“Mi gente, no saben lo que he deseado este momento. Lo perseguí y aquí estoy. No se van a olvidar de este show”, advirtió Nathy Peluso previo a cantar la ranchera autotuneada “Envidia”. Según el refrán, la que avisa no traiciona, entonces a partir de ese instante había que apagar las expectativas y entregarse al viaje que proponía la artista. Tras los primeros 30 minutos de show, recién se asomó una idea sobre la sustancia conceptual de esta vuelta a los escenarios porteños. Inspirado en la saga de películas del agente 007, en la inmensa pantalla que pendía en el fondo del escenario del Movistar Arena se podía ver a la de Luján metiéndose en la piel de una espía. Y al final del video emanaba en letras rojas: “La verdad de la milanesa. Primera parte”.
En total, fueron cinco actos los que dieron vida a la propuesta de espectáculo con la que Peluso presentó su más reciente álbum, Grasa, publicado en mayo pasado. Cada segmento ofreció un argumento estético más cerca de lo sonoro que de otra cosa. Si bien la historia está henchida de célebres mujeres espías, sobre todo en el siglo XX (Mata Hari, Yoshiko Kawashima, Violette Morris), el guiño de la cantante y compositora a recurrir a la fábula del personaje creado por Ian Felming desempolva un hecho poco conocido: originalmente fue pensado en los años ’60 para que lo protagonizara una mujer. Luego de varias idas y vueltas, Lashana Lynch se tornó en 2021 en la primera mujer en asumir ese papel. Y, por supuesto, muchos pegaron el grito al cielo.
Antes que un gesto de empoderamiento, la artista de 29 años se aferró a ese imaginario de vencedores y vencidos para contar su historia. O más bien su versión de la historia, lo que implicó remojarla en un nivel de distorsión que linda con el universo histriónico que gira en torno a esta cultora de la obra de Etta James y Nina Simone. Ella no necesita de peroratas, consignas ni arengas para reivindicar a la mujer: su energía en escena habla por sí sola. Y el público que asistió en la noche del miércoles al domo de Villa Crespo lo entendió a cabalidad. Es por eso que el bullicio ensordecedor fue una de las constantes de la jornada, respondiendo a cada ademán, alocución y también a las canciones que sonaron a lo largo de las dos horas de presentación.
El inicio del show estuvo dedicado a romper el hielo, fue lo más parecido a un ejercicio de calistenia. Por eso no hubo mejor idea que arrancar con un bolero. Pero no cualquier bolero, sino esos que llevan marcados, a fuerza de hierro candente, el dolor y la desazón de la cantante cubana La Lupe. A eso sabe “Corleone”, que no sólo abre el repertorio de Grasa, sino también de este regreso al Movistar Arena, a dos años de su debut ahí. Siguió con otro tema de su segundo álbum, “Aprender a amar”, cuyo flow invita a entender otros tiempos para la métrica. Y es que no hay que olvidar que todo es relativo en el universo de la Peluso. Entonces arremetió con un single añoso, el rap “Business Woman”, para después regresar a Grasa con el R&B “Legendario”.
Mientras ella lucía una remera que tenía estampado en inglés el aforismo “Ojalá tuviera serotonina en lugar de esta enorme verga”, su trío de bailarines ya se encontraba en escena. Sólo quedaron opacados, así como los dos tándems de músicos que estaban repartidos en ambos costados del tablado, cuando el video anunció que se venía la primera parte de “La verdad de la milanesa”. Arrancó ese tramo el pseudo reggae “Real”, al que le secundó el pop trapero (y también mozárabe) “Delito”. A continuación, saludó por primera vez a “mi gente de Buenos Aires”, lo que le dio pie para invocar la bachata adrenalínica que firmó con C. Tangana: “Ateo”. Y se mantuvo un rato más en “modo Caribe”.
Hubo momento salsero con un tridente que fue de menos a más. Hizo “Mafiosa”, en cuya previa contó que ésa es una de las maneras como la llaman, para después subirse a un tema más del palo de Marc Anthony, “Puro veneno”. Con ese estadio entregado, sofritó la cadencia con algo de la escuela de Willy Colón, “La presa”, en la que recreó el video que la contiene (con rejas carcelarias incluidas). A esas alturas del recital, sus bailarines ya habían desenfundado pistolas, chapado y merodeado en esa prisión ficticia. La tercera parte de “La verdad…”, brotó con el rap patentado en la “BZRP Music Sessions #36”. Y si ahí hubo camaradería con Bizarrap, en “Manhattan” el invitado fue Duki, quien cantó esa suerte de drill revolucionado en la pantalla.
Grasa es una idea que baraja la música argentina (establecida en España) desde que incluyó en sus shows la intro de “La grasa de las capitales”, tema de Seru Giran. Y esta vez apareció en el preludio del rap “Sana sana”, allanando el camino hasta los trap viscerales “La mentira” y “Corashe”. El baile llegó con “Emergencia”, el pop mutante apareció en “Salvaje”, la vuelta al rap vino con “Menina” y hubo una lectura moderna de la balada en “Mamá” y “El día que perdí mi juventud”. El tributo R&B “Buenos Aires” y la apropiación del hit de Camilo Sesto “Vivir así es morir de amor” anunciaban el final. Aún faltaba «Remedio», pero Peluso, en señal de que lo había dado todo, dijo antes de cantar una frase contundente: «Estoy en otra estratosfera, siento que fui ocho horas al gimnasio”.
Yumber Vera Rojas/Página 12-Espectáculos