Juana Molina es un caso extraño en la música local. No hay tantos artistas argentinos que hayan obtenido reconocimiento internacional antes que en el país. David Byrne, por caso, la invitó comienzos de siglo a que le abriera una gira por Estados Unidos. En la actualidad, la música de la cantante y actriz es una influencia clave para músicos y músicas de nuevas generaciones. Su sonido experimental, electrónico y lúdico se expande por festivales y escenarios de todo el país. Hay algo vanguardista y atemporal en su estilo que ha hecho que las cosas necesitaran su tiempo. La artista está despidiendo su elogiado disco Halo (2017) y presentando las versiones punk de Forfun (2019) en el show denominado Friggatriscaidecafobia, que promete energía tribal y baile. “La sala llena tiene una magia infalible, pasa algo entre todos. Y me gusta que la gente baile, que estén todos en la misma. Hay una cosa física que se traduce en lo emocional cuando el público está parado que es clarísima. Cuando el público está sentado es otro show”, dice ella, con entusiasmo, antes de presentarse este viernes 13 a a las 21 en Complejo Art Media (Corrientes 6271).
El material más reciente de la artista es Forfun, un EP lanzado hace unos meses con cuatro versiones punk de su repertorio. Las canciones en formato trío -con Odin Schwartz en bajo y Pablo González en batería- fueron rebautizadas «Paraguaya punk», «The punkish rat», «Un día punk» y «Vagos punk». Son canciones que fueron registradas en discos anteriores –Un día, Wed 21 y Halo- pero adquieren aquí una buena dosis de crudeza y salvajismo. “Se me amplió mucho el espectro de oyentes, mucha gente empezó a entrar a partir de la faceta punk. La selección fue arbitraria, podríamos tranquilamente haber hecho un disco de diez temas. Pero nunca lo analicé”, admite la artista. Entre las versiones, la que encontró un sonido muy diferente a la canción original es “Un día”, que era una especie de baguala y ahora abre con un riff frenético de bajo. En su primer disco, Rara (1996), había un sonido medio punk, algo que no aparece en los discos siguientes. “Sí, me lo han dicho. Pero no escuché mucho punk en mi vida. Sí escuché mucho rock, tríos y cuartetos clásicos de rock”.
La génesis del disco surge de una anécdota. Cuando llegó con su trio al festival de Roskilde en 2018 se encontró con la sorpresa de que la aerolínea había perdido todos sus equipos, con excepción de su guitarra. Decidieron readaptar las canciones y tocar con un formato de guitarra, teclado y batería, sin pedales de efecto ni looperas. La improvisación devino sonido punk. “Lo del EP fue una idea del sello y me re copé”, cuenta Molina. “Nos encontramos con los músicos a buscar las texturas y hacer nuevas versiones, porque no nos acordábamos lo que habíamos hecho en el show. Mandamos al sello esos temas y les encantaron”. La primera que se dio a conocer fue «Paraguaya Punk», que tiene un video psicodélico y colorido dirigido por animador y artista visual Dante Zaballa, quien trabajó con acrílicos, lápices y crayones. “El video salió lindísimo y lo empezaron a llamar de un montón de festivales. Viajó por todo el mundo con el video, antes de que saliera el EP”. El video incluso ganó el premio a Mejor Videoclip en el Bit Bang Fest.
-Estás despidiendo también Halo (2017). ¿Es un disco que te reafirmó en la escena local y te permitió llegar a otros públicos?
-Yo no me doy cuenta de esas cosas. No sé si fue con Halo. Porque con cada disco sentía que pasaba un poco eso. Las percepciones que tienen los demás a veces me sorprenden. Lo que tuvo Halo fue más baterías grabadas en vivo, algo que no había hecho en los discos anteriores. Eso fue una gran diferencia. Y también la participación de músicos que abrió un poco la paleta sonora. Todos los discos los hice con los mismos instrumentos: la guitarra y el teclado. Y con respecto al público, siempre sentí que tuve público joven. Lo que sí me pasó es que ahora mis amigos me llaman para pedirme entradas para sus hijos. Y eso para mí es un regalazo. Y creo que eso pasa por la atemporalidad de la música: no podés definir cuántos años tengo a través de un disco. No hago música de una señora de mi edad.
-¿Te resultó difícil que tu música tuviera más alcance en Argentina?
-Mi personalidad estuvo siempre más o menos plantada, con diferentes grados de seguridad. Pero ya desde Segundo (2000), o inclusive desde Rara, había algo atemporal en mi música que hizo que demorara todo tanto. El objetivo es transmitir la música y no quién es una. Cuando empecé, a los 18 años, tenía la misma timidez que después de la tele. Era tímida para hacer música y eso lo fui superando. Hoy me siento más concentrada en lo que hay que hacer y no estoy pensando en el que dirán. No puedo hacer nada para gustarle a otro. Son cosas que se aprenden con mucho tiempo.
Molina confiesa que tiene la idea de empezar a hacer un disco nuevo, pero aún no sabe qué hacer. El estudio donde graba sus discos está en su casa de Pacheco, en el nordeste del Gran Buenos Aires. «Es igual que hacer un cuadro. No hay demo. Todo lo que se graba, queda. En general, se va armando desde el prototipo», dice sobre su método de composición y grabación, que para ella son la misma cosa. Halo, en cambio, fue grabado en gran parte en Sonic Ranch Studio, Texas. «Cambió la mecánica, pero usamos la mayoría de las cosas que tenía grabadas. Salieron un montón de sonidos nuevos de ahí. Es un estudio muy cómodo, la pasamos bárbaro, estábamos todo el día metidos en el estudio». En enero quiere trabajar en el disco nuevo. Por eso no planea salir de gira los primeros meses del año.
-¿Y cómo te llevás con la dinámica actual de la industria musical en donde prima la inmediatez de mostrar material? Tu lógica de trabajo parece tener otros tiempos…
-La necesidad de mostrar la sentí siempre, pero la mecánica de los sellos hacía que no pudieras hacerlos. Entregás un disco y sale casi un año después. Entonces, cuando sale un disco yo quiero hacer otro. Ahora las cosas van a cambiar. En estos últimos dos años el cambio se profundizó. Hay que reinventarse, no hay que renegar con eso. La cosa se está manejando con singles. A mí no me gusta trabajar temas por separado, me gusta hacer un disco. Así que no sé cómo lo voy a manejar. La gente hoy no escucha discos enteros, no existe más eso de poner un disco y escucharlo. Ponés un tema de un artista y hacés un playlist. Quizás sacás una canción por mes y a fin de año sacás un disco.
En carpeta, además, tiene un proyecto de disco en colaboración con el músico chileno-alemán Matías Aguayo. «Todavía no lo terminamos, está un poco interrumpido», dice. «Es un experimento medio raro. Además, vivimos en países muy lejanos y lo tenemos que hacer juntos. Por eso nos cuesta terminarlo. Para mí la única manera de trabajar en música juntos es en el mismo cuarto, lo otro me parece tedioso. Cuando están las personas presentes todo es construir sobre algo firme. Hacés una cosa que te dispara a otra».
Sergio Sánchez/Página 12