El mítico Rod Laver, aquel talentoso tenista australiano de los ’60 y los ’70, registró lo que nadie pudo en la historia. Ni Fred Perry. Ni Don Budge. Ni Andre Agassi. Ni Roger Federer. Ni Rafael Nadal. Nadie logró conquistar los cuatro torneos de Grand Slam en una misma temporada. Aquel hombre, sin embargo, lo consiguió dos veces: primero ganó todo en 1962 y, después del inicio de la Era Abierta, lo hizo en 1969.
Ese segundo año, ya con los grandes torneos disponibles para los jugadores profesionales, Laver terminó con un récord de 26-0 en Grand Slam -siete en cada uno salvo en Australia, donde arrancó directo en la tercera ronda-. Inigualable, claro, aunque nada parece imposible para Novak Djokovic.
Este viernes el serbio se metió en la final de Wimbledon después de superar 7-6 (3), 7-5 y 7-5 al canadiense Denis Shapovalov y buscará su vigésimo título de Grand Slam el domingo ante Matteo Berrettini, quien derrotó 6-3, 6-0, 6-7 (3) y 6-4 al polaco Hubert Hurkacz. Será una oportunidad inédita en su carrera: dueño de 19 trofeos grandes, quedó a un partido de igualar la marca absoluta de Federer y Nadal.
El italiano intentará lo que este año resulta imposible: superar a Djokovic en un partido al mejor de cinco sets, rubro en el que está invicto desde que inició la temporada. Y ahí tiene origen el vínculo histórico con Laver. Invencible en torneos de Grand Slam, llegó a 20 partidos ganados y es el único que estiró el registro perfecto en una temporada tan cerca de los 26 del australiano. En el horizonte, claro, emerge el gran objetivo: ganar los cuatro grandes.
En esta pelea personal por perseguir el trono del binomio Federer-Nadal y tomar el legado de Laver, los números de Djokovic en Wimbledon hasta resultan ridículos. La lucha de ribetes históricos opacó, casi por completo, que el líder del ranking buscará nada menos que su sexta corona en Wimbledon, donde no pierde desde los cuartos de final de 2017 ante el checo Tomas Berdych, ya retirado.
En el All England suma, casi como un guiño del destino, la misma cantidad de triunfos en fila que de victorias en Grand Slam durante el año: 20. Campeón en 2018 y 2019 -en 2020 no se jugó por la pandemia-, el serbio pretende ser el cuarto jugador que hilvana al menos tres títulos en La Catedral, después de Björn Borg, Pete Sampras y el propio Federer.
Aunque a la vista no parezca, tanto por el despliegue físico como por la elasticidad que complementan un tenis de otro planeta, Djokovic tiene 34 años. El domingo habrá jugado su 30ª final de Grand Slam, la novena después de haber cumplido los 30 años, más que las tres leyendas con las que compartía el logro: Ken Rosewall, Federer y Nadal alcanzaron ocho.
Dentro de pocas horas también destronará a Federer y a Nadal en otro rubro: será el único con un mínimo de tres finales de Grand Slam en seis años diferentes (2011, 2012, 2013, 2015, 2016 y 2021); el suizo lo logró cinco veces (2004, 2006, 2007, 2008 y 2009) y el español lo hizo en cuatro (2010, 2011, 2017 y 2019).
La pulsión de DJokovic, no obstante, está motorizada por el récord de los Grand Slams. ¿Qué significaría alcanzarlos? Responde el serbio: «Todo. Por eso estoy acá. Por eso juego». El objetivo inmediato surgirá el domingo ante Berrettini; más adelante vendrán el US Open y la oportunidad de tomar las riendas de Laver. Porque el serbio, por si no quedó claro, llegó para reescribir la historia.
Pablo Amalfitano/Página 12