La flauta mágica, la ópera que acaba de estrenarse en versión renovada en el Teatro Colón, se mueve entre la comedia y el misticismo, hay héroes, instrumentos mágicos, reinas, hechiceros y extravagantes hombre y mujer pájaro.
Pero detrás de la superficie de un cuento de hadas, hay una historia de amor, un viaje espiritual con los misterios de un ritual de iniciación y una trama de varias capas, repleta de alegorías. Por esta superposición de elementos desordenados, a los directores siempre les resultó una ópera compleja de desentrañar. ¿Qué contar y cómo?
A través de la fantasía, Barrie Kosky logró, junto con Suzanne Andrade y el animador Paul Barritt, revitalizar a Mozart bajo un encuentro singular y poético entre el cine y el teatro.
La propuesta es deslumbrante y vital, abraza las contradicciones de la obra, las “incorrecciones” que la sobrevuelan son absorbidas bajo el tono de comedia, y las deficiencias del libreto se acomodan bajo el verosímil de la fantasía propia de un cuento de hadas surrealista.
La estética del cine mudo de los años ’20, con guiños al cómic y pop art, guía la caracterización de los personajes que interactúan con proyecciones: Pamina como Louise Brooks, Papageno como Buster Keaton, Monostatos como Nosferatu y la Reina de la Noche como una enorme araña monstruosa. Mientras que el solemne y circunspecto Sarastro se recorta como un personaje decimonónico, con traje y gran galera.
La marcación de los cantantes, los gestos y mímica, también está tomada del estilo de actuación de las películas mudas. El escenario, como una pantalla de cine, es básicamente una pared rectangular, con puertas giratorias a distintas alturas, de donde salen los personajes.
La proyección de las preciosas animaciones de Paul Barrit –hechas a mano, no hay nada digital- son el aglutinante de todas las estéticas que sobrevuelan la puesta y dan una continuidad híper dinámica a cada escena: una campanita que vuela por el escenario es la flauta de Tamino; la boca roja de Papageno vuela por la pantalla cuando las tres damas de la reina lo castigan con el silencio; animales mecánicos, luciérnagas, circulan por la pantalla junto con ruedas dentadas, flores y mariposas que se mueven a diferentes velocidades.
La ópera de Mozart es un singspiel, y como tal tiene diálogos hablados en alemán, lo que habría resultado disruptivo para la dinámica de la puesta. Kosky encontró una solución brillante: condensó y transformó los diálogos en intertítulos (con la colaboración de Ulrich Lenz), como en una peKellner lícula muda, mientras suenan en vivo las fantasías en re menor y do menor para piano de Mozart, y funciona fantástico.
El humor sobrevuela la interacción entre personas y personajes (es maravilloso como se influyen y modifican), el gatito de Papageno enfrentado con el perro diabólico de Monostatos, o durante el aria Ein Mädchen oder Weibchen Papageno toma un cóctel rosa y ve elefantes rosas voladores.
El Papageno entrañable de Peter -de voz cálida, limpia y ágilaportó gran parte del elemento cómico de la ópera.
El Tamino de Joel Prieto sonó con elegancia, su voz es cálida y ágil, y también aportó su cuota de humor. La soprano Verónica Cangemi sonó con un timbre un poco destemplado, y algo forzado en el registro agudo, en el comienzo. Pero luego se lució en cada dúo con Tamino, y brilló con la belleza de su fraseo y el dibujo suave de largas líneas en el aria “Ach, ich fühl’s”, mientras se la veía encerrada en una bola de nieve, con los copos cayendo y convirtiéndose en hollín. Una escena logradísima visualmente.
Con una voz pareja en todo el extenso registro que le exige el papel, la soprano polaca Anna Siminska compuso una feroz Reina de la Noche y las notas estratosféricas de la célebre aria Der Hölle Rache sonaron sin esfuerzo. La Papagena que compuso la soprano porteña María Savastano estuvo a la altura del elenco y su dúo con Papageno fue encantador.
El bajo polaco Reinhard Hagen compuso un consistente Sarastro, con profundidad aunque sin gran proyección en los graves. Al tenor Pablo Urban –en el papel de Monostatosle faltó volumen en su aria Alles fühlt der Liebe Freuden.
Las tres damas -Carolina Gómez, Florencia Burgardt y María Ronda- y los tres genios -Florencia Barrera, Lucio Pesce y Paula López- brillaron en cada intervención.
La orquesta, bajo la batuta de Marcelo Ayub, y el coro, preparado por Miguel Martínez, tuvieron una destacada actuación y contribuyeron a crear la magia y alegría (aunque no tanto para quienes se quejaron en voz alta por la falta de programas, algo que el Colón ya dijo haber solucionado) que se vivió en el teatro.
Autores: música de W. A. Mozart, libreto de Emauel Schikaneder Director musical: Marcelo Ayub Régie: Barrie Kosky Repositor: Esteban Muñoz Teatro: Colón, domingo 7 de mayo. Repite 9, 10, 11, 12, 14, 16.
Laura Novoa/Clarín-Espectáculos