Max Verstappen estrenó su tercera corona de la Fórmula 1 con una victoria en un Gran Premio de Qatar que se corrió en condiciones brutales para los pilotos: 40 grados de temperatura y una humedad del 75 por ciento. Fue la carrera más dura de sus vidas. Tanto que lo vivieron llevó ayer a la FIA a prometer tomar medidas para evitar que haya más carreras infernales en la categoría.
“La FIA observa con preocupación lo que ocurrió. Aunque los pilotos sean atletas de elite, no se debe esperar que compitan en condiciones que puedan poner en peligro su salud o seguridad”, dijo en un comunicado. “La FIA tomará todas las medidas razonables para establecer parámetros aceptables en los que se realizan competiciones”, añadió. ¿Corre riesgo la carrera del próximo año en Lusail? Según el mismo comunicado, no. Porque el Gran Premio qatarí de 2024 está programado para más adelante en la temporada. Será la 23ª fecha del calendario y se disputará el 1° de diciembre, cuando “se espera que las temperaturas sean más bajas”.
La postal más dura fue la que dejó el estadounidense Logan Sargeant, que abandonó en la vuelta 40. El joven piloto de Williams apenas tuvo fuerzas para llevar su auto hasta boxes y tuvo que recibir ayuda para bajarse del coche.
La escudería informó que había sufrido “una deshidratación intensa” y se había debilitado, “con síntomas similares a los de la gripe que había sufrido a principios de semana”. Sargeant fue dado de alta por el equipo médico de la FIA, al igual que su compañero Alexander Albon. El tailandés tampoco pudo salir de su coche por sus propios medios y recibió tratamiento por exposición aguda al calor. “Estuve vomitando durante dos vueltas más o menos”, confesó el francés Esteban Ocon, de Alpine, en una entrevista con Sky Sports. Y poco después subió unas fotos a su cuenta de Twitter en la que se lo ve recostado en el suelo.
El canadiense Lance Stroll necesitó un esfuerzo extra para dejar su Aston Martin y fue derecho a una ambulancia para chequear su estado de salud. “En las últimas 20 o 30 vueltas todo se volvía borroso y en las curvas de alta velocidad la presión sanguínea caía de golpe y me mareaba con las altas cargas aerodinámicas del coche. Era muy complicado ver los límites de pista porque casi me desvanecía en esas curvas”, contó Stroll.
El británico George Russell reconoció: “Nunca había experimentado una carrera como ésta, ni siquiera entrenando. Pensaba que me iba a desmayar. Fue como entrar en una sauna y empujar tu cuerpo al límite. Quería bajarme del coche desde la vuelta 20. Me abría el visor para tratar de que entrase aire. Fue una locura. Algo más de calor y me hubiera retirado”. Al de Mercedes, se lo vio incluso sacando por momentos las manos del volante para dejarlas respirar un poco bajo los guantes de competición.
Las fotos de la premiación también fueron prueba de lo dura que fue la carrera. Piastri, que se subió al podio por segunda vez, apenas podía mantenerse de pie. El australiano había esperado la ceremonia, en el cuarto en el que se juntan los tres primeros tras las entrevistas de rutina. Estaba acostado en el suelo y refrescándose.
Su compañero Norris afirmó: “Algunos pilotos se desmayaron en el centro médico y eso demuestra lo difícil que es nuestro trabajo. Es fácil decir que hay que entrenar más. Pero estábamos a 50 o 60 grados dentro del coche y eso es no es normal para un cuerpo humano y menos con el nivel de concentración que necesitás a la velocidad a la que vamos”. Y cerró: “Hubo momentos en los que la visión era un poco borrosa y es peligroso. Llegamos a los límites del cuerpo humano en esta carrera”.
El español Fernando Alonso, un veterano de la categoría, llegó a pedirle a su equipo que cuando parara en boxes le tiraran “agua o algo” dentro de su Aston Martin porque el asiento “quemaba”. No pudieron porque no está permitido.
Luciana Aranguiz/Clarín-Deportes