a una carrera de Suzuka y empezamos a empujar para ver si podía tener una chance con Honda. Le abrieron las puertas y estoy muy contento de que haya sucedido”, recuerda Guerrieri en la charla con Clarín durante un rato libre en una jornada muy atareada de entrenamientos y clasificación en el trazado malayo.
“Trabajamos muy bien. Siempre estamos muy parejos uno con el otro así que tratamos de potenciarnos. Y cuando salimos a la pista competimos siempre con respeto. No vamos a estar peleando una posición entre nosotros y que nos pasen por arriba los demás”, asegura el piloto de 34 años que llegó a Sepang en el segundo lugar del campeonato, a sólo nueve puntos del líder, el húngaro Norbert Michelisz, de Hyundai.
Girolami hace memoria y cuenta cuál fue el momento en el que comenzó a forjarse la amistad que comparten. “En 2006 fui a correr a Monza una carrera salteada por el campeonato de la Fórmula Renault italiana. Entonces le mandé un mail a Esteban, que estaba hacía un tiempo en la Fórmula Renault y conocía bien ese circuito. La respuesta que recibí fueron cuatro páginas detallándome cada curva, cada frenaje… como obsesivo. Yo lo valoré mucho. No todos los pilotos son así de abiertos”, cuenta el cordobés que antes del comienzo de la actividad en esta ciudad estaba séptimo en el campeonato.
Y coincide con su compañero. “Sabíamos de entrada que si íbamos a trabajar juntos era para ayudarnos. Y me sirvió a mí tanto como a él para superarnos día a día. No es normal tener un compañero de equipo que trabaje como trabajamos, sin esconderse nada y llegar a este punto como llegamos. Esteban pensó toda la estrategia para que pudiéramos llegar los dos a pelear el campeonato. Le tocó a él y yo estoy muy contento, Y hoy él tiene un escudero que lo va a ayudar en lo que pueda. Eso se logra solamente cuando hay una estrategia, cuando hay confianza y cariño como nos tenemos”, señala.
Guerrieri es el más experimentado, si del escenario internacional se habla. Dio rápido el salto a Europa y prácticamente se formó allí aunque tuvo su paso por el TC, el TC2000 y el Súper TC2000 en la última década.
Girolami hizo gran parte de su carrera en el automovilismo argentino, fue campeón de Súper TC2000 en 2014 y 2015 y hace algunos años comenzó a incursionar en el exterior.
“El nivel de pilotos, de técnicos y de equipos que hay en Argentina es increíble. Pero esto es otra cosa… En Argentina, por ejemplo, estamos acostumbrados a hacer todos de todo. Acá debe haber 25 personas en el equipo y todos cumplen una función distinta y nadie pasa por arriba de nadie. Hay que aprender hasta a quién preguntarle cada cosa”, analiza Girolami, que había disputado en 2017 el campeonato completo de WTCC sin los resultados esperados.
Guerrieri, Girolami y la aventura de crecer en otro mundo.
Luciana Aranguiz/Clarín