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El Gobierno lanzó el Plan Nacional de Lecturas

Alberto Fernández, Presidente de la Nación, y Nicolás Trotta, Ministro de Cultura, presentaron el Plan en el Museo de la Casa Rosada.

Nadie quiere hablar de números por ahora pero al final de todo el ministro de Educación, Nicolás Trotta, va a dar una estimación: 400 millones de pesos como inversión inicial en el primer semestre de 2020. Está hablando de libros. Está hablando del combustible con el que arrancará el Plan Nacional de Lecturas, que el mismo presidente Alberto Fernández presentó ayer en el Museo de la Casa Rosada.

El plan es importante: en parte se trata de llevar libros a las escuelas de todo el país, algo que el macrismo había dejado de hacer con el argumento de que “se han repartido muchos libros, pero se ha leído poco”. Pero el plan –que arrancó en 1984, bajo la dirección de Hebe Clementi y tuvo varias interrupciones– no es sólo repartir libros: básicamente, organiza actividades para que esos libros se lean y se disfruten. Capacita a los docentes. Lleva escritores a verse cara a cara con los chicos. Hace de los libros un objeto cotidiano y de placer.

En lo inmediato, llevarán adelante el programa “180 posibles lecturas para 180 días de clase”, con la distribución de textos cortos. También se impulsará una Red Federal de Mediadores y comunidades de lectura, anunció Trotta. Como la compra de libros es un proceso largo, para hacer rápido reeditarán una serie muy sencilla, “Leer por placer”, que tiene textos literarios para secundario, de primero a quinto año. Harán, además, sus equivalentes para la primaria: siete libros. Una comisión de escritores elegirá el contenido y serán producidos por Eudeba, la editorial de la Universidad de Buenos Aires.

Hasta ahora, esta iniciativa se llamaba Plan Nacional de Lectura: el nuevo plural, explican desde Educación, se debe a que “la época demanda transformaciones: distintos tipos de lectura, distintos tipos textuales, en distintos soportes y plataformas, en distintos contextos”.

Hace unos días se supo que ahora el Plan Nacional de Lecturas se lanza de nuevo y que lo dirigirá Natalia Porta López (1973), quien tiene experiencia en el tema como directora general de la Fundación Mempo Giardinelli, de Chaco –que organiza cada año un enorme foro de lectura– y por su participación en el Plan Nacional de Lectura antes de que fuera interrumpido.

La cita era a las 10.30 y a esa hora había cola para entrar al Museo de la Casa Rosada. En la fila estaban, entre otros, la conductora y autora Canela, el escritor Juan Sasturain, el titular de Suteba, Roberto Baradel, y la autora Carola Martínez. Adentro, el anuncio era acompañado por escritores como Guillermo Martínez, Isol, Julián López, Gustavo Nielsen, Enzo Maqueira, Silvia Shujer, Ema Wolf, Sergio Olguín y Jorge Accame. Y editores como Ignacio Iraola (Planeta) y Leonora Djament (Eterna Cadencia). También estaba el presidente de la Cámara Argentina del Libro, Martín Gremmelspacher, y la titular de la Fundación El Libro, María Teresa Carbano. El sector viene denunciando una dura crisis, que esperan el Plan ayude a remontar.

A Alberto Fernández lo acompañaron, en el escenario, el ministro de Cultura Tristán Bauer, Porta López, la ministra de Justicia, Marcela Losardo, y las escritoras Claudia Piñeiro y Eugenia Almeida.

En un clima de alegría, Trotta explicó los fundamentos del plan: “La lectura es un derecho”, dijo. Anunció que se hará un Consejo Nacional de Lectura. Además, planteó la campaña “Una que leamos todos”, en la que gran parte del país compartirá una lectura colectiva. “La lectura –propuso– va a ayudar a que la escuela sea el lugar para romper las desigualdades de origen”.

Aplausos y la voz de Claudia Piñeiro da cuerpo a Juan López y John Ward, el poema de Jorge Luis Borges sobre Malvinas y le toca a Porta López, que hace una historia del plan y lamenta su interrupción en 2016.

Con su tono suave y su sonrisa, Porta López le pide a Fernández “que nos acompañe a leer a alguna escuela”. Él sonríe. Cómo negarse. Pide también que mejore la infraestructura, que las bibliotecas escolares sean “espacios re-lindos para sentarnos a leer, donde la mamá que no puede pagar cuatro pasajes se quede a esperar, donde el linyera del barrio entre a buscar agua y a leer algo”. Son utopías, dice, pero “las utopías siempre sirven para caminar”.

“El plan es volver a poner un libro en las manos de los chicos”, dijo Fernández y llamó a acostumbrar a los chicos a la lectura “en tiempos en que las imágenes predominan”.

Y dijo que claro, que va seguro a las escuelas. Fin. Y abrazos.

Patricia Kolesnicov/Clarín

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