La bella durmiente, estrenada en 1890, es una de las obras más importantes de Marius Petipa, y la primera en la que colaboró P.I. Tchaikovsky como compositor, que trajo una entidad nueva a la música para ballet.
No hace falta detenerse demasiado en cómo Petipa tradujo al lenguaje de la danza el cuento original de Charles Perrault, retomado mucho después por los hermanos Grimm. El coreógrafo franco-ruso amaba la danza como lenguaje por sí mismo, mucho más allá de los aspectos argumentales que ocupaban un lugar secundario en sus intereses.
Fiodor Lopukhov, un reconocido coreógrafo soviético, dijo: “La bella durmiente es un diamante puro”, aludiendo al finísimo “tallado” y la riqueza de las variaciones coreográficas, tanto del cuerpo de baile como de los solistas y de las primeras figuras.
En La bella durmiente la trama y los personajes están al servicio de la danza y no a la inversa. Así, cada acto de la obra presenta un gran número de personajes que interpretan muy bellas e imaginativas secuencias.
Mario Galizzi, sólido repositor de obras de ballet, hizo su primera recreación de La bella durmiente para el Ballet del Colón en 1990 –después siguieron otras- y es nuevamente su versión la que vemos en la temporada actual, con los recortes que Galizzi fue haciendo a lo largo del tiempo.
De acuerdo a su atinado criterio, los grandes ballets de Petipa vigentes no serían resistidos en toda su duración por un público de hoy, como sí lo eran durante la segunda mitad del siglo XIX.
La bella durmiente necesita una suntuosa puesta en escena y esto es exactamente lo que han logrado Galizzi con el cuidado estilo coreográfico y Aníbal Lápiz con el vestuario, Christian Prego con la escenografía y Rubén Conde con la iluminación.
En cuanto al elenco, mucho para destacar. De los tres principales roles femeninos, Ayelén Sánchez hizo una preciosa princesa Aurora, llena de sutilezas y encanto y muy dueña de su rol. Camila Bocca es el Hada Lila, muy consustanciada con un personaje en el que es difícil no caer en un exceso de dulzura. Y la malvada Hada Carabosse tuvo en Rocío Agüero una interpretación espectacular, con todos los matices malévolos que requiere este rol.
El príncipe Desirée fue encarnado por Juan Pablo Ledo, que se mostró sin ese aplomo con el que normalmente se presenta e incluso con una energía baja.
También se destacaron el siempre ascendiente Jiva Velázquez como uno de los metales preciosos (el oro en su caso); Luciano García como Pulgarcito y Yosmer Carreño –brillante- y Beatriz Boos como el Pájaro Azul y la princesa Florisse respectivamente.
Laura Falcoff/Clarín-Espectáculos