“El amor no se mendiga. El amor se da y se recibe”.
“Tal vez en momentos ásperos, la música sea un rincón tibio donde acurrucarse un rato”.
“Hay que vivir mucho para poder decir algo”.
Una de las tres frases precedentes es un aforismo, las otras dos son simples enunciados lanzados a la pasada a la red del pajarito: la primera es de Joe Fernández, la siguiente es de Iván Noble y la última es de José Narosky. ¿Existe acaso con Twitter una revitalización del género aforístico? ¿Qué opina al respecto Narosky, erigido en algo así como “El gran aforista argentino”, el hombre que escribió más de 17 mil pensamientos breves, pero que solo publicó 3 mil, distribuidos en 12 libros, que a fuerza de reediciones y más reediciones, vendieron cerca de 2 millones de ejemplares y fue traducido a 13 idiomas? Que sí. Que existe una reivindicación de la frase corta, afirma con contundencia este hombre de ojos celestes que brillan, desde la biblioteca de su casa, ubicada a dos cuadras del Malba, una de las zonas más exclusivas de la Ciudad.
–¿Pero cualquiera puede ser aforista o hay que tener un talento especial?
–No, ningún talento especial. Creo que cualquiera puede hacer aforismos. La gente, en general, dice ‘no, no puedo’. Bueno, hay que tener una cierta predisposición a hacerlo.
Narosky tuvo un primer contacto con el pensamiento breve a los seis años cuando coleccionaba los cartoncitos con aforismos de autores extranjeros que venían en los paquetes de cigarrillos que fumaba su papá en la ciudad de Darregueira, provincia de Buenos Aires, al límite con La Pampa, donde nació hace 89 años: “Recuerdo que sentía una atracción por esas frases que eran de William Shakespeare, Charles Dickens, Romain Rolland, Rabindranath Tagore”. Dicho en términos aforísticos: “En el adulto que somos, siempre estará el niño que fuimos”.
La biblioteca de su casa tiene carpetas tipo organizadores para llevar un cierto orden con los miles de aforismos escritos, señaladores con sus frases más preciadas, retratos propios y ejemplares de sus libros para regalar, recortes de diarios y revistas donde se lo menciona –guarda absolutamente todo lo que sale– y, sobre el escritorio, entre los papeles, una plancha de estampillas norteamericanas de 55 centavos de dólar con su cara. Escribano de formación, Narosky no tiene ni idea de cómo llegó a convertirse en estampilla.
Con un perfil de Facebook y una cuenta de Twitter, sus aforismos también llegaron al videojuego Call of duty (anterior a Fortnite), donde en uno de los niveles aparece la frase: “En la guerra no hay soldados sin heridas”. La misma sentencia figura en el célebre cementerio de Arlington, en Washington, donde se entierran a los caídos en guerra. Una vez, lo llamaron de una productora de Hollywood para pedirle permiso para usar este aforismo en una película: “A la guerra, los soldados van cantando, pero vuelven llorando”.
Género que dominaron, entre otros, Heráclito, Esquilo, Voltaire, Balzac y Montaigne, un aforismo es una especie de refrán, explica el autor de frases como “No eres la única mujer, pero eres única” o “El amor es el más hermoso de los milagros”. La explicación sigue: el aforismo tiene dos de los tres elementos del refrán, es corto, tiene una idea o apreciación, pero no es anónimo. ¿Alguien sabe quién es el creador del refrán “Al que madruga Dios lo ayuda”? En cambio, los aforismos tienen autoría. “Hay quien arroja un vidrio en la playa. Pero hay quien se agacha a recogerlo”, recita Narosky su aforismo preferido.
Por consejo de un amigo, hace décadas que siempre lleva en el bolsillo de su pantalón una hoja en blanco y una lapicera. Nunca se sabe cuándo puede acudir a su mente un aforismo y hay que estar siempre listo para escribirlo. Aunque en la actualidad, confiesa, no anda muy inspirado.
Con casi dos millones de libros vendidos, este best seller asegura que no es el mejor aforista del país –en la actualidad, debe haber unos 200, menciona a la pasada–, pero sí es el más conocido y piensa que tuvo una cuota de suerte en esto de hacer aforismos y volverse tan taquillero desde que en 1975 publicó su primer libro, Si todos los hombres…: exitosas participaciones en radio y en televisión, la generosidad de sus colegas, el hecho de que el aforismo no es un género ni muy conocido ni muy difundido en el país, lo impulsaron a ocupar el lugar de “rey del aforismo”.
No le gusta, sin embargo, que le digan “rey”: “No soy el rey de nada”. Simplemente, señala, tiene una cierta facilidad para escribir, aunque no sabe bien de dónde vienen sus ideas. “¿De dónde viene la sensibilidad? No hay respuesta. Nace con uno”, responde. Su éxito, explica, se debe a que hay mucha gente sensible: “Al que es egoísta y frío, al insensible, mis libros no le interesan. En cambio, a los que tienen una forma de sentir la vida con una sensibilidad a flor de piel y un sentido de la solidaridad, sí les llego. El mejor premio que tuve fue ése: descubrir que hay mucha gente buena”.
Entre sus datos biográficos figura que es uno de los autores más vendidos del país, casi a la par de escritores canónicos. Y que sus libros están agotados. Tan agotados que sus obras no se consiguen ni siquiera en las librerías de usado de avenida Corrientes. Y si no vende aún más de lo que ya lo hizo es porque no tiene contrato con ninguna editorial.
–¿Por qué no reedita o publica nuevos libros?
–Ya publiqué mucho, cerca de tres mil aforismos, ¿para qué más? Creo que escribir un libro es como sacarse una foto de familia, uno compone el rostro, se arregla, sonríe, pero sale como es.
–Cuando alguien en la calle expresa una frase grandilocuente, le dicen: “¡Pareces Narosky!”, ¿cómo lo toma?
–No me desagrada, lo tomo como un halago. Tengo muchas satisfacciones espirituales. Y eso que no estoy muy conforme como escritor, algunos aforismos me salen bien y otros, no tanto.
Contra el prejuicio que dice que sus frases son de sobrecito de azúcar (y el último gran “exponente” en este rubro fue Joe Fernández, citado al comienzo de esta nota), sus obras fueron elogiadas, entre otros, por Victoria Ocampo, Osvaldo Bayer, Martha Lynch, Ulises Petit de Murat (que le escribió un prólogo) y Bernardo Koremblit, quien calificó a Narosky de “un moralista encantador” y “un ético interesante”. “Sus pensamientos son como un bálsamo. Un solo aforismo me basta para saber quién es usted”, señaló la fundadora de la revista Sur.
Con toda esta carrera, ¿siente, de todas maneras, la falta de reconocimiento de la Academia, del mundo intelectual, de la gente de las Letras? “El número me da la valoración, llego a mucha gente. No precisamente a los académicos. Si no bailo cuando me elogian, no puedo llorar cuando me critican. A los que tienen una forma de sentir la vida con una sensibilidad a flor de piel y un sentido de la solidaridad, les llego”.
Paula Conde/Clarín