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Entrevista: Isabel, la miniserie de Amazon, recreada por la propia Isabel Allende

La escritora chilena le dio detalles a Clarín de pasajes del registro fílmico.

Hay que decir que un poco emociona cuando llega llega el mail para concertar esta entrevista con Isabel Allende y está firmado «Nicolás Frías». Y emociona porque una acaba de terminar de ver Isabel, la miniserie sobre la escritora chilena y acaba de dejar a Nicolás Frías, su hijo menor, jovencito y llorando la muerte de su hermana Paula.

Lo vimos chiquito revoloteando por la casa, lo vimos enojado con su mami cuando ella se mandó a mudar –¡a otro continente!– con un amor que resultó ser de paso, lo vimos asustado cuando lo secuestran paramilitares, lo vimos firme a su lado en el peor momento, el de la agonía de Paula. Y ahora simplemente pone «Isabel acepta la entrevista», tal hora, tal día, tal plataforma. Formal. Como si no supiéramos tanto de su familia.

La miniserie –que se ve en Amazon Prime y está protagonizada por Daniela Ramírez– toma los primeros 50 años de la vida de la autora de La casa de los espíritus. Abunda, con delicadeza, en su niñez: Allende aparece curiosa, intrépida, ya desafiante. Y herida –esas heridas profundas, que ya no tienen ni cicatriz– por el abandono de su padre –el primo de Salvador– cuando era chica.

Después, el amor, el matrimonio, casi de casualidad su pluma punzante en un periodismo que va al frente en cuestiones de género, el golpe de Augusto Pinochet, el riesgo por todos lados y también el coraje:

Isabel traslada a perseguidos políticos en su auto. El exilio en Venezuela, la crisis del matrimonio, la primera novela. Paula. Cincuenta años en tres capítulos.

¿Cómo será ver la propia vida así, así de rápido, así de bien recreada, así sin anestesia? De eso hablaremos enseguida pero antes hay que entrar al Zoom –Isabel se conecta a la hora precisa–, hay que saludarse, reírse de cosas de todos los días. Y ya está lista: tiene 78 años, tercer marido (se casó en 2020), una novela nueva –Violeta– que sale en enero, una casa pequeña.

–Debe ser fuerte que alguien venga y te diga que quiere hacer una serie con tu vida. ¿Cómo lo tomó?

–Con bastante susto. Si me hubieran preguntado habría dicho que no, al principio, por miedo a que otro reinterpretara mi vida. Pero si esa gente estaba dispuesta a invertir tanto talento, dinero y tiempo, lo menos que podía hacer era ayudar. Vinieron a mi oficina y recogieron fotografías, videos, entrevistas, películas viejas, de todo. Hicieron una producción muy fiel a la época.

–¿Usted les dijo cuáles eran los puntos centrales de su vida?

–No, ellos eligieron lo que quisieron de la memoria Paula. No tuvieron que preguntarme nada. Mi vida es pública, yo ya lo he escrito todo en las memorias y no puedo alegar privacidad. Pero hay gente a mi alrededor que tiene vidas privadas, como mi ex marido o el marido de Paula. Les pedí que fueran respetuosos.

–¿Cómo le resultó emocionalmente recapitular tu vida? ¿Qué sintió?

–La primera vez que traté de verlo fue aquí en Estados Unidos, en inglés. Pero no pasé de la primera escena. Porque cuando aparece Paula en el hospital y cae en coma yo ya no pude seguir viendo. Y mi hijo Nicolás tampoco. Entonces mi marido siguió y me dijo, «bueno, nos vamos a saltear esa escena”. –La serie vuelve sobre algunos hitos, como el abandono de su padre.

-¿Cuánto influyó en su vida?

–Creo que eso está más desarrollado en la serie que lo que yo escribí en el libro Paula. Porque la verdad es que el abandono de mi padre tal vez me afectó a un nivel tan profundo que no tengo conciencia de eso. Yo he estado en terapia, más de una vez en mi vida. Y en terapia lo primero que el psicólogo quiere hacer es extraer lo que significa el abandono del padre para uno.

–¿Y qué vio?

–Es difícil decirlo porque mi papá desapareció sin dejar ninguna huella. Mi madre destruyó las fotos, no se volvió a hablar de él. No sabía ni cómo se llamaba. Mi abuelo decía «su papá era muy inteligente y la quería mucho, no pregunte». Listo.

–Hay una escena en la que él reaparece y la niña corre. ¿Eso existió o es parte del guión?

–No sé. Es posible que mi padre haya vuelto. Pero sé que una de las condiciones que puso para darle la nulidad matrimonial a mi mamá fue no tener que hacerse cargo de los hijos. Y lo llevó al extremo de que nunca nos vio. Más tarde mis hermanos lo buscaron. Tuvieron una entrevista con él y parece que fue una desilusión mutua. Porque no había ninguna conexión. Y yo no fui, así que nunca lo conocí.

–Es fuerte.

–Es que no sé si es fuerte, porque tuve al tío Ramón y tuve al abuelo. Ahora, me dejó un hoyo adentro. Es posible que los años que pasé con este misterio del padre y con mi mamá prácticamente soltera, desarrollara una especie de desconfianza hacia el cariño del hombre. Porque todo el mundo decía «no, si tu papá te adoraba, veía libros de arte contigo…». ¿Qué pasa con una persona que te quiere tanto y te desaparece y nunca más la ves?

–¿Pudo responder esa pregunta?

–No. Ese era otro misterio. Mi mamá decía que él era 12 o 15 años mayor que ella, era un hombre de mundo, que había estado en Europa. Y mi mamá era una chiquilla de las monjas, era ingenua, mimada. Y se llevaron pésimo desde el principio. Vivían en Lima. Después de que nací yo, mi mamá se volvió a Chile y ahí se dio cuenta de que estaba embarazada. Tuvo un hijo, mi hermano Pancho, y ahí dijeron “no, vuelva donde su marido mijita, que todo se va a arreglar”. La mandaron de vuelta y ahí se quedó embarazada de mi hermano Juan y mi padre se fue. Mi padre no conoció a Juan de chico.

–En su exilio en Venezuela, vino el amante… un argentino.

–Yo estaba súper frustrada. Mi matrimonio estaba prácticamente terminando. Me enamoré de otro hombre, tal vez habría hecho lo mismo en Chile, no sé. Pero en Venezuela estábamos… ¿Sabes lo que pasa con el exilio? Que uno pierde todas las muletas sociales que lo sostienen y está solo como un ombligo, en otra parte, donde nadie te observa, nadie te juzga. Donde a nadie le importa nada lo que tu hagas, porque no eres nadie. Pero no estoy justificándolo, yo me enamoré.

–Si la vida fuera un guión, se podría corregir. ¿Qué corregiría de la vida?

–Quisiera no haberme ido con el argentino a España.

–¿Por qué? Se la veía feliz.

–Feliz en ese momento. Primero fue un tiempo de tremenda confusión y mucha infelicidad. Yo había sacado a mis hijos de Chile, sin ni una explicación. Los separé de sus compañeros de colegio, de los abuelos, de todo lo que le era familiar. Los llevé a un exilio forzado, en que se separó la familia, porque mi marido se fue a trabajar a otra provincia. Y en medio de toda esa incertidumbre, ¿yo me mando a cambiar para España con un amante? Imaginate la sensación de abandono para los niños. Se demoraron años en perdonarme y nunca quisieron hablar del asunto. Unos diez años atrás, le pedí perdón a Nicolás.

–¿Cómo le fue?

–Le dije, “Nicolás, nunca te pedí perdón oficialmente por lo que pasó”. Me dijo: “Mamá, no hay necesidad de hablar de esto”. Y yo dije: “Sí, hay necesidad de hablarlo, porque a mí me pesa haberlo hecho”. No me pesa haberme enamorado, porque una nunca se arrepiente de eso. Pero te arrepientes si haces sufrir a otros, a tus hijos. Por eso me arrepiento.

Patricia Kolesnicov/Clarín

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