Desde Ecuador, Pablo Repetto debe haber tomado muchas notas. Tendrá un trabajo demasiado complicado cuando asuma en este Independiente que vive dando pasos hacia atrás, sobre todo en su cancha en la que todavía no pudo festejar en 2023. Preso de sus nervios, el Rojo fue superado de principio a fin por un Estudiantes que se repuso del golpe en el clásico con tres triunfos al hilo (dos por la liga y uno por Copa Sudamericana).
El Pincha le ganó bien por 2-1 en Avellaneda y los hinchas locales estallaron contra los jugadores y pidieron ganarle a Racing el próximo domingo, aunque antes visitará a Rosario Central el miércoles. El Diablo ya acumula nueve fechas sin victorias (tres derrotas y seis empates) y se hunde en el fondo de la tabla.
La apuesta inicial que hizo Independiente por Leandro Stillitano salió mal. Y con el adiós prematuro del técnico todo volvió a foja cero en el lado rojo de Avellaneda. Por eso, el equipo sigue sin forma, más allá del orden que Pedro Monzón trata de darle en estos días de interinato.
Independiente la pasa mal en cada partido. Porque no hay conexión entre sus líneas. Porque no hay una idea. Porque hay miedo, sobre todo de local con el murmullo y los silbidos de un público cansado de temporadas mediocres. Porque está en desventaja con cualquier equipo que tenga una mínima preparación y un trabajo de un par de meses.
El Diablo hoy está lejísimo de imponer respeto. Y Estudiantes se lo faltó de entrada. Tuvo cinco chances claras el cuadro platense en una primera parte que no la terminó arriba en el marcador por su mala puntería. Benjamín Rollheiser ubicado a la espalda de Iván Marcone fue un problema sin solución para el local.
Hizo lo que se le antojó Rollheiser por el medio. De hecho, fue quien contó con la primera chance de gol aunque lo cerró justo Damián Pérez tras una asistencia de Jorge Rodríguez. Santiago Ascacibar, como volante interior izquierdo, pisaba el área seguido y tuvo un par muy claritas.
En una reventó el travesaño después que se la bajara Mauro Boselli. Y en la otra la sacó en la línea Sergio Barreto de cabeza.
Un remate de Boselli que se fue a centímetros del palo izquierdo de Rodrigo Rey. Otro de Rollheiser. Un cabezazo de Emmanuel Mas… Estudiantes se aprovechó de las inseguridades del medio y de la defensa de un Rojo colorado de vergüenza por un nivel de juego flojo y una falta de ánimo preocupante.
La leve mejoría que había logrado desde lo actitudinal en el empate contra San Lorenzo en el Bajo Flores se fue por la borda en el Libertadores de América-Ricardo Bochini, ahí donde el césped parece ser lava y la pelota una bola de fuego para los jugadores rojos que cometen errores derivados de los nervios.
Sin Nicoláso Vallejo (expulsado) ni Juan Cazares (castigado por indisciplina), no hubo quien se hiciera cargo de la elaboración ni del cambio de ritmo. Baltasar Barcia se sintió incómodo como extremo izquierdo, mientras que el pibe Tomás Rambert (debutante como titular) puso más ímpetu que cabeza.
Tardó más de media hora Monzón en darse cuenta de que debía intercambiarlos de costados. Cuando lo hizo, en la primera que tocó Barcia envió un centro que casi conecta Rambert en una de las escasas llegadas del dueño de casa. La otra fue un disparo muy desviado de Barcia.
El Moncho intentó corregir la tarde virando el 4-3-3 al 4-4-2, pero en el primer córner que tuvo en el complemento, Estudiantes anotó a través del Corcho Rodríguez, que capitalizó un mal despeje del fondo local.
Independiente careció de reacción y cada vez se hacía más visible su desconcierto. Hasta que la gente estalló cantando contra los futbolistas. Justo en ese momento llegó un insólito gol en contra de Zaid Romero que cabeceó solo en contra de su propia valla y desconcertó a Mariano Andújar.
Pero cuando el Rojo se había ilusionado con llevarse un punto inmerecido, de otra pelota parada, esta vez de un tiro libre, Estudiantes lo ganó. Romero tuvo inmediata redención, le ganó a Elizalde en el salto, le dio el triunfo al Pincha y desató el infierno en Avellaneda.
Nahuel Lanzillotta/Clarín-Deportes
ÑULS-CENTRAL: NADA POR AQUÍ, NADA POR ALLÁ
En una jornada inmejorable para jugar al fútbol, Newell’s y Central desaprovecharon la tarde y empataron sin goles en el clásico rosarino. El Canalla tuvo algunas llegadas más como visitante y frustró a su rival durante casi todo el encuentro.
Durante su primer derby como director técnico, Gabriel Heinze no encontró la fórmula para abrir la defensa auriazul. En la única oportunidad en la que el equipo lo consiguió, Brian Aguirre desperdició una chance clarísima para convertir y su definición se convirtió casi en un rechazo dentro del área.
Del otro lado, Miguel Ángel Russo priorizó el trabajo defensivo en el Parque de la Independencia. En su décimo clásico rosarino (y en el día que cumplió 67 años), el entrenador sumó un quinto defensor con Juan Cruz Komar y los tres zagueros casi no dieron ventajas a la hora de impedir que los jugadores de Newell’s quedaran en posición de rematar al arco.
La Academia tuvo menos la pelota en el Estadio Marcelo Bielsa, pero no lo sufrió demasiado. De hecho, llegó a posición de gol más veces que el local. Cuando tuvieron que marcar, los canallas se concentraron en complicarle la tarde a Juan Sforza, que volvía de una lesión leve y quedó condicionado desde el inicio del encuentro por una amonestación del árbitro Pablo Echavarría.
Central fue un poco más claro y ordenado. Los veteranos marcaron el camino y el tiempo de juego de arranque. Ignacio Malcorra fue el que mejor leyó cuándo había que acelerar y en qué momento convenía la pausa a partir de la recuperación. Walter Montoya se complementó bien con Kevin Ortiz para quitarle espacios a Cristian Ferreira y al resto de los volantes rivales.
El partido que propuso la Academia dejó en evidencia algunos defectos de Newell’s en apenas media hora de juego. El equipo de Heinze ratificó que depende demasiado de sus extremos si falla la circulación entre la mitad de cancha y el área de enfrente. Ante este escenario, ni Aguirre ni Ramiro Sordo le encontraron la vuelta para conectarse con Jorge Recalde o dejar a algún otro compañero en posición de gol.
La Lepra se mantuvo fiel a su libreto en el Coloso, al punto de que prácticamente no cambió el elenco. Apenas entró Pablo Pérez al final del partido para despejar el riesgo de que Sforza se fuera expulsado.
Por otra parte, los locales cumplieron a la hora de defender y aislaron a Alejo Veliz. El goleador sólo se les escapó a los defensores rojinegros en dos oportunidades. La primera vez definió mal y luego llegó muy exigido después de un buen desborde de Malcorra.
Newell’s no exigió a Jorge Broun ni siquiera en el mejor momento de la tarde. Con un corte en la cara por la explosión de una bomba cuando iba a salir a la cancha con sus compañeros, Fatura casi no tuvo trabajo gracias a la labor de Komar, Facundo Mallo y Carlos Quintana.
Como contrapartida de ese buen trabajo defensivo, Central terminó demasiado lejos del arco de Lucas Hoyos. Al igual que Heinze, Russo consideró que lo mejor que podía hacer ante un partido cerrado era no intentar arreglar lo que no estaba roto. De esta forma, la Academia empezó a retrasarse en la cancha. Ante cualquier atisbo de contragolpe, le faltaron jugadores o potencia física para aprovechar los espacios que dejaba Newell’s cuando se adelantaba.
Después de un arranque con mucho roce, típico de los duelos entre leprosos y canallas, el clásico rosarino se diluyó hacia el final. Al margen del conteo de llegadas, el empate fue tan justo como desabrido en la comparación con la expectativa que genera y seguirá generando en la ciudad.
Lucas Aranda/Corresponsalía Clarín
OTRO RESULTADO
Godoy Cruz 1 – Tigre 1