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La francesa Emma Shapplin busca presentar Venere, su segundo disco

La cantante gala es una de las referentes del llamado crossover.

Emma Shapplin (46) se enamoró de la ópera después de escuchar la cortina musical de una publicidad. Era un aria de la Reina de la noche, un personaje de La flauta mágica, de Mozart. Desde entonces empezó a cantar en el baño y en lugares donde la acústica era buena. Pero siempre sola, porque era muy tímida para hacerlo en frente de alguien.

Hoy, pasaron 23 años desde que esa chica vergonzosa lanzó su primer disco, Carmine Meo, que la convirtió en una exponente de ese género en el que el pop, la lírica y el rock interactúan en algo que algunos llaman crossover. Y Shapplin dedica sus días a la presentación en sociedad de Venere, un álbum que presenta como “una segunda parte” de aquel exitoso debut.

La cantante nació con el nombre de Crystêle Madeline Joliton, pero decidió cambiárselo para comenzar a construir la persona que quería ser. “Antes era una niña, y tomaba lo que me daban. No controlaba nada. Así que decidí que en ese punto tenía que crear mi nombre y otra personalidad. Elegí uno que a mí me suena más fuerte”, cuenta en una videollamada desde Francia. Ella eligió ponerse Emma porque el sonido en su lengua natal se parece a “quien ama”. A Shapplin se lo sugirieron. En francés significa el guardián de una capilla. “Para mí es un nombre fuerte, pero tranquilo, es un nombre romántico”, dice mientras la palabras en inglés tardan en aparecer en su mente y las francesas logran completar la oración.

“Conocí una profesora de ópera, y empecé a estudiar. Pero después se volvió muy intenso. Eso fue cuando tenía entre 11 y 15 años. Mis papás estaban preocupados y tuve que parar”, cuenta sobre sus inicios. Shapplin habla rodeada de cuadros, vestida con un blazer blanco y un pantalón negro. Una escena que denota arte, hasta que levanta el pie y entre risas confiesa que lo que no toma la cámara “no está producido”.

Para ella, el salto al rock fue necesario. La ayudó a combatir esa timidez que tanto marcó su infancia. “Hacer mi primer concierto… Fue hasta doloroso subir al escenario. Sentía que me quemaba la panza, como si tuviera un volcán. Es extraño, pero mejoré por cantar rock en el escenario. Porque cuando cantás ópera, tenés que ir por eso, todo tu cuerpo debe cantar. Debés estar completamente conectado con la voz y los instrumentos. En el rock una persona tímida no funciona. Tenés que encontrar una actitud y moverte diferente”, explica.

Pero al poco tiempo volvió a tomar clases de música clásica porque era su pasión, extrañaba hacerlo. Sin embargo, recuerda que no se sentía cómoda en ese entorno. “Cuando fui a un conservatorio el ambiente era diferente, no encajaba. Era muy íntima la relación con los profesores. Me acuerdo que cuando estaba en el conservatorio nos enseñaban para ser agresivos y competitivos. Era violento. Querían enseñarnos la competencia, no me gustaba eso”.

Con su pasado rockero y también lírico, la cantante pasó a ser parte de un nicho de artistas muy particular, en el que ambos universos se articulan de manera particular. “Tuve mucha presión con mi primer álbum de parte de los productores, y después un poco con el segundo. Por eso me convertí en mi propia productora. Yo quiero hacer las cosas a mi manera. Es importante. No podría sobrevivir con esa presión. No puedo estar atada, como si tuviera una correa. Soy una persona salvaje”, sentencia Shapplin con contundencia, puesta a recordar el momento en el que decidió satisfacer su deseo antes que los de las compañías discográficas.

“Venere es un laberinto de amor. Esa sería la descripción poética. Diría que es muy especial porque muchos fans me pedían la segunda parte de mi primer álbum. Después de ese disco hice muchas cosas experimentales. Tenía que encontrar el sonido, la atmósfera y el sabor, y debía tratar de acercarme al estilo de escribir en italiano antiguo. El álbum suena un poco más vivo y es más apasionado que Carmine Meo”.

El plan era estrenar Venere “en vivo” por streaming, el pasado 20 de mayo, en un concierto desde el Teatro ElíseoMontmartre, en París, en el que estaba prevista la participación de León Gieco entre sus invitados, pero la presentación debió ser pospuesta para mañana, a partir de las 16 horas de la Argentina. Sin embargo, la incertidumbre en que se desarrollan las actividades artísticas debido a las medidas de aislamiento y confinamiento parece conspirar nuevamente contra su realización, que nuevamente está en duda y sujeta a la información actualizada en su página www.emmashapplin-official.com.

La última vez que estuvo en nuestro país fue en el 2014. Dio conciertos en Buenos Aires y Córdoba. Dos años antes había llenado el Luna Park. “Hice giras por muchos países y cada audiencia tiene su forma. En la Argentina fueron mucho más expresivos que en otros lugares. Al principio me sorprendió, pero fue hermoso”.

Catalina Denguer/Clarín

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