Inicio / Cine / El Amor después del Amor: la vida de Fito Páez en Netflix

El Amor después del Amor: la vida de Fito Páez en Netflix

Cantilo, García y Páez. La fidelidad y respeto por los personajes es uno de los puntos fuertes de la serie.

Era ahora. Sin moros en la costa, ni enemigos, incluso de buenas con las nuevas generaciones con las que Fito Páez comparte grabaciones y escenario (Lali Espósito, Trueno, Conociendo Rusia). Con puentes vigentes hacia el pasado de la cultura argentina, como el periodista y escritor Roberto Arlt, a quien le dedicó parte de su discografía reciente, y el recordado músico Gerardo Gandini, a quien volverá a repasar en octubre de este año en el Teatro Colón.

Con la confirmación pragmática, un récord de shows en el Movistar Arena (ocho) y dos recientes estadios de Vélez, de que el álbum El amor después del amor (1992) es la mejor forma de llevarse con todos sus fans y no tener empacho en ofrecer el subidón nostálgico. Con una también flamante autobiografía, complementando el combo.

Como si algo faltara en esta suerte de TEG de Fito Páez por alcanzar, treinta años después, una nueva cima de popularidad, llega el streaming. El amor después del amor (disponible en Netflix) se llama, no casualmente, la serie de ocho capítulos que desde hace casi una semana hegemoniza la atención de los argentinos, y aun trasciende fronteras.

Aunque es prematuro decir que tendrá su mismo impacto, en algo se asemeja a Luis Miguel, la serie, aquel producto de varias temporadas que sirvió para darle aire y tiempo a que el crooner mexicano caído en cierto ostracismo revitalizara, si no su carrera, el interés en su música, mito y leyenda.

Como la magnitud y la megalomanía son importantes (estamos en una era en la que los artistas se aprecian en escuchas de Spotify y los artículos periodísticos parecen planillas de Excel a la hora de presentarlos y plantear méritos), El amor después del amor comienza presentando un par de exageraciones notorias.

Lo primero que tenemos es un número, propalado por un cronista televisivo que está en la puerta del estadio de Vélez, cubriendo en abril de 1993 el show de presentación de, otra vez hay que escribirlo, El amor después del amor.

“Hoy, aquí, más de 60 mil personas reunidas para presenciar el recital de Fito Páez que podría ser el más importante en la historia del rock nacional”. Más regodeo: “Luego de 11 fechas agotadas en el Gran Rex…”.

No es menor el dato de que en Vélez no hay capacidad para más de 45 mil espectadores, como mucho, pero no es el punto. Lo importante de 1993 es cotizar al artista desde la magnitud de convocatoria y recaudación. Y es lo primero que sabe el espectador.

Luego, un par de minutos más tarde, el Fito adolescente intenta llevar con sigilo su teclado desde la puerta de su casa a un flete. Afuera, las sirenas aúllan y los patrulleros pasan cerca, mientras la radio habla de enfrentamientos y abatidos. Es 1979, todo dicho.

Pasado el terror azul, el muchacho de la serie consigue su objetivo, y arranca hacia un ensayo nocturno. Se sobreimprime: “Los artistas son perseguidos. El rock es considerado una voz de resistencia”.

Un tema delicado, otra vez. Digámoslo así: sobrevalorar el presunto rol heroico del rock durante la dictadura, cuando en el medio del horror los conciertos seguían en pie, los discos se editaban, los protagonistas vivían acá y las publicaciones no eran interrumpidas, le termina ninguneando mérito a la funcionalidad paliativa, poética, consoladora, estimulante y vital de la música joven argentina del período.

Avanzando algunos casilleros en una serie plena de flashbacks se verá cómo un show de La máquina de hacer pájaros de Charly García en Rosario, fechado en 1976, le cambiará la vida al púber Páez. Como otros tantos acontecimientos extra musicales.

Fuera de esas consideraciones, lo que sigue es una bio tercerizada del músico, y ahí los detalles pasan a ser, en su mayoría, parte de la privacidad exhibida del narrador.

El relato, o la vida de Páez, tiene todos los condimentos necesarios para el formato. Especialmente, épica. Se podría inferir que El amor después del amor habilitaría a un universo expandido de tiras sobre el rock argentino, pero ninguna historia tiene el poder de elipsis, drama y transversalidad que la que aquí se cuenta, talentos al margen.

Con Charly García y el Indio Solari retirados de los escenarios, con Andrés Calamaro desertor de la voluntad, con Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati y Pappo en otra dimensión, Fito se reposiciona y hasta viene a reclamar su lugar en el podio del rock argentino.

Acá se pone el foco en Charly como una figura paterna en la medida que el músico trata de tener una relación con Rodolfo Páez, padre y homónimo. En tanto, Spinetta, ya parte del aire desde su muerte en 2012, hace las veces de guía metafísica y textual.

Y si Charly es el Padre y Spinetta el Espíritu Santo, en este relato mesiánico a Fito le toca probarse la túnica y ser el Hijo, en una probable Santísima Trinidad de acuerdo al canon cristiano. A los 60 años recién cumplidos, y con mucho camino por delante, deberá resolver él solo, como siempre fue, si sigue viviendo del cuento o prepara una secuela con su propia piel.

José Bellas/Clarín-Espectáculos

Compruebe también

Falleció James Earl Jones, la voz de Darth Vader y Mufasa

Falleció James Earl Jones, la voz de Darth Vader y Mufasa

«Luke, yo soy tu padre». Esa frase, una de las más icónicas del cine mundial, …

Traslados, el documental de Nicolás Gil Lavedra, suma muy buenas críticas

Traslados, el documental de Nicolás Gil Lavedra, suma muy buenas críticas

«Realmente les quería agradecer por esta película, porque es importante que se construya la memoria …

Dejanos tu comentario