
Le ganó por penales a Inglaterra en Wembley por la Eurocopa. El héroe fue el arquero Donnarumma, que atajó el remate decisivo. El local arrancó con el gol más rápido de la historia de las finales. Pero Italia, con su juego ofensivo, dio vuelta la historia.
Se debe estar riendo allá arriba. Fumando un habano, seguro. Sentado y con una pelota por ahí cerca para meterle un caño a alguno que pase despistado. El sábado fue Argentina en el Maracaná y contra Brasil. Y ayer, Italia -esa tierra que lo adoptó en Nápoles y donde regaló los mejores momentos de su carrera-, contra Inglaterra y en Wembley, ante 60.000 ingleses sedientos de gloria tras 55 años de sequía. Ganaron Argentina e Italia. Acaso lo que pasó este fin de semana haya sido la última gran jugada o travesura de Diego Armando Maradona. ¿Por qué no creerlo así?
Italia es el campeón de la Eurocopa tras vencer 3-2 en los penales a Inglaterra luego de empatar 1-1. Aunque esta vez no fue la Mano de Dios sino que fueron las manos de Gianluigi Donnarumma, el arquero que fue héroe tras atajar dos penales. Pero algún guiño desde arriba debe haber llegado, sin dudas. Y para que la historia se termine de cerrar, falta simplemente una cosa: que Argentina se enfrente a Italia en una especie de Recopa. Que bien podría llevar el nombre de Maradona.
Juega bien Italia, hay que decirlo. Y es que esta Italia moldeada por Roberto Mancini no se parece en nada a la historia de la Italia del miedoso catenaccio: se adelanta en el campo, crece desde la tenencia y confía en esos dos centrales de fuste que son Leonardo Bonucci y Giorgio Chiellini, los capitanes indiscutidos. Mancini acumula futbolistas de buen pie que se animan a jugar: ayer se plantaron en Wembley muy a pesar de los miles y miles de ingleses que alentaban desde las tribunas. Jugaron sin ataduras, intentaron siempre, aún cuando las cosas no le salían. Empató y tal vez mereció ganar en el tiempo regular. Pero el premio le llegó en los penales, con una actuación de ensueño del ahora arquero de PSG.
Jugó con un 5-2-3 Inglaterra y en dos minutos la elección le dio la razón al entrenador inglés. La sensación era que el maleficio se iba. El centro pasado del lateral derecho Kieran Trippier encontró la llegada solitaria del lateral izquierdo Luke Shaw, que puso vertical su botín zurdo e impactó la pelota inmediatamente después del pique.
Entonces, el partido fue distinto desde el comienzo por el gol tempranero. Italia tuvo que tomar el protagonismo y los locales se refugiaron muy cerca de Jordan Pickford. Los datos de la etapa inicial no mienten: los tanos tuvieron la posesión del balón en un 65 por ciento, pero apenas remataron una vez al arco.
Inglaterra fue pura sangre, esta vez. Tuvo que meter y metió. No sufrió demasiado en la primera parte porque armó un bloque compacto e Italia se cansó de tener la pelota y de no encontrar los espacios. Los centrales, Bonucci y Chiellini, se plantaron a 10 metros de la medialuna rival. Así de adelantado jugó Italia. Pero se insiste: le costó hallar los caminos para el gol.
También conviene aclarar que los locales retrocedieron demasiado. Ni siquiera apostaron al contraataque, porque Harry Kane jugó más de volante central que de delantero. Fue un pecado que costó caro. Y de tanto ir, Italia empató. Lo merecía, claro. Bonucci capturó un rebote en un palo luego de una buena atajada de Pickford ante un cabezazo de Verrati y salió a festejar la igualdad.
Los instantes restantes fueron de estudio y de miedo. Los penales se empezaron a vislumbrar a los 30 minutos de la segunda etapa.
Y el fútbol tiene contradicciones, obvio. En el minuto final, Southgate mandó a la cancha a Rashford y a Sancho para que patearan porque son especialistas. Vaya paradoja: el primero erró y a Sancho se lo atajaron. Antes habían convertido Kane y Maguire. Por Italia marcaron Berardi, Bonucci y Bernardeschi y fallaron Bellotti y Jorginho. Y Bukayo Saka, otro que entró, se paró para ejecutar el último. Tenía que anotar. Pero Donnarumma voló a su izquierda y lo atajó. Festejaron los italianos, que volvieron a ganar la Euro luego de 53 años. Y seguramente sonrió Diego, allá arriba, por su última locura.
Clarín/Deportes