
A base de mucho amor propio y de un enorme sentido de pertenencia, River edificó en el Monumental otra noche épica, de esas que quedarán en el recuerdo. Con solo 11 jugadores disponibles, un jugador de campo en el arco, el equipo de Marcelo Gallardo no sólo le ganó (2-1) a Independiente Santa Fe. También, al brote masivo de coronavirus que padece desde el fin de semana pasado. Así, cortó la hemorragia de una semana adversa. Con el triunfo, quedó como líder de su grupo en la Libertadores.
“Rescato la responsabilidad, las ganas. De todos, eh, no sólo de los once que jugamos hoy. También de los que se quedaron afuera”, dijo Enzo Pérez, el improvisado arquero después del 2-1. “Ayer estuve practicando con el entrenador de arqueros. Era una situación especial”, añadió Enzo, que usó los guantes de Lux.
“¿Y al arco quién va?” Cuántas veces se habrá hecho esa pregunta en los picados de los barrios. Y mientras todos se miraban, uno terminaba yendo resignado a pararse bajo los tres palos. Algo de ese espíritu amateur se sintió en el Monumental.
Fue una noche distinta, atípica. River apenas juntó 11 jugadores. Y tuvo que contarlos como se los cuenta para ir a la canchita, rogando que no se caiga ninguno a último momento. Tenía 10 y no había arquero. La Conmebol rechazó el pedido de sumar a dos juveniles y sustituirlos por dos de los cuatro que están en la lista, todos contagiados. Pero la entidad sudamericana dijo que no. Entonces, Enzo Pérez sacó su amor propio de adentro. Y como para que el espíritu amateur estuviera más latente que nunca, se puso a disposición, a pesar de tener una distensión en el isquiotibial derecho, que, no lo dejó sacar de abajo. Tenía que hacerlo el defensor Tomás Lecanda, quien anoche debutó, al igual que Felipe Peña Biafore.
Más allá de la larga charla técnica que tuvo con César Zinelli (se paró detrás de cada arco anoche para orientar a Enzo), integrante del cuerpo técnico y ex arquero, y de los consejos de una leyenda del arco como el Pato Fillol, el mendocino tomó esta aventura con naturalidad. “Hablé con él y nos reíamos, ¿le vas a sacar el puesto a Armani?”, le dijo por teléfono su papá Carlos Pérez, desde Mendoza. En las prácticas informales, más de una vez se calza los guantes, exhibiendo el espíritu lúdico que tiene el fútbol.
El propio Enzo confirmó que iba al arco cuando se sacó una foto con el buzo verde flúo detrás. La lista que entregó la Conmebol era elocuente. De lado de River, los espacios de los suplentes estaban en blanco (Javier Pinola no fue incluido porque no tiene el alta médica de la fractura en el antebrazo derecho). Y había tres jugadores designados para atajar. Además de Enzo, Tomás Lecanda y Agustín Fontana. Podían cambiar cuántas veces quisieran. Como en los picados en los que alguno hasta se deja hacer un gol para salir del arco.
Acá fue distinto. Enzo Pérez resistió y se destacó, más allá del gol de Santa Fe. Sus compañeros lo ayudaron haciendo un gran esfuerzo físico. No había posibilidades de cambio. El rival, débil, también colaboró.
River golpeó de entrada con dos goles. “No nos vamos a colgar del travesaño. Vamos a tratar de manejar los partidos inteligentemente”, había avisado Gallardo. Su equipo consiguió rápido la ventaja. Sostuvo el resultado a pesar del tanto rival y al final todos explotaron de emoción, a puro abrazo. Y así lo vivieron también los otros 20 jugadores de la lista, contagiados de coronavirus, cada uno desde su casa, donde realizan el aislamiento.
River terminó festejando enloquecido. Las redes sociales explotaron. Y el partido midió más de 20 puntos de rating, el doble que el programa de Marcelo Tinelli. River no se achicó. Jugó con grandeza y volvió a hacer historia.
Maximiliano Benozzi/Clarín

Vélez venció 2-1 a La Calera y así cumplió con su parte del trabajo. Ya más fríos, en sus hogares, los jugadores pudieron festejar la clasificación a los octavos de final de la Copa Libertadores, una vez consumado el 2-2 entre Flamengo y Liga de Quito.
El partido tuvo un arranque rápido y furioso. En la primera llegada, tras una buena pared entre Tarragona y Janson, el exdelantero de Patronato marcó el primero con un zurdazo cruzado. Habían pasado apenas 82 segundos. Pero a los cuatro minutos, un despeje corto del peruano Abram en el área le posibilitó a Vargas sacar un derechazo que superó el esfuerzo de Hoyos para el empate.
Aunque todavía no se habían acomodado, quedaba clara la postura de cada uno. Vélez, con su habitual posesión de balón, filtrando pases por el centro, abriendo los laterales, recuperando rápidamente para romper el buen juego del equipo chileno, que, más expectante, en cada ataque intentaba sacar ventaja de algunas dudas de la defensa local.
Vélez se acomodó mejor, impuso su juego con Mancuello como conductor y Thiago Almada cambiando siempre de ritmo. Así generó tres situaciones claras de gol. El local necesitaba ratificar esa superioridad en la red ante del final del primer tiempo y lo consiguió a los 39, tras un gran pase de Mancuello para Ortega, quien de primera la metió en el área chica para que Almada anotara el segundo.
La Calera llegó con peligro al área de Hoyos, quien sacó al córner un buen cabezazo de Saiz. Luego Vélez estuvo muy cerca de aumentar con un remate de Cáseres que dio en un palo. En el arranque de la parte final, Bouzat no pudo definir ante Martín Arias. A los 21, un remate de Janson se fue muy cerca. Pero la intensidad del equipo de Pellegrino no fue la misma. Síntomas lógicos de cansancio. No pudo sostener el dominio. La salida de Mancuello, lesionado, influyó en el bajón. Sufrió hasta el último segundo cada centro chileno. Y bien tarde festejó la clasificación.
Oscar Barnade/Clarín